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La fiesta de cumpleaños en Los Pinos

La celebración fue organizada por la esposa del Presidente, y solamente fueron convidados dos integrantes del gabinete: Luis Miranda y José Calzada

El presidente Peña Nieto no había podido festejar su cumpleaños 51. Entre giras e inauguraciones, no hubo ágape. No era sólo la fiesta, sino quiénes iban a estar invitados, quiénes sentados con él, con quiénes iba a platicar más, reír, sentirse más a gusto.

En la tradición priísta este es el año del destape, el año en que el presidente determina quién será el candidato a sucederlo.

La fiesta de cumpleaños en Los Pinos

Por eso, el escrutinio sobre cada gesto, cada palabra, cada mirada, cada protocolo, está en punto máximo. En un hombre de tantas formas como el primer mandatario mexicano, todo esto cobra mayor relevancia.

Por eso la fiesta era esperada. Y muchos se llevaron una sorpresa.

Porque la convocatoria no salió de la oficina presidencial, sino de su casa. Según me confiaron algunos asistentes, la fiesta fue organizada por la esposa del presidente, Angélica Rivera, y solamente fueron convidados dos integrantes del gabinete: Luis Miranda y José Calzada.

¿Lectura política? No se ve así.

Luis Miranda, el secretario de Desarrollo Social, es quizá el integrante de su equipo con el que el Presidente se siente más a gusto cuando quiere relajarse. Es su amigo-amigo, su cuate, con el que tiene confianza y se permite relajarse.

José Calzada, el secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), fue convidado, pero más en función de su esposa, Sandra Albarrán, quien, cuentan, se ha vuelto gran amiga de la esposa del presidente Peña Nieto.

De hecho, buena parte de los invitados fueron cercanos a ella, destacando el número de actores y actrices, quienes —también me relatan— se desvivieron en elogios al primer mandatario del país… incluso algunos(as) que ante otros oídos y otras concurrencias se asumen como sus más férreos(as) críticos(as).

SACIAMORBOS

Y a todas estas, ¿alguien le ha preguntado al procurador Raúl Cervantes si quiere ser el nuevo fiscal general? ¿Se le antojará en las condiciones actuales, con una mayoría que aplasta en lugar de un consenso? ¿Con una robusta oposición política y social en contra? ¿Le resultará atractivo considerando lo frágil y deslegitimado que quedaría al asumir su cargo?

O peor aún, ¿lo atractiva que sería su destitución para un nuevo presidente, si no emana de los grupos que lo impulsaron?

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