Columnas > ERNESTO SALAYANDIA GARCÍA

Alcoholismo: Perra enfermedad, maldita perversa del alma

Un adicto, un marihuano muere lentamente

Mi cuerpo agotado, débil, después de haberme chutado la botella de vodka que consumía todos los días, rendido por haber inhalado durante el día y la noche, más de 15 pases de cocaína, asqueado por haberme fumado cerca de tres cajetillas de cigarro, súper drogado  por la combinación de morfina y fármacos, por supuesto,  atormentado por mi mente enferma, mis pensamientos psicóticos, patológicos, recurrentes, por mi celotipia y mis obsesiones mentales, lo que ahora llamo, secuestrado por la loca de la azotea, así, fue un parte de mi agonía, encerrado en la soledad de mi recamara, con delirios persecución, generando que dos tipos estaban adentro de los conductos del aire acondicionado, yo dormía con cuchillos, oía sus pasos y risas, en las rejillas de las paredes, ponía papel periódico o trapos imprentados de alcohol, les prendía fuego y escuchaba como corrían y yo los perseguía con los cuchillos, queme mi casa cuatro veces, yo o los vi, los escuche y me lleno de miedos.

Alcoholismo: Perra enfermedad, maldita perversa del alma

Muerto en vida

Esa noche, mi cuerpo cayo boca  abajo en mi cama King sisé, cansado de mis excesos, rendido,  ya dormido,  vi una cara  en mi mente, luego, entre a un largo túnel negro,  vi, sentí, como dos caras mías se movían con gran fuerza, tratando de chocar una con la otra, fue una sensación extraña. Demasiado rara, luego caí en un abismo, como diría el poeta, profundo y negro, toque fondo,  la oscuridad era inmensa por todos lados, después, vino el silencio absoluto, cero ruido y ahí se perfectamente que estoy muerto.  no respiro, en ese instante, le grito  a Dios.- Dios, Dios, no quiero morir, por favor, Dios, no quiero morir, levanto sudando, temblando, lleno de miedos, me voy al baño y me miro al espejo, soy la tristeza arrolladora, mis hombros caídos, mi mirada apagada, mi piel amarilla, seca, áspera, lo blanco de mis ojos, que se llama esclerótica, ofrece un café cenizo, ojeroso, apagado sin luz, me miro y lloro frente a mi rostro deprimido.- Estúpido, estúpido, mira lo que has hecho con tu vida, eres un vil mediocre, drogadicto, estas en la ruina.- Sigo llorando y me sigo viendo, muy decepcionado de mí mismo, sé que tuve un paro respiratorio, que estuve muerto y que Dios me dio una oportunidad, porque cuando comencé a despertar, vi, sentí una fuerte luz, esplendorosa dentro de mi.-

No quería o no podía abandonar mi adicción

Deje de llorar, me eche agua en mis fosas nasales, ahí mismo, presione los orificios y me soné con fuerza, salió el primer tapo de porquería y después, atrás de él, el chorro de sangre, sangre que llego a mis labios y mi lengua, sangre y cocaína que los anestesio, me soné la otra fosa,  me libere del enorme obstáculo, pude respira y verme al espejo, sucio, despeinado, abandonado de mí mismo, respire con profundidad, suspire desde lo más fondo de mi ser, me eche agua en la cara y después, que te imaginas que hice? -  Para evitar que la cocaína se humedeciera y exterminar el polvo, colocaba los pases en el travesaño de las puertas,  a un lado de la jeringa , después de libérame, tome un pase completo y de dos jalones los metí a mi cuerpo, luego cargue la jeringa con tres miligramos de morfina y me arponeé en la nalga, luego, me senté en el escusado,  prendí un cigarro, que fume placenteramente, como si nada hubiera pasado, olvidándome de esa imagen de mediocre que mostraba a los 4 vientos, de ahí vengo, soy víctima de La Saliva del Diablo.