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De adicto a adicto

Las fuerzas destructivas de tu propia vid

Hay personas que destilan amargura, resentimientos, dolor, soledad, tristeza, que buscan no al que se la hizo, sino a quien, con quien se la desquitan. Esos seres son tipos acomplejados, llenos de traumas que se desviven para causar daño; estilan, juegan con las emociones, los sentimientos de otros, por supuesto que son hipócritas, aparentar ser de una manera, pero su enfermedad emocional, mental y espiritual los trasforma en verdaderos sicarios de las emociones. Son los que tiran la piedra y esconden la mano, están sumamente cargados de energía negativa, destilan veneno cobardemente a espaldas de otros por envidia. Son los sembradores de intrigas, chismes, criticas, de ahí viene la contaminación emocional, esta lluvia de energía negativa que se palpa en cualquier lugar. Un gran porcentaje trae a su espalda la piedra del Pípila, con los años han ido acumulando y acumulando energía negativa, no se han dado la oportunidad de descaro, el único modo es hablar mal y a espaldas de otros. La gente envidiosa es mitómana, venenosa, son seres perversos que dañan a diestra y siniestra, les importa un bledo lesionar la integridad y la dignidad de sus víctimas; es gente malnacida, malas vibras, hierba mala.

Lo más recomendables es que no te aboques a la tarea de guardar y guardar, debes de aprender a hacer catarsis, a vomitar esas emociones torcidas, ese veneno que provoca la envidia; no debes de quedarte con nada, de lo contrario, no serás libre ni feliz; no seas es escusado de nadie, sacúdete a tiempo antes de que la negatividad te ahogue. 

De adicto a adicto

Cuentan que una vez se cayó un burro en un hoyo como de dos metros, los parroquianos trataron de sacarlo de mil maneras, pero no pudieron, el espacio no les permitía; entre todos  llegaron a la conclusión que abría que enterrar vivo al burro, ni modo. Cuál va siendo la sorpresa que cada vez  que le caía una pala de tierra en la cabeza del burro éste se sacudía tirando al suelo la mayoría de la tierra que le echaban; al pasar las horas, se dieron cuenta que cada sacudida aumentaba el nivel del piso y el burro se aproximaba cada vez más hacia la salida. La jornada continuó y cada pala de tierra que sacudía el burro caía al suelo, hasta que finalmente logró salir, después de tantas sacudidas. Así que el consejo que te doy: ¡Sacúdete!  Ahora junto y junto mensajes, con la diferencia de que también archivo y reenvío un buen número de mensajes que me llegan.