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El peso y la Reserva Federal estadounidense

Después de varios episodios de depreciación y fluctuación del peso desde 2013, nada es más claro que la enorme influencia que tiene, sin proponérselo, la Reserva Federal estadounidense (la Fed) sobre el tipo de cambio.

Después de varios episodios de depreciación y fluctuación del peso desde 2013, nada es más claro que la enorme influencia que tiene, sin proponérselo, la Reserva Federal estadounidense (la Fed) sobre el tipo de cambio. 

El anuncio significativo que hicieron en febrero la Secretaría de Hacienda y el Banco de México de medidas macroeconómicas con fuertes recortes de gasto público en Pemex y en el gobierno, así como un aumento de la tasa de interés del Banco de 50 puntos base, pareció dar un alivio permanente al peso. Muchos le atribuyeron la apreciación que tuvo de 19.2 pesos por dólar el 15 de febrero a 17.2 el 3 de mayo. 

El peso y la Reserva Federal estadounidense

En efecto, los funcionarios del banco habían dicho que este fortalecimiento se debía a las medidas macroeconómicas que anunciaron en febrero. Más aún, insistieron en que el banco así demostraba que podía anticiparse a la Fed y subir su tasa de fondeo independientemente de que éste lo hiciera o no. 

Pero sólo tomó unos días más en mayo para que los mercados mostraran que, aun cuando las medidas macroeconómicas fueron significativas en el contexto de México, para los inversionistas extranjeros lo esencial sigue siendo lo que haga la Fed. Así, la pura minuta de la reunión de éste, dada a conocer el 18 de mayo, desató un nuevo episodio de depreciación de la moneda. 

La misma indicó que el empleo sigue en aumento en Estados Unidos y la inflación, aunque en un nivel bajo, apunta al rango esperado por la autoridad. Esto, de continuar en el segundo trimestre, haría “apropiado” un aumento de la tasa de interés, el segundo después de una larga pausa desde diciembre. 

La reacción tan fuerte del mercado es porque no se trata de sólo un aumento más, sino de varios, antes de que la Fed concluya un ciclo alcista del interés, necesario para, en lo posible, “normalizar” su política monetaria. Significa transitar de una postura de gran laxitud, dando liquidez a los mercados financieros, al retiro de mucha de esa liquidez. El instrumento para hacerlo es la tasa de interés. La reacción tan virulenta del mercado causando de nuevo una depreciación del peso de 17.2 por dólar a 18.5 al cierre de mayo sólo se explica por lo excesivo de la liquidez, parte de la cual está asignada por los inversionistas extranjeros en valores mexicanos, especialmente bonos del gobierno. 

Una conclusión es que si ese es el temor de los extranjeros, entonces hay un exceso de saldos en los bonos mexicanos que se van a tener que retirar. Por lo tanto, el nivel de reservas del banco debería bajar más y al mismo tiempo el peso ajustarse. El banco puede, con aumentos de su propia tasa de interés, suavizar el ajuste, pero es improbable que lo pueda impedir. 

De ahí que ya hubo un salto en el rendimiento de los valores gubernamentales a tres y seis meses, aun antes de que el banco aumente su tasa, pues en su última reunión decidió dejarla sin cambio. 

El mercado también reacciona así porque esperaba el aumento, pues la narrativa del banco fue que “no sería tímido” para aumentar el interés, ni “complaciente”, expresada frecuentemente en sus pronunciamientos y minutas de reuniones. 

Desde luego, un aumento del interés no ayudaría al crecimiento económico que ya es bajo y podría golpear a los consumidores que se han estado endeudando para adquirir bienes durables. 

Los próximos dos años serán difíciles para las tasas de interés, el peso y las reservas si el Fed sigue aumentando su tasa de interés. La Línea de Crédito Flexible renovada por el FMI puede ayudar por un tiempo al peso, pero no impedir el resultado final.

rograo@gmail.com