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Claudia Sheinbaum y el reparto

El éxito del Gobierno tendrá que ver, en parte, con la manera en que pueda gestionar las presiones para definir candidaturas, ahora, y distribución de posiciones en el gabinete, más tarde

En más de un sentido, el sexenio de Claudia Sheinbaum ya comenzó. Las decisiones que se están tomando afectarán el funcionamiento, límites y posibilidades del próximo gobierno. Desde luego, lo más decisivo será su programa y el gabinete necesario para llevarlo a cabo. Las dos cosas están en proceso de madurar: los equipos que preparan los documentos de lo que será el plan de gobierno trabajan desde hace semanas y seguramente varios de los coordinadores ocuparán puestos protagónicos en la nueva Administración. Pero muchos otros saldrán del actual Gobierno, tanto del federal como del de la Ciudad de México (donde sigue operando parte del equipo que le acompañó los últimos años).

El problema para reclutar colaboradores es que la política no opera como una empresa. Imposible recurrir a head hunters, a oficinas de reclutamiento profesional, salvo que se asuma que un servidor público equivale a ser un empleado de la Coca Cola, como lo hizo Vicente Fox, con resultados muy discutibles. Tampoco es un ejercicio libre en el que el reto se limita a encontrar el mejor perfil para cada puesto. Y no es así porque la política es el difícil arte entre lo posible y lo deseable.

Claudia Sheinbaum y el reparto

El éxito del Gobierno de Sheinbaum tendrá que ver, en parte, con la manera en que pueda gestionar las presiones para definir candidaturas, ahora, y distribución de posiciones en el gabinete, más tarde. Son presiones que ella no puede ignorar, pero tampoco puede ceder a muchas porque, de lo contrario, maniatarían a su Gobierno. ¿De dónde procederían?

Círculo de López Obrador. Al margen de que el presidente en verdad se abstenga de intentar influir y dejar controles sobre su sucesor, la inercia misma lleva a los hombres y mujeres del primer círculo a intentar colocar a sus colaboradores más leales o más expuestos. ¿Qué pasará con Jesús Ramírez, el vocero de Palacio Nacional, con los dos o tres operadores personales de AMLO, con Max Arriaga y otra docena de alfiles cercanos a la familia del presidente?

Las tribus, los radicales. Sin el carisma o el liderazgo histórico de López Obrador, la presidenta estará obligada a encontrar un nuevo equilibrio basado en el consenso tanto como en el mando vertical. López Obrador pudo dejar fuera de los puestos clave a las tribus o la izquierda tradicional; probablemente Sheinbaum se vea obligada a compartir algunas posiciones, para evitar un flanco abierto dentro de sus propias filas. Recordemos los incidentes que ya se han presentado en los últimos meses y que dejan en claro que estos grupos no le ofrecerán la misma subordinación incondicional que a AMLO: la candidatura de Clara Brugada frente a la de Omar García Harfuch, o la oposición a una alianza con Jorge Hank Rohn en el caso de Tijuana.

Gobernadores y otros grupos internos. Directivos de Morena y el necesario premio en reconocimiento al mérito a operadores clave de la campaña o la presión de gobernadores para colocar candidatos en alcaldías, escaños y curules. El equipo de Sheinbaum tendrá que rechazar la mayor parte de estas presiones, pero hay un límite. Requiere aliados para gobernar en todo el territorio, operadores capaces de hacer el trabajo en el partido o en las cámaras y estos no siempre son los incondicionales y, sobre todo, si no los hay dentro de su equipo. Un gobernador resentido, o varios, pueden convertirse en un incordio para Palacio Nacional porque tienen una base de poder territorial al margen del presidente.

Rivales de campaña. No está claro el peso que aún vayan a tener Marcelo Ebrard y Adán Augusto López, a quienes el presidente ofreció mucho a cambio de que aceptaran el resultado que terminó coronando a Claudia (ser coordinadores del poder legislativo). Tales promesas están ya descartadas, pero eso no significa que convenga ignorarlos, particularmente en el caso de Marcelo, cuya corriente, aunque disminuida, sigue viva.

Partidos aliados. El Verde, el Partido del Trabajo y otras corrientes sindicales cercanas necesitarán posiciones que permitan sostener la alianza que el gobierno requiere no solo por motivos electorales sino, posteriormente, para conseguir los votos necesarios para la aprobación de sus políticas y presupuestos en las cámaras. No estoy hablando de lo deseable (desprenderse ya de los partidos mercenarios) sino de la política real que lleva a buscar aliados para enfrentar a las fuerzas de la oposición. Ojalá que Claudia pudiera prescindir de tales falsos amigos, pero no es probable. El tema es cómo hacerlo corriendo el menor riesgo posible para efectos de contaminación y deterioro ético y político.

Candidaturas populares. Por lo menos por lo que toca a las campañas, Sheinbaum y la dirigencia de Morena están sujetos a una escasa presencia en algunas regiones y al hecho de que no siempre un personaje idóneo para una tarea está en condiciones de ganar la elección. El problema es valorar el costo a pagar cuando el que sí está en condiciones de hacerlo dista de ser un buen prospecto como gobernante o legislador: los lamentables casos de Cuauhtémoc Blanco en Morelos o Lilly Tellez en el senado tendrían que ser una lección a seguir para Morena.

Paridad de género y otros equilibrios. No siempre la sumatoria de las y los mejores para cada puesto dan por resultado un equilibrio deseable. Pero hoy en día todo mandatario está obligado a conseguirlo.

En realidad estas presiones, con algunas variantes, son parecidas a las que experimenta todo nuevo jefe de Estado en cualquier país. Es la naturaleza de la política. En México se resolvía con un sistema presidencialista a ultranza hasta hace 30 años, pero incluso dentro de este el mandatario buscaba equilibrios. En las siguientes administraciones las partidocracias y la élite empresarial influyeron considerablemente en estos repartos (Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto). Pero el fuerte liderazgo de López Obrador reinstaló el margen presidencial y pudo operar con amplia libertad. La verdadera limitación que tuvo el tabasqueño fue que su movimiento carecía de los cuadros suficientes para hacerse cargo de la administración pública federal. Subsanó esta carencia esencialmente echando mano de ex priistas y me parece que eso vulneró las agendas de la propia Cuarta Transformación.

Con Claudia Sheinbaum tenemos una situación inédita. Imposible regresar a la autonomía presidencialista del siglo pasado y tampoco podrá operar el absoluto control que ejercía López Obrador en Morena. Pero, por fortuna, no se ve que élites económicas o partidistas vayan a influir significativamente. Las primeras señales indican que ella buscaría reclutar entre profesionales y universitarios el enorme inventario de cuadros que requiere la administración, y prescindir de los muchos ex priistas en los que se apoyó el actual gobierno. Lo veremos en los próximos meses. Seguramente tendrá más margen en la definición del gabinete. Pero, por lo pronto, su equipo tendrá que hacer lo imposible para que la rebatiña de las candidaturas no deje lugar a un reparto que la limite, la boicoteé o le haga pasar futuras vergüenzas.

@jorgezepedap