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Actuar con serenidad

Éste es el comienzo de una nueva era; ha sido larga la travesía, pero valió la pena transitarla

Muchos años tuvieron que pasar para lograr la confianza de la mayoría del pueblo; no estuvieron exentos de adversidades, ingratitudes, infamias y traiciones: el poder político y económico, permanentemente en contra de Andrés Manuel López Obrador y el movimiento que construyó desde abajo.

Pero una vez reconocidos el triunfo y la voluntad popular, muchas personas creyeron que lo ofrecido en campaña eran sólo discursos vacíos, que no se podrían sostener en la práctica política ni en los hechos. Que sería más de lo mismo.

Actuar con serenidad

Así, dejaron transcurrir los días, con el ánimo de que seguiría firme el estado de cosas actual, e intocados, los privilegios y las políticas extractivas. Tendieron puentes, ofrecieron colaboración, manifestaron agrado y respeto por el resultado electoral, y hasta propusieron alianzas para impulsar la nueva realidad de la cual formarían parte fundamental, para —creyeron— continuar con el gatopardismo institucional que durante décadas ha operado en toda alternancia política que hasta ahora se había presentado.

Sin embargo, al poco tiempo de haberse confirmado el triunfo en las urnas, sorprendió la perseverancia y la congruencia de un dirigente social —ahora, presidente electo— firme, y decidido a cambiar el régimen político; a iniciar lo que él ha denominado la Cuarta Transformación de la vida pública nacional. Un hombre surgido de la lucha política, honesto, sin ambiciones económicas, sin pertenencia a grupos económicos, sin aspiraciones de acumular riquezas, conocedor del sentimiento social de cada uno de los pueblos del país, y únicamente con un propósito claro: cumplir con los compromisos y el ideario político planteado durante años.

Ahora, él se encuentra de nueva cuenta en la palestra de la discusión política. Aun sin haber asumido la responsabilidad pública, está sometido a una intensa campaña mediática polarizada, ríspida, ruidosa, como nunca se había visto con un presidente electo en el pasado. Al respecto, es impresionante observar la coincidencia de sectores conservadores del poder económico y gubernamental, y de medios de comunicación con influencia en la opinión pública.

Esto hace pensar que, por parte de estos grupos, continuará la estrategia de desgaste político, la confrontación y el combate ideológico en contra de AMLO y el movimiento social que encabeza, al darse cuenta de que, sin titubeos, se está planteando la transformación del país. Y, pensándolo objetivamente, resulta lógico y hasta natural que defiendan y protejan los intereses económicos y los privilegios políticos que durante décadas han disfrutado sin molestia ni interrupción.

Estoy seguro, porque lo conozco desde hace veintiún años y lo he acompañado durante todo este tiempo, de que, a pesar de todo esto, el presidente electo no variará ni frenará los cambios que se propuso; seguirá atendiendo los síntomas del malestar institucional, y, en su momento, incorporando políticas públicas inclusivas.

Nosotros, por nuestra parte, como simpatizantes e integrantes de este singular movimiento, debemos estar unidos y atentos para sostener por la vía institucional el programa político y social votado en las urnas por amplia mayoría.

Debemos actuar con sensatez y tolerancia frente a sectores de la población y personas que defienden y justifican los privilegios de una oligarquía económica y política que se excedió en sus límites por acumular riqueza y poder. E, incluso, respecto a quienes pugnan por la continuidad de los altos ingresos para una alta burocracia que forma parte del statu quo; que se pronuncian por el favoritismo y el contratismo ilegal.

Debemos estar conscientes de la realidad de la herencia pública, de lo dramático del deterioro nacional, la deuda, la inseguridad, la corrupción, la impunidad, la desigualdad, el Estado colapsado. Ante esto, aunque actuemos con serenidad, es imposible cerrar los ojos.

Es indudable, será para el bien de la patria. Éste es el comienzo de una nueva era; ha sido larga la travesía, pero valió la pena transitarla, para ahora concretar el propósito en ella planteado.