Editoriales > CÓDIGO DRESSER

El cuento del combate a la corrupción

En nombre de la cruzada anti-corrupción, el presidente está purgando al país. Y al atacar a otros, logra proteger a los suyos y desviar la atención sobre los casos de corrupción que han brotado dentro de su propia administración

Desde el púlpito más poderoso del país, el presidente de México aseguró que los científicos eran unos “ladrones”. Afirmó que quienes defienden los 109 fideicomisos extinguidos defendían la corrupción. Encomendó a la directora del Conacyt, María Elena Álvarez Bullya, la tarea de armar una presentación que exhibiera la corrupción generalizada que se dio en ellos. Logró que la mayoría morenista en el Poder Legislativo los extinguiera. Y quienes le creen sin chistar o verificar, celebraron el triunfo de los buenos sobre los malos, la victoria de los impolutos sobre los manchados, el golpe que la “Cuarta Transformación” le dio a todos los mamadores de la malversación. Compraron el cuento que el presidente les vendió, sin percibir siquiera que se volvería una novela de policías abusivos y bandidos imaginarios.

La persecución de la corrupción en la 4T no parece tener un rasero unívoco, un patrón institucional, una metodología razonada y razonable –apegada a la ley– que justifique cómo, cuando y contra de quien actúa. Embiste a algunos y no toca ni con el pétalo de una investigación a otros. Persigue a los adversarios mientras cierra los ojos ante los atropellos cometidos por los amigos. Sobre sus críticos, el presidente tiene mucho de qué hablar. Pero sobre la corrupción de sus aliados, no dice ni pío.

El cuento del combate a la corrupción

Usado y narrado de esa manera, el combate a la corrupción se vuelve un pretexto orwelliano para consolidar el poder y alinear a los no alineados. La guerra contra los corruptos se libra contra objetivos cuidadosa y selectivamente seleccionados. Eso le permite al presidente evidenciar públicamente a los traidores, instilar miedo entre quienes podrían ser puestos en el paredón a futuro, y así erigirse en uno de los líderes más poderosos en décadas. AMLO preside sobre un ciclo –aparentemente sin fin– de investigaciones y exhibiciones, después glorificadas por la propaganda gubernamental. En nombre de la cruzada anti-corrupción, el presidente está purgando al país. Y al atacar a otros, logra proteger a los suyos y desviar la atención sobre los casos de corrupción que han brotado dentro de su propia administración.