Nueva Zelanda anuncia estrategia más dura contra protestas
En declaraciones a la prensa, la primera ministra, Jacinda Ardern, pareció indicar que la paciencia de las autoridades se está agotando
WELLINGTON, Nueva Zelanda
En un principio, la policía permitió que los manifestantes levantaran carpas y acamparan en los terrenos del parlamento neozelandés, antes de detener a 122 personas y volver a retirarse. El tamaño de la protesta se redujo a unos pocos cientos de personas la semana pasada, pero volvió a crecer a unas 3.000 durante el fin de semana.
En declaraciones a la prensa, la primera ministra, Jacinda Ardern, pareció indicar que la paciencia de las autoridades se está agotando.
“Claramente tengo una opinión sobre los manifestantes y la forma en la que han realizado su protesta, porque ha pasado de expresar una opinión a intimidación y acoso de las personas en el centro de Wellington”, dijo. “Esto no puede tolerarse”.
El presidente del Parlamento, Trevor Mallard, intentó incomodar a los manifestantes la semana pasada activando los aspersores para el pasto y reproduciendo en bucle canciones de Barry Manilow de hace décadas y el éxito de la década de 1990 “Macarena”.
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La policía dijo el lunes a los manifestantes que movieran lo antes posible sus vehículos estacionados de forma ilegal y les ofreció como alternativa el estacionamiento de un estadio cercano.
“Los habitantes de Wellington tienen el derecho a moverse de forma libre y segura por la ciudad, de modo que despejar todas las calles es una importante prioridad”, dijo el superintendente Corrie Parnell, comandante del distrito de Wellington.
Los manifestantes, que se oponen a las órdenes de vacunación y se inspiraron en protestas similares en Canadá, parecían bien organizados ya que llevaron retretes portátiles, cajas de comida donada y balas de paja para tumbarse cuando el pasto se convirtió en un barrizal.
Pese a las detenciones y las escaramuzas con la policía la semana pasada, quedaban decenas de carpas en los terrenos del Parlamento, y autos y camiones bloqueaban las calles aledañas. Los manifestantes hicieron fila el lunes para desayunar carne empanada y salchichas a la barbacoa tras un fin de semana de lluvias torrenciales.
Kacheeya Scarrow condujo su camioneta unos 380 kilómetros (235 millas) desde la localidad de Taupo para sumarse a la acampada.
“Sólo quiero que retiren las órdenes y libertad para elegir”, dijo. “No soy antivacunas, no soy provacunas. Todo el mundo debería tener derecho a elegir lo que quiere hacer con su cuerpo”.
Otra manifestante, Joanna Plows, de 70 años, dijo que el gobierno había usurpado el derecho “a decidir si pasamos o no por una intervención médica”.
Nueva Zelanda ha impuesto la vacunación contra el COVID-19 a algunos trabajadores, como maestros, médicos, enfermeras, policías y personal militar. También hace falta un pase de vacunación para entrar en la mayoría de comercios y restaurantes.
Las protestas coincidían con el primer gran brote de COVID-19 en Nueva Zelanda, que mantuvo las fronteras cerradas durante buena parte de la pandemia. Los casos diarios subieron a un nuevo récord de casi 1.000 el lunes, frente a los aproximadamente 200 diarios de apenas cinco días antes.
Sin embargo, no había ningún paciente en cuidados intensivos, gracias en parte a una tasa de vacunación del 77% y lo que los expertos han descrito como unos síntomas relativamente menos graves asociados a la variante ómicron del virus.
Nueva Zelanda se libró de lo peor de la pandemia tras cerrar sus fronteras e imponer estrictas cuarentenas, que limitaron la expansión del virus. El país ha reportado apenas 53 muertes por el virus en una población de 5 millones de personas.
Ardern dijo que la acampada masiva no podría haber sido más inoportuna.
“En el preciso momento en el que vemos un aumento de los casos y un aumento del riesgo para la salud pública y el bienestar de Nueva Zelanda, quieren que retiremos las mismas medidas que nos han mantenido a salvo, bien y con vida” afirmó.