Columnas > ARTÍCULO DE FONDO

El dedazo doble: ¿AMLO también va a elegir a la candidata opositora?

Si la exaltación como rival de Xóchitl Gálvez no es voluntaria, sino producto de una irritación mal contenida, el presidente podría estar creando un obstáculo considerable en la sucesión

Vaya que ha corrido saliva (y tinta, aunque esto ya sea solo una metáfora) sobre la peculiar obsesión del presidente Andrés Manuel López Obrador en contra de la precandidata opositora Xóchitl Gálvez. No hay día en que el mandatario no se refiera a ella en su conferencia de prensa. La ha convertido en el objetivo central de sus estallidos de cólera. Ya se llevó hasta una admonición del comatoso INE por su insistencia en involucrarse en el proceso electoral para descalificarla. Ya desafió las leyes para revelar ganancias y tratos de la empresa de la que es propietaria Gálvez sin que se tratara de información pública. Cabe preguntarse qué le sucede al presidente y por qué está empeñado en una embestida qué no parece estarle redituando los beneficios políticos que persigue.

El dedazo doble: ¿AMLO también va a elegir a la candidata opositora?

Lo primero es puntualizar un detalle curioso: la campaña del mandatario contra Gálvez parece replicar, con todas las distancias guardadas, aquella que desató Vicente Fox contra el mismo López Obrador cuando era jefe de Gobierno de la Ciudad de México y se pasó por el arco del triunfo un amparo para avanzar en la construcción de su obra pública. Fox quiso aprovechar ese desacato (que prefiguraba el desprecio que las leyes le han merecido siempre al tabasqueño) e impulsó su desafuero en la Cámara de Diputados. Trataba, obviamente, de impedir que se postulara a la presidencia. El desafuero se consumó, sí, pero López Obrador terminó por salir indemne e incluso reforzado de lo que se vio como una persecución desproporcionada en su contra. ¿Por qué, ahora que es presidente, replica aquello de lo que tanto se quejó y que, de hecho, se convirtió en uno de los mitos fundacionales de su movimiento?

El segundo punto para considerar no es menos exótico. Hace unos meses, incluso semanas, resultaba obvio que no había un líder claro entre la parvada de líderes opositores como para armar una candidatura en torno suyo. Ahora, en apenas unos días, la insistente agresión de López Obrador (y su corte de personeros, es decir, correligionarios, influencers y experiodistas comprometidos con su gobierno) ha catapultado a Xóchitl Gálvez como una figura muy por encima del lugar que guardaba en la imagen y opinión públicas. No tiene amarrada la candidatura de la alianza opositora, claro, pero ya es y por mucho el personaje que más destaca entre los de su bando. Paradójicamente, López Obrador podría haber elegido a la candidata que enfrentará al oficialismo, cuyo aspirante tanto se ha empeñado en seleccionar él mismo. Y este dedazo doble es insólito.

El tercer y último punto se desprende de los anteriores. Si la exaltación como rival de Gálvez no es voluntaria, sino producto de una irritación mal contenida, el presidente podría estar creando un obstáculo considerable a la sucesión que tanto desea para su proyecto político. ¿Para qué quiere una rival reforzada a fuerza de ponerla en primera plana todos los días? Hay que recordar que las calles mexicanas, de las que se siente dueño único, le han dado ya varios sustos a López Obrador (las multitudinarias marchas a favor del INE, solo por hablar del episodio más reciente). A la vez, y al menos con la información disponible hasta ahora, suena a disparate suponer que el efecto de posicionar a Gálvez como cabecilla de la oposición obedece a alguna clase de cálculo presidencial.

Quizá, a fin de cuentas, el consejo del INE resulte el más prudente para los propios intereses del mandatario. Es decir, que deje de dedicarle su conferencia diaria a su rival y así, de paso, evite hacerle la campaña.