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Jalisco: un ajedrez partidista a espaldas de la ola de violencia

Si Jalisco es prioridad de Enrique Alfaro, ¿por qué dedicarle tanta energía a la política electoral y tan poca a la imparable ola de violencia?

En mitad de una crisis de violencia que ha hecho voltear la atención de todo país hacia Jalisco en los meses recientes, con episodios tan espantosos como el de los trabajadores de un call center que fueron ejecutados en Zapopan o el del grupo de jóvenes amigos desaparecidos en Lagos de Moreno, el gobernador Enrique Alfaro tiene la mira puesta en otros terrenos muy diferentes a la seguridad pública. Alfaro ha aparecido en redes, sí, para posicionar a su Gobierno ante los hechos criminales y reivindicar la labor que hace la fiscalía local. Pero resulta claro que dedica más atención a un esfuerzo distinto. La política partidista jamás se ha alejado de su mira. Y ahora ha hecho una apuesta importante en ese tablero.

Alfaro declaró, el pasado miércoles 23 de agosto, que no se encuentra conforme con la dirección que ha tomado el partido que lo llevó al poder, es decir, Movimiento Ciudadano (MC). Y anunció su virtual rompimiento con la dirigencia nacional encabezada por Dante Delgado Ranauro. Ya en esas, dijo que se retiraría de la política una vez concluido su mandato y garantizó que no aceptaría candidatura o posición alguna en las administraciones que resulten electas en los procesos confluyentes (estatal y federal) de 2024.

Jalisco: un ajedrez partidista a espaldas de la ola de violencia

Según sus palabras, Alfaro tomó esta decisión por la negativa de Dante Delgado a dialogar en torno a la posibilidad de sumarse a una candidatura presidencial en común con el Frente Amplio, es decir, la alianza opositora al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Por otro lado, según aseguraron diversas fuentes de MC, entre ellas el senador por Nuevo León Luis David Ortiz, lo que en realidad motivó la espantada de Alfaro fue la intención de Delgado de tomar el control del partido en Jalisco (que es, en representación y según las encuestas, la principal fuerza política del estado) y privar al gobernador, así, de imponer a sus allegados políticos en las candidaturas a los puestos en contienda: gobernatura, alcaldías, senadurías y diputaciones locales y federales. Todo un botín.

Numerosos periodistas de la fuente local han indicado, incluso, que Alfaro pretende llevar a la gobernatura al senador Clemente Castañeda, actual senador por Jalisco y ex líder nacional de MC, mientras que Delgado apoya al alcalde de Guadalajara, Pablo Lemus, el favorito en las encuestas. Otras versiones indican que Alfaro podría optar por empujar una alianza con el Frente Amplio, eludiendo una competencia entre oposiciones que abriera el camino a que Morena, hasta ahora alejada del poder en Jalisco, lo ganara. Y, luego de ver las consecuencias de la alianza y en espera de que sus cercanos retengan el poder estatal y los espacios legislativos conseguidos a nivel federal, el gobernador, según esta lógica, consideraría formar un nuevo partido e impulsar la que fue su obsesión durante la primera parte del sexenio: la candidatura presidencial. Esta vez con vistas a 2030.

Ahora bien: estos movimientos del gobernador podrán resultar exitosos o no, según una multitud de factores que él no controla. Pero lo cardinal es que, mientras él mueve fichas en sus partidas políticas, el estado se debate bajo el pie del crimen organizado. Jalisco encabeza las estadísticas nacionales de desapariciones y puntúa alto en las de homicidios. La escala del daño que miles de familias han recibido de parte del crimen en el sexenio, ante la incapacidad de evitarlo por parte del gobierno, tanto jalisciense como federal, es enorme.

Aunque el movimiento que lo ha apoyado refrendó su poder en las elecciones intermedias de 2019, Alfaro está lejos de encontrarse en la cumbre de la popularidad. Existe inconformidad con su figura y su gobierno entre los ciudadanos. El abucheo que se llevó por parte de los maestros estatales en un acto protocolario es una muestra de que no tiene a Jalisco tan en la palma de la mano como parecer dar por sentado. Aunque su entorno presuma que su imagen ha mejorado en las recientes encuestas de aprobación. Una pregunta, en fin, parece válida: si Jalisco es su prioridad, ¿por qué dedicarle tanta energía a la política electoral y tan poca a la imparable ola de violencia?