Editoriales > ANÁLISIS

México en la agenda mundial

La presencia del Anáhuac en el CS ha tenido logros sustanciales y brillantes

Narra en uno de sus magníficos libros don José Rubén Romero, autor de El Pueblo Inocente y de La Vida Inútil de Pito Pérez, que el cura de Tingüindín comunicó a su sacristán que al día siguiente debía ir de madrugada a Santa Clara. Llegado el momento, el párroco buscó al ayudante para entregarle el recado que debía llevar; pero, no lo encontró por ningún lado. Fue hasta el atardecer que se apareció y recibió una reprimenda, a lo que contestó: -Pos' no me dijo que juera a Santa Clara. Allá estuve, de ahí vengo.

Así fue la participación de la delegación mexicana en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas durante las últimas décadas. Estar ahí como una distinción y como una oportunidad para acomodar a los cuates del alma, sin ninguna substancia, salvo la honrosa postura de embajador Adolfo Aguilar Zinzer en contra de la invasión de Irak por parte de las fuerzas aliadas encabezadas por Estados Unidos, que, finalmente, le costó la separación del cargo por decir que México era el patio trasero del vecino.

México en la agenda mundial

La presencia del Anáhuac en el CS ha tenido logros sustanciales y brillantes. Durante las pláticas para la fundación de la ONU y su carta de principios, la Conferencia de Chapultepec, de 1945, logró que: "Ninguna disposición de la Carta debería impedir la existencia de acuerdos o entidades regionales que trataran asuntos relativos a la conservación de la paz y la seguridad internacionales, que se presten a soluciones regionales, siempre que dichos acuerdos o entidades y sus actividades fueran compatibles con los propósitos y principios de la Organización. El Consejo de Seguridad debería de alentar la solución de controversias locales mediante dichos acuerdos regionales o por dichas entidades regionales bien a iniciativa de los Estados interesados o por que se las encomiende el Consejo de Seguridad". Ello le valió ser miembro, la primera vez, en dicho Consejo (1946), destacando su trabajo.

En 1980, el papel de México en el organismo fue el pie para poner fin a las confrontaciones este-oeste, cuando tuvo la oportunidad de apelar a uno de los principios relevantes de las Naciones Unidas, retomado en el artículo 89, fracción X de la Constitución mexicana, que es la solución pacífica de las controversias entre Estados, lo cual creó una imagen de independencia para México ante la comunidad internacional, que se tradujo en beneficios y resultó en un substancial incremento del peso de los Países no Alineados que encabezaba México dentro del Consejo. En 1982, el embajador Alfonso García Robles recibió el Premio Nobel de la Paz por su desempeño como negociador para el desarme nuclear.

A partir de enero de 2002, México se convirtió en miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Adolfo Aguilar Zinser fue nombrado como responsable de la representación mexicana. De esta manera, el 1º de febrero de 2002, México asumió la presidencia del Consejo en medio de un ambiente dominado por la guerra contra el terrorismo. Aguilar Zinser, de acuerdo con el eje fundamental de la participación de México en el órgano, buscaría consensos; pero, su mejor logro fue oponerse la invasión de Irak, en un alegato que no resultó ni jurídica ni políticamente impecable.

La volvió a tener en el 2008 y, paradójicamente, se le reconoce su participación en la aprobación por el Consejo de Seguridad de la "Resolución 1882, sobre Niños y Conflictos Armados", propuesta por la propia representación mexicana. La iniciativa aprobada el 4 de agosto de 2009 se considera una contribución sustancial de México a los trabajos del Consejo de Seguridad para la protección de la infancia a nivel mundial, toda vez que obliga al secretario general de la ONU a poner en marcha "Mecanismo de Supervisión y Presentación de Informes en Situaciones de Conflicto", en lugares donde se cometen homicidios y mutilaciones, así como violaciones y otras formas de violencia sexual en contra de niños.

Ahora, el país va por quinta ocasión a formar parte del Consejo de Seguridad de la ONU y se esperan resultados importantes dadas las circunstancias que se han venido dando en el acontecer geopolítico y el recrudecimiento de las confrontaciones entre las potencias que buscan, nuevamente, una hegemonía mundial tanto en materia de política, como de economía y poder bélico. La nominación, casi unánime y por 87 votos a favor, no es ociosa ni gratuita, es un reconocimiento a la postura internacional del país.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ya definió la agenda de México en esta quinta ocasión en que es llamado para integrar el Consejo de Seguridad, que es la misma postura histórica plasmada en la Constitución: "México impulsará los principios de autodeterminación de los pueblos, así como la no intervención, la solución pacífica de las controversias, la proscripción de la amenaza o de la fuerza en las relaciones internacionales, la igualdad jurídica de los Estados y la cooperación para el desarrollo".

Pero, como fue en el principio, no se puede simplemente aceptar un cargo para enriquecer la currícula; la historia de México en el concierto de las naciones ha sido permanentemente de vanguardia, por tanto se espera que utilice la fuerza de la razón para impulsar el multilateralismo desde la perspectiva de una mayor cooperación internacional para la solución de los problemas globales, especialmente el calentamiento global, el deterioro del planeta y los embates de nuevos padecimientos que azotan al hombre.

Quizá la mayor de las tareas sea impulsar los Objetivos de Desarrollo Sostenible que expresan: "La Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó en septiembre de 2015 la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia. Los Estados miembros de las Naciones Unidas aprobaron una resolución en la que reconocen que el mayor desafío del mundo actual es la erradicación de la pobreza y afirman que sin lograrla no puede haber desarrollo sostenible".

Si ya antes logró México establecer nuevos equilibrios de poder entre los miembros permanentes y no permanentes en el Consejo, además de impulsar la creación del Caucus No Alineado, para construir puentes que mitigaran el enfrentamiento bipolar propio de la guerra fría, no es peregrino pensar que su papel vaya a ser determinante para destrabar los conflictos que amenazan la paz y la estabilidad mundial.