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Intelectuales, al borde de un ataque de nervios

Sorprende la pobreza argumentativa de los 46 académicos y demás personalidades que firmaron un texto para exigir a los medios mayor equilibrio en el tiempo dedicado a sendas candidatas

Sorprende la pobreza argumentativa que mostró el desplegado de esta semana de 46 académicos, literatos, ensayistas y uno que otro exfuncionario, para exigir a los medios de comunicación "que en los canales estelares de la televisión abierta y en los horarios de máxima audiencia, se den iguales espacios de calidad a ambas candidatas, tanto en cobertura como en entrevistas". Se trata de medio centenar de intelectuales, la mayoría con valiosa obra en diversos campos y, por lo mismo, firmantes de un texto extrañamente endeble, aunque sintomático de un problema de fondo.

El párrafo anterior supone que los destinatarios de esta exigencia son los dueños de los medios y los conductores de los principales noticieros y mesas de análisis de la televisión. Desde luego no se refieren a los medios en manos del Estado que, evidentemente, no forman parte de "los canales estelares de la televisión abierta". En plata pura están hablando de Televisa y TvAzteca, propiedad del grupo que encabezan Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas, respectivamente. Los horarios de mayor audiencia son los noticieros matutinos y nocturnos de esos canales y sus programas de debate.

Intelectuales, al borde de un ataque de nervios

De su texto se desprende que los firmantes habrían encontrado en tales espacios un sesgo en favor de Claudia Sheinbaum, y estarían abogando por un mayor equilibrio. Algo que carece de sentido incluso para el observador menos avispado de estos programas. Cualquiera que se tome la molestia de ver las columnas de opinión de quienes conducen estos noticieros o los dichos de quienes participan en los espacios de debate podrá observar que predomina una línea crítica respecto a la 4T y a la perspectiva de la continuidad. Incluso yo diría que programas como La Hora de Opinar o Tercer Grado, por mencionar los principales, han hecho un esfuerzo para pluralizar las mesas y suavizar el sesgo antilopezobradotista que les caracterizaba. Un esfuerzo todavía a medias, hay que decirlo. Y, dicho sea de paso, varios de los firmantes del desplegado, que participan en tales programas, nunca extrañaron la falta de equilibrio de esos foros en los que solo podían escucharse matices de la misma versión. Durante años contemplamos tertulianos que se quitaban la palabra unos a otros para criticar al proyecto obradorista.

En realidad, la intención del documento es alertar respecto a la presión de Palacio Nacional, "similar a la que se ejercía desde Los Pinos en tiempos del antiguo sistema político. La prensa, la radio y la televisión están padeciendo estos embates que buscan privilegiar a la candidata del oficialismo en detrimento de la candidata de la oposición", afirman.

Lo anterior es una preocupación válida pero, otra vez, enunciada torpemente considerando que entre ellos abundan conocedores de la historia política del país. La presión del soberano sobre los medios hoy es diametralmente distinta a la del antiguo sistema político. En el pasado, los dueños de los medios formaban parte de la corte del soberano, gozaban de canonjías evidentes y eran regulados esencialmente a través de la publicidad oficial. La relación de la clase política con los conductores era amigable y, en ocasiones, algo más que eso. López Obrador debilitó el modelo zanahoria-garrote de la publicidad o el uso político de las concesiones. Más bien se ha enfrentado a los medios de manera abierta y convertido a la arena pública en un pulso entre él y ellos. ¿Es presión? Sin duda. Pero de naturaleza tan distinta, que resulta inexplicable la superficialidad del argumento que lo equipara con el sistema anterior.

López Obrador afirma que su intervención pública en contra de los medios adversos es necesaria porque se encuentra en minoría y lo obliga a parar golpes y distorsiones. El desplegado rechaza esa visión y afirma que la hostilidad de la que se queja el presidente "no resiste el análisis factual. La verdad es lo contrario". Pero los intelectuales no muestran algo que avale esta afirmación. Dos días más tarde, Mario Delgado, presidente de Morena, presentó el "análisis factual" que produce el seguimiento oficial del INE, realizado por la Universidad Autónoma de Nuevo León: las menciones negativas en contra de Claudia Sheinbaum superan sistemáticamente a las de Xóchitl Gálvez.

Es cierto que algunos de ellos mantuvieron una línea crítica contra los excesos y los yerros de los gobiernos priistas y panistas. Hoy mismo, que esos partidos no pasan por su mejor versión, no resulta fácil enarbolar la bandera de la oposición. Quizá la admiración de alguno de ellos por Xóchitl Gálvez sea genuina, pero asumo que para muchos otros se trata de una opción necesaria, más allá de que sea o no deseable. Los más honestos han externado su preocupación por la inconsistencia de sus propuestas o la escasa sustancia presidencial que hasta ahora le advierten. Pero asumirán que es lo que hay para oponerse a un proyecto político con el que están en desacuerdo. La repulsa a López Obrador es la única coartada que les permite justificar el apoyo a una opción personificada por Xóchitl Gálvez e impulsada por los Alito, los Marko Cortés, los Claudio X.

En fin, una buena parte de la comunidad intelectual está molesta con el Gobierno y preocupada por la perspectiva de un segundo sexenio. A mi juicio hay razones que justifican parte de esa inconformidad. En materia de políticas académicas, educativas, culturales y científicas la 4T tiene mucho que mejorar y enmendar. No solo eso, puedo entender que todos ellos difieren del proyecto de país que impulsa Morena o la manera de construirlo. Pero me parece que un desplegado como este ilustra el deslucido papel que han tenido en esta coyuntura; ha imperado la molestia y la pasión política.

Una parte de la inteligencia del país queda a deber frente al vuelco político y social que deja el tsunami obradorista. Compraron y distorsionaron los peores rasgos de López Obrador, desestimaron la importancia histórica del cambio de rumbo a pesar de los claroscuros y cercenaron la posibilidad de intervenir de otra manera. Ciertamente el estilo militante del presidente no ayudó y sería demasiado exigir una templanza budista a los directamente interpelados por las mañaneras. Pero creo que el grueso de los intelectuales terminó enfrentado a un movimiento, con el que simpatizan la mayoría de los mexicanos, al atrincherarse en su propia indignación.

Desde su perspectiva, había razones legítimas para la inconformidad, pero no para enajenarse y tirotear un proceso de cambio que es más vasto y complejo que las razones que esgrimen. La manera en que se entregaron a la irritación que les provoca los modos del tabasqueño comprometió su capacidad para analizar e interpretar el conjunto de lo que acabó sucediendo. El desplegado es una obvia muestra de ello; una expresión muy inferior al talento de este medio centenar de mexicanos. Por lo demás, estoy convencido de que el perfil de Claudia Sheinbaum y lo que ella representa tiene más coincidencias de fondo con esta comunidad de lo que Xóchitl Gálvez esté en condiciones de ofrecer. La pasión impide percibirlo.

@jorgezepedap