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La Ingratitud

La ingratitud no reconoce el mérito ajeno ni los favores que recibe, muy lejos de ello, los ignora

1° SIEMPRE HABRÁ INGRATOS.- La ingratitud es una forma de olvido y desprecio. Un egocentrismo tan exagerado que nos hace olvidar a aquellos que nos beneficiaron, que estuvieron con nosotros, que nos ayudaron. 

La ingratitud no reconoce el mérito ajeno ni los favores que recibe, muy lejos de ello, los ignora. 

La Ingratitud

La ingratitud es una forma de egoísmo. El egoísmo es aquella actitud que nos lleva a ignorar el bien que nos hacen los demás; de tanta concentración en sí mismo, tan acostumbrado a querer siempre lo mejor para sí, el ingrato se olvida del otro y lo desprecia.

La ingratitud es un mal hábito, una falta de generosidad que se convierte en uno de los tragos amargos y desagradables que los seres humanos tenemos que vivir, una mezcla de maldad y olvido, de egoísmo y frivolidad. Amigos del alma, conocidos, familiares allegados y no tanto, y muchas veces padres, hijos, cónyuges pueden perpetrar ese acto que tanto cuesta procesar. 

Y no es que hacer favores por amor nos habilite a exigir eterno agradecimiento, ni a esperar una devolución material, sino que agradecer es de buena educación, la gratitud es un sentimiento de las buenas personas. 

Quienes nos enseñaron a escribir y a leer, los que nos enseñaron a comprender el mundo, los que nos mostraron con sus errores aquello que no queríamos ser, los que nos dieron su atención y nos consolaron en los peores momentos, los que cocinaron para que disfrutásemos, los que compartieron buenos y malos momentos y los que son faros en nuestro recuerdo a través de su ejemplo en nuestra memoria merecen nuestro agradecimiento. 

Agradecer es un verbo a veces olvidado. Junto al respeto, la solidaridad, la colaboración, el agradecimiento es una virtud, respetar, ayudar, colaborar y agradecer son verbos que deberían ser conjugados a diario. 

2°-ASI ES LA INGRATITUD... VA DE CUENTO.- Un carnicero estaba a punto de cerrar su negocio cuando vio entrar a un perro. Trató de espantarlo pero el perro volvió. Nuevamente intentó echarlo, pero se dio cuenta de que llevaba un sobre en el hocico.

Con curiosidad el carnicero abrió el sobre y en su interior encontró un billete de 800 pesos y una nota que decía:” ¿podría mandarme con el perro 1 Kg. de carne picada de ternera y 1/2 Kg. de pierna de cerdo?”.

Asombrado, el carnicero tomó el dinero, colocó la carne picada y la pierna de cerdo en una bolsa que dejó junto al perro, pero se olvidó de darle el cambio…

El perro comenzó a gruñir y mostrarle los dientes. Al darse cuenta de su error, el carnicero puso el cambio del billete en la bolsa; el perro se calmó, cogió la bolsa en el hocico y salió del establecimiento.

El carnicero no salía de su asombro, así que decidió seguir al can y cerró apresuradamente su negocio.

El animal bajó por la calle hasta el primer semáforo, donde se sentó en la acera y aguardó con la bolsa a que la luz se pusiera en verde para cruzar. Atravesó la calle y se dirigió a una parada de autobús seguido de cerca por el carnicero. En la parada, el perro vio llegar un autobús, se fijó que no era el correcto y siguió esperando a que llegara el suyo para subirse  seguido del hombre.

El carnicero, boquiabierto, observó que el animal, sentado muy propio, miraba con atención por la ventana reconociendo el lugar donde debía bajarse del autobús. De repente el can se incorporó en el asiento y erguido sobre las patas traseras, tocó el timbre para bajarse, siempre con la bolsa en su hocico.

Bajaron perro y hombre y caminaron por la calle hasta que el perro se detuvo ante una casa. Puso la bolsa junto a la puerta y retirándose un poco se lanzó contra ésta golpeándola fuertemente. Repitió la acción varias veces pero no obtuvo ninguna respuesta.

En el colmo de su asombro, el carnicero vio cómo el perro volvía a coger la bolsa en el hocico, rodear la casa, saltar una cerca y dirigirse a una ventana. Tocó con las patas el vidrio de la ventana del baño, varias veces y sin soltar la bolsa, regresó a la puerta de la casa.

En ese momento, un hombre abrió la puerta y comenzó a golpear al pobre perro. El carnicero corrió hasta el hombre para impedirlo  diciéndole:

– “Por Dios, amigo, ¿qué está haciendo? ¡Su perro es un genio, es único!”.

El hombre, evidentemente molesto, respondió:

¡Qué genio ni qué #$%! Esta es la segunda vez en una semana que al muy estúpido se le olvidan las llaves… ¡y yo estaba en el baño!”

MORALEJA: Por más que te esfuerces y cumplas más allá de tu deber en el trabajo, a los ojos de un jefe siempre estarás por debajo de lo que él quiere.

BUEN DÍA.