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‘Cuando los hijos NO se van’

«¿Sigues con el nido lleno?»

Ring-ring. Suena mi teléfono. Contesto y una señora pregunta por mí. Con gusto la escucho y me comenta que no sabe qué hacer porque su hija no sabe seguir instrucciones y no obedece las reglas de la casa. Me explica que en su casa, la hora de llegada es a más tardar a las 10 de la noche y su hija no cumple con lo establecido. La señora asegura que se preocupa mucho y que no puede dormir hasta que su hija llegue y por lo regular se aparece entre 11 y 12 de la medianoche. Yo le pregunto: “Señora, ¿qué edad tiene su hija?” -yo esperaba que me dijera catorce o dieciséis años- y para mi sorpresa, ¡me dice que su hija tiene 29! Como sabrán, no daba crédito de lo que estaba escuchando. Ya se imaginarán lo que le contesté a la señora y, precisamente por este incidente decidí escribir acerca del nido NO vacío. 

Entiendo el dolor o tristeza que puede haber cuando los hijos se van de casa, sin embargo, duele más cuando te los «regresan» y, peor tantito, cuando han decidido nunca irse. ¡Qué calamidad y sobre todo que tristeza! Aclaro que no me estoy refiriendo a casos especiales cuando por alguna razón de salud los hijos no pueden valerse por si mismos. En esta columna estoy hablando de los labregones de 30 ó 45 años que siguen viviendo en casa de sus papás y están de mantenidos o con exceso de “privilegios”. 

‘Cuando los hijos NO se van’

Necesitamos entender que, al final del día, educar a tus hijos significa equiparlos para que puedan vivir SIN ti. De hecho, es una realidad que vivirán más tiempo sin ti que contigo. También aclaro que no se trata de educarlos para que te abandonen, sino para que NO te necesiten y puedan vivir su vida de forma independiente. 

Considero que la verdadera satisfacción radica en ver a los hijos desarrollándose de forma autónoma, tomando sus propias decisiones, afrontando sus consecuencias, resolviendo sus asuntos y en pocas palabras, haciéndose cargo de su vida. Tanto de lo bueno como de lo “no tan bueno”. Sin embargo, no siempre es el caso y por mil y un razones no se independizan o regresan por la “ventanilla de devoluciones”. Sea cual sea el caso, es necesario que hagan una lista de acuerdos (o condiciones), por ejemplo, necesitan cooperar con los menesteres domésticos, así mismo, es indispensable que cooperen con el pago de los servicios de la casa. Además, es preciso (particularmente de los hijos que “te regresan”) que aclares que su retorno es temporal y será necesario poner una fecha límite. Sé que me vas a querer colgar, pero si no lo aclaras estarás siendo cómplice de su estancamiento. 

Observo como muchos padres tratan como niños a sus hijos adolescentes y tratan como adolescentes a sus hijos jóvenes adultos y las consecuencias de esta forma de trato, tarde o temprano cobra factura.  También me he dado cuenta de que algunos padres “infantilizan” a sus hijos para que ellos no se marchen, porque han convertido a los hijos en su proyecto de vida más importante. 

¿Cuál es la mejor edad para que los hijos vuelen? Siempre hay excepciones y hay quienes vuelan antes, no obstante, la edad promedio recomendada es a los 26 años, cuando la corteza prefrontal del cerebro ha terminado de madurar, misma que regula la personalidad, la toma de decisiones y la interacción social. 

Si tú eres papá de hijos pequeños y quieres equipar a tus hijos para que vuelen del nido cuando llegue su momento, te recomiendo lo siguiente: 

• Asigna responsabilidades domésticas -razonables- (aunque tengas ayuda en casa)

• No permitas que renuncien fácilmente a sus tareas escolares o peor aún, que seas tú quien las termine de hacer. 

• Foméntales el hábito del ahorro y que sean ellos quienes se compren los artículos especiales (sobre todo, los aparatos o juegos electrónicos.) Si el niño quiere un juguete “caro” proponle que tú pagas la mitad y él, con lo que vaya ahorrando pague la otra mitad. Créeme que estarás fomentando sentido de responsabilidad, valor a las cosas, sentido de esfuerzo y constancia. 

• Permite que tome decisiones (acordes a su edad) aunque se equivoque, no se trata de decirle: “te lo dije”, sino hacerle saber que está bien cometer errores mientras aprende. 

• Motívalos a ofrecer disculpas (no necesariamente pedir perdón) y que pregunten qué es lo que pueden hacer para reparar el daño cometido.

Podría enumerar más recomendaciones, sin embargo, las anteriores serían las básicas. Si tu nido sigue aún lleno de pelagartones, entonces es momento de que tomes decisiones para establecer límites y si por lo pronto no se va a ir, es indispensable que se hagan responsable de recibos y por favor, ¡deja de lavarles la ropa y planchársela! Recuerda la siguiente frase: “La vida fácil hace que la vida termine siendo difícil y la vida difícil hace que la vida termine siendo fácil”. Te lo dejo de tarea y anótele. Nos leemos la próxima semana.

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Coach Gerardo Moreno


GERARDO MORENO

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