Editoriales > HÉCTOR DE MAULEÓN

AMLO-empresarios: el choque que nadie quiere ver

En la pasada convención bancaria que se celebró en Acapulco, y literalmente de último minuto, el periodista Leonardo Curzio preguntó a Andrés Manuel López Obrador si pensaba reconocer los resultados de las próximas elecciones aun si no le fueran favorables.

AMLO soltó entonces la hoy célebre frase del tigre. “Si se atreven a hacer fraude electoral, yo me voy a Palenque, y a ver quién va a amarrar al tigre. El que suelte el tigre que lo amarre, yo no voy a estar deteniendo a la gente”.

AMLO-empresarios: el choque que nadie quiere ver

El candidato presidencial había ido a tranquilizar a los banqueros, a pedirles que le tuvieran confianza (había en el lugar un millar de ellos). Esa última declaración, pronunciada luego de un discurso que había resultado perfecto, cayó como un balde de agua fría.

Se reportó en la prensa que las palabras del candidato fueron recogidas con temor, y entre muchos banqueros como amenaza.

El acuerdo fue que López Obrador había recobrado su talante agresivo.

Carlos Loret relató después que semanas antes del evento aquel en Acapulco, la cúpula de BBVA-Bancomer había tenido una cena con AMLO. Se hallaban presentes desde el presidente del banco hasta los de los 28 consejos regionales.

Encontraron un candidato cansado, radical, intransigente. En el chat de los banqueros, al que tuvo acceso Loret, alguien había escrito: “El consenso es homogéneo: ya nos llevó la Chi…ada”.

De acuerdo con la conversación, AMLO había hablado de “economía mixta, plebiscitos cada 2 años, cambios estructurales después de los 2 primeros años, darle una oportunidad para buscar consensos a Napoleón (Gómez Urrutia) y de los líderes de los maestros”. Había hablado también de “parar las obras del AICDMX”. “Las escuchamos horrorizados —se leía en el chat—. Esta amenaza ha pasado de ser esto, una amenaza, a casi una realidad”.

En esos días se publicó en El Financiero la opinión de un analista de estrategia del banco Bilbao Vizcaya Argentina, Alejandro Cuadraro, quien estimó que en vísperas de la próxima elección el peso caería 7% si AMLO seguía arriba en las encuestas.

Circuló a continuación un estudio que el grupo de banca de inversión y valores Goldman Sachs había enviado a sus clientes principales. El documento preveía el triunfo de AMLO. Pero advertía que las políticas económicas del posible ganador de las elecciones podrían conducir “a desequilibrios macroeconómicos visibles”.

En esos días corrieron rumores de que, en reuniones entre grandes “capitanes de la industria” se compartía este temor: retiro de inversiones, salida de capitales, zozobra económica si AMLO mantenía sus posturas contra la reforma energética y la construcción del nuevo aeropuerto.

El lunes, al salir precisamente en defensa de este último proyecto (en el que empresas suyas participan en la construcción de pistas y del edificio de la terminal, entre otras cosas), el empresario más importante de México, y uno de los hombres más ricos del mundo, Carlos Slim, dijo que la postura de López Obrador sobre el nuevo aeropuerto “me preocuparía y me daría miedo por todo lo demás que siga, porque si ese va a ser el criterio, yo creo que van a ser criterios equivocados de inversión”.

Todo esto ha sucedido en sólo mes y medio: en ese lapso el Consejo Coordinador Empresarial le pidió a AMLO “discutir mejoras técnicas” sobre el NAICM; él exigió a los empresarios que lo convencieran de la viabilidad del proyecto y acordó formar una mesa de análisis; más tarde desechó esta propuesta y prometió buscar a los empresarios “cuando sea presidente”, para convencerlos de que el nuevo aeropuerto “no es un buen negocio”.

En ese mes y medio sólo aparece un conjunto de malas señales: la ruta hacia una posible y casi segura confrontación. Un choque de consecuencias impredecibles. El choque que nadie quiere ver.

NOTA: En medio de ese clima de preocupación, apareció el día de ayer un nuevo desplegado, que firma un grupo muy diverso de empresarios y ciudadanos. El documento urge a los candidatos a la Presidencia a responder un conjunto de preguntas sobre Estado de Derecho, violencia, corrupción, economía y desarrollo social. Tiene como fin, según sugieren sus líneas de presentación, otorgar a los votantes certezas que les permitan estar mejor informados y “votar con plena conciencia”.

Las preguntas son variadas: si los contendientes creen que es necesario renovar la Constitución, si realizarán reformas institucionales (desaparición o creación de secretarías), si gobernarían con la concentración del poder que ha prevalecido en la política nacional, si es posible pactar con organizaciones delictivas para reducir la violencia, si su gobierno perseguiría todo acto de corrupción sin acuerdos de impunidad, etcétera.