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Con AMLO, una ministra a Gobernación

He referido ya las razones por las cuales creo que vale la pena votar por López Obrador. El primero de julio también votaré por Olga Sánchez Cordero, con la esperanza de que el próximo presidente cumpla su promesa de hacerla secretaria de Gobernación. Incluir en el equipo a la ministra ha sido un éxito de esta campaña: su perfil y trayectoria, las agendas que ha enarbolado y su propio estilo personal e institucional son un buen complemento para el candidato. Haberla elegido dice más de López Obrador que muchas palabras. Cinco elementos me entusiasman especialmente:

1. Representa un avance simbólico para las mujeres. Su elección rompe el techo de cristal, al perfilarse como la primera mujer a cargo de la política interior del país. Envía un mensaje democrático y de apertura; podría traer luz a una secretaría que se ha caracterizado por la oscuridad. Allí donde la política la han hecho siempre los hombres, con su estilo y con sus prácticas, una mujer comprometida con sus pares tendrá la oportunidad de ensayar otra forma de hacer política.

Con AMLO, una ministra a Gobernación

2. Su compromiso con el Estado de derecho y la autonomía del Poder Judicial. La ministra representa una postura a favor del respeto a la legalidad y el fortalecimiento de las instituciones de justicia en todos los niveles. En particular, está preocupada por profesionalizar los juzgados, fortalecer los poderes judiciales locales —hoy bajo control de los gobernadores— y acercar la Justicia a la gente. Respalda una fiscalía autónoma y la creación de fiscalías autónomas regionales; es crítica de la ley de seguridad interior por anticonstitucional.

3. Su firme compromiso con los derechos humanos. Tiene una preocupación por las víctimas y un interés por crear comisiones de la verdad que permitan la reparación del daño y la reconciliación en un país lleno de dolor insepulto; también está por fortalecer las comisiones estatales de derechos humanos y una ley de amnistía para pacificar el país. Abraza con entusiasmo y convicción la agenda contra toda forma de discriminación, sea en contra de migrantes, minorías religiosas, pueblos indígenas, mujeres, personas LGBTI, etcétera. Seguramente se inclinará por fortalecer al Conapred y la agenda antidiscriminatoria en el país.

4. Ha defendido una agenda de respeto a las libertades y la justicia social, la cual ha sabido defender como ministra de la SCJN y como constituyente de la Ciudad de México. Sus sentencias a favor de las mujeres, la interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio igualitario y el consumo de mariguana (que hoy plantea despenalizar) son evidencia de su compromiso con una agenda liberal-progresista que debe acompañar a las izquierdas a la par de la lucha por la justicia social. Sánchez Cordero también hizo esto último al plantear el derecho a un mínimo vital como constituyente.

5. Se atreve a discrepar abiertamente con el candidato. Lejana a la abyección que suele acompañar a los liderazgos fuertes, ha sabido discrepar o tomar distancia en ciertos temas. Lo hace de una forma que muestra su gravitas, al mismo tiempo que derriba el mito de un líder autoritario que no considera opiniones distintas o rechaza el disenso. La ministra no comparte la propuesta de revocación de mandato cada dos años, por considerarla inviable en un sistema presidencial; descree de la idoneidad de un tribunal constitucional, por considerar que dicha función ya la lleva a cabo la SCJN; piensa que los derechos no pueden someterse a consulta, y se deslindó con elegancia cuando AMLO señaló —al calor de la arenga electoral— que la Corte no había servido de nada al país.

Aunque Sánchez Cordero es institucional, confío en que sabrá comportarse como una ministra: buscará persuadir al presidente sobre su agenda y llamarlo a reconsiderar algunos de sus planteamientos. Indudablemente, encargarle el comando de la política interior al arranque de la nueva administración es uno de los mensajes transformadores que más necesita el país.