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La corrupción en la 4T

La situación actual con respecto a la pandemia causada por el Covid-19 sugiere que, aparte de una meticulosa planificación en lo que respecta a la problemática sanitaria, también resulta necesario, como poco, planificar el modo de hacer frente a problemas relativos a la seguridad nacional en caso de que la pandemia tenga unas consecuencias más graves que los últimos episodios de pandemia mundiales. La medida unilateral y drástica  anunciada por el presidente estadunidense Donald Trump restringiendo en su totalidad vuelos provenientes de Europa a los Estados Unidos por 30 días con excepción del Reino Unido limitará el tráfico de viajeros desencadenando un efecto dominó doméstico cuyas esquirlas lastimarán la vulnerable esfera mexicana que sufre repercusiones económicas a causa de malas decisiones en las finanzas públicas, que serán tanto o más graves que la propia enfermedad, lo que puede conducir a una crisis política y una desestabilización del Estado. Las pandemias no son ajenas a la seguridad nacional y forman parte inalterable de las crisis geopolíticas.

El gobierno mexicano se encuentra en un punto de inflexión ante la complejidad de los escenarios, internos y externos, que golpean la cacareada transformación en las últimas semanas. Los puntos más débiles ubicados en el ámbito financiero, económico, sanitario, social y en el ámbito de la inseguridad son demasiados frentes abiertos, en muy poco tiempo, para un gobierno cuyas decisiones se toman de manera vertical desencadenando con ello una enorme ineficiencia en el arte de gobernar que, con todo respeto, tiene bastante ciencia. Al presidente Andrés Manuel López Obrador se le ve obstinado con la idea de que los conservadores complotan para derrumbarlo o tumbarlo. Este pensamiento le está quitando visión periférica, perspectiva y mesura para entender que el tiempo se agota para dar soluciones expeditas al desorden en áreas de su gobierno, culpa de la ineficacia e inmovilidad de varios integrantes de su gabinete.

La corrupción en la 4T

Pero hay algo más que lo tiene molesto. El presidente ya olió un tufo de corrupción en algunas áreas sumado a excesos por parte del círculo verde olivo. Los militares metidos en demasiadas esferas empiezan a cometer actos que los colocarán en el futuro no muy lejano en una delicada encrucijada. La austeridad es emblema que distingue al presidente. No hay medias tintas ni simulaciones y ha sido ejemplo que no se ha dimensionado por algunos generales de la cúpula castrense.

La relación civil-militar debe cuidarse pero el ambiente interno en el ámbito verde olivo dista mucho de estar cohesionado y en su mejor momento. La Guardia Nacional hace agua por todas partes y la construcción del aeropuerto de Santa Lucía presenta pistas de una corrupción que ya se comenta en Palacio Nacional.

Hay un claro pronóstico, pese a la sordera presidencial, sobre la tormenta perfecta que está tocando de manera transversal a este gobierno en su segundo año. 

Las circunstancias externas no estarán bajo control, el colapso de los mercados, el territorio desconocido de las consecuencias aquí del Covid19, la economía mexicana que no está blindada, un deficiente sistema de salud ante una pandemia, una clase empresarial con síntomas de agotamiento y poca paciencia son factores de peso para un golpe de timón.

POR LA MIRILLA: Es inadmisible que ante un protocolo para evitar contagios, López Obrador siga repartiendo abrazos.