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La emergencia de las injusticias

Es injusto que la carencia de infraestructura e insumos impida el acceso a las pruebas del Covíd y orille a médicos a elegir qué vidas priorizar.

Pocas veces como ahora nos damos cuenta que los derechos y libertades de las que somos portadores nos acompañan todo el tiempo, en calidad de escuderos que despejan el camino para que alcancemos el proyecto de vida que hemos elegido. Es verdad que hasta hoy nadie nos los ha quitado, pero es igualmente cierto que la pandemia ha venido a afectar profundamente las posibilidades de miles o millones de personas.

Precisamente por ser una emergencia sanitaria, la vida y la salud de todos se ha visto comprometida, desvelando que aun hace falta mucho para lograr una atención médica universal, oportuna y de calidad de los padecimientos comunes, y ya ni se diga de las enfermedades emergentes que nos toman desprevenidos. Las imágenes de hospitales saturados y de enfermos esperando el acceso a un respirador, sin tener contacto con sus familiares, son cada vez más dramáticas. Es injusto que la carencia de infraestructura e insumos impida el acceso a las pruebas del Covíd y orille a médicos a elegir qué vidas priorizar.

La emergencia de las injusticias

Ni qué decir tiene que el empleo se ha visto seriamente comprometido porque la detención de la actividad económica ha orillado al despido masivo de trabajadores, a la reducción de los salarios o a la postergación de las contrataciones, desvelando las carencias de millones de mexicanos, que viven al día, en la economía informal, sin ingresos fijos que les permita quedarse en casa. Es injusto que muchos estemos resguardados mientras otros dejan la vida en las calles por el sustento de sus familias, como también lo es que desde el gobierno de la República se emprenda la disminución de las salarios y privación del aguinaldo de los funcionarios públicos. 

El acceso a la justicia también ha sufrido los estragos de la pandemia. Muchísimas personas en prisión de repente vieron detenerse decisiones clave sobre su condición jurídica, y se quedaron en la antesala de retomar su libertad o de recibir su condena, de promover un recurso o sencillamente de obtener una respuesta de las autoridades. El desamparo de la justicia se extendió durante todo abril, pues los tribunales, desde la SCJN, el TEPJF, los tribunales y juzgados federales, dejaron de reaccionar adecuadamente, hasta que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y el Relator Especial de la ONU levantaron la voz en torno a la urgencia de utilizar las tecnologías informáticas para continuar resolviendo los asuntos. 

Esas injusticias siguen muy presentes en los estados, ya que mientras el derecho a la defensa está detenido, distintas procuradurías y fiscalías parecen sigilosamente avanzar para ajustar cuentas con el pasado, buscando que no quede mucho rastro para no exhibir su total dependencia de ejecutivos locales. En todo este periodo, curiosamente la Conatrib ha brillado por su ausencia, mostrando poca capacidad de diálogo y articulación entre poderes judiciales.  

No debe pasar desapercibido, sin embargo, que así como algunos de nuestros derechos adolecen durante la pandemia, otros adquieren necesariamente una nueva connotación ante ella. 

Frente a una emergencia en donde las decisiones se han venido tomando con la mayor celeridad y libertad, el acceso a la información será, probablemente, una de las herramientas que en el corto plazo nos permitirá la reconstrucción de la discrecionalidad gubernamental, para ponderar si estuvo justificada, si fue débil o excesiva, o si de ella se desprenden responsabilidades. 

Necesitamos preservar la transparencia si aspiramos a salvaguardar la memoria documental de la pandemia. Este banco de datos será esencial para la rendición de cuentas de representantes populares, porque no hay duda de que la gestión política del Coronovirus será el principal eje de las contiendas electorales de 2021, en donde estaremos convocados a definir a quienes tendrán a su cargo la reconstrucción del tejido social durante la postpandemia.

Es injusto que se piense en postergar el llamado a elecciones, porque la recuperación del país depende, en buena medida, de la salud de nuestro sistema representativo y democrático, pues el reto que se avizora es tan grande que en algunos ámbitos, más que retomar el paso, se requerirá de un auténtico nuevo comienzo.