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Abuso sexual en el Ejército

Una sargento narra a El País las trabas y el riesgo de acusar a un superior de una agresión sufrida en las instalaciones militares

Ciudad de México

Soldados en el Ejército Mexicano, en la 33 Zona Militar de Campeche.Abuso sexual en el Ejército

Era 23 de abril por la mañana y la sargento primero auxiliar de informática se dirigió al departamento de archivo para consultar información sobre unas impresoras. Desde su puesto en Tapachula, Chiapas, tenía que recopilar cuántas impresiones se habían hecho ese mes en la 36 zona militar. Le faltaban los datos del batallón 61, en Tonalá, y del 100, en Chiapas Nuevo. Tocó en la puerta de madera y la atendió un soldado a través de una reja: “¿Qué necesita, mi sargento?”.

Durante esa conversación, alguien se acercó por detrás de A. F. J. y, dice, le agarró fuerte la cadera. “Recorrió todo mi cuerpo de la cintura hacia arriba, pero de verdad lo hizo con saña, restregándose. Me agarró los senos, me los apretó y movió con movimientos circulares”, cuenta del tirón. La joven se pone de pie para recrear la agresión: “Acercó su pene contra mi cuerpo y me subió, como que me dió el llegue, lo que conocemos como llegue [embestida], me subió: ¡zas!”.

“Me volteé y el teniente coronel Dorian me soltó. Se empezó a reír y me dijo: ‘Ay, perdón, te confundí con Karina’. Y se fue riendo. Yo me quedé atónita, blanca, no supe qué hacer. Vi cómo se encontró a otro de justicia y le dijo riéndose: ‘Ay, ya la cagué, ya la regué’, y se metieron en su oficina”, continúa la soldado y apunta: “Yo no me llevo con él, no me gusta llevarme porque se dan malas interpretaciones, es triste pero así es”. A. F. J. afirma que se sintió “defraudada” consigo misma: “Cuando iba en la secundaria me pasó lo mismo y me juré a mí misma que ya no me iban a hacer ese tipo de cosas de nuevo”, dice y entonces llora.

Al día siguiente de la agresión, la joven redactó una denuncia dirigida al centro de justicia militar número 18 El Sabino, en Chiapas. “A las dos horas de enviarla, bajó un comandante a comunicarme que no iba a proceder. Me dijo: ‘No lo voy a meter porque con este parte le vas a arruinar la carrera militar al jefe’”, cuenta la joven. Ante esa situación, ella decidió escalar la denuncia: la envió a la dirección general de Derechos Humanos, al Observatorio de la Mujer y al comandante de la Séptima Región Militar, radicada en Tuxtla Gutiérrez, la capital del Estado. Solo recibió una respuesta: “El citado Observatorio de Igualdad carece de facultades para conocer sobre las conductas que usted refiere”. Este órgano militar fue creado en 2011 específicamente para “eliminar cualquier forma de discriminación por motivos de género”. Ante una denuncia de abuso, se declaraba incompetente.

En uno de los últimos registros que la Secretaría Nacional de Defensa tuvo que hacer público —por medio de una petición de transparencia al periódico El Sol de México— se cifran en 582 las denuncias por ataques sexuales al interior del Ejército entre 2006 y 2021. Los expertos consideran que esos números son solo la punta del iceberg, porque la mayoría de las víctimas no se atreve a denunciar. Según los mismos datos de la SEDENA, solo 33 militares han sido procesados en estos 15 años por esas agresiones.

A. F. J. ha recibido mensajes de WhatsApp, revisados por este periódico, en el que otras compañeras de la misma zona militar relatan ataques similares y recomiendan a la víctima que desista en su denuncia. Una mujer que pide mantener el anonimato le escribió: “Hace tres años yo era soldado en la 36 zona militar y recibía acoso de parte de un sargento segundo. Me decía que soñaba que tenía relaciones sexuales conmigo. Me amenazaba con órdenes de arresto. Siempre tuve miedo de una violación. Tuve que renunciar a mis sueños a causa del acoso sexual y de no tener apoyo por parte de los superiores, porque su lema es que un soldado no puede actuar en contra de un superior. Deserté del ejército”. Otra sargento, una compañera, trató de aconsejarla: “No puedes ir contra el sistema, sabes que habrá mandos que harán lo imposible para que te vayas”. Pero ella siguió.

A los días, una llamada de la dirección de Derechos Humanos hizo reaccionar a los mandos militares. Dieron inicio a un protocolo para la prevención y atención al hostigamiento sexual, y remitieron la denuncia de A. F. J. al centro El Sabino. “Esta comandancia le otorga todas las facilidades para que acuda a la Unidad Médica de Consulta Externa para que reciba la atención médica y psicológica que requiera, así como cualquier otra medida para su protección, sin que pase desapercibido que su denuncia ya fue debidamente canalizada a la Agente del Ministerio Público Militar”, se lee en un documento del 26 de abril, firmado por el coronel de infantería Hamlet Toledo.

Pero llegó el 7 de mayo y nada se había movido. A. F. J. volvió a insistir a la comandancia: la “omisión” tanto del Ministerio Público Militar como del personal administrativo la revictimizaba. Escribió, de nuevo, desesperada, el 13 de mayo: “Han transcurrido 19 días naturales desde que se cometió el hecho denunciado sin que se me haya recibido mi entrevista así como tampoco se me ha designado por parte de la autoridad ministerial asesor jurídico ni se han decretado las medidas de protección”. Ese mismo día llegó la respuesta del Estado Mayor para avisar que la denuncia se había canalizado a la Fiscalía General de Justicia Militar, con sede en Ciudad de México y todo el proceso se haría allí a partir de entonces.

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A. F. J., víctima de abuso sexual por parte de un superior del Ejército Mexicano, el pasado 10 de junio en Ciudad de México.

‘Yo soñaba con pertenecer a la armada’

- A. F. J. ingresó al ejército hace 10 años, cuando ella tenía 20 y estaba estudiando Administración y Gestión Financiera en la Universidad Politécnica del Estado de Morelos

- Hizo un servicio social en el Hospital Militar de Cuernavaca y se quedó fascinada con la disciplina y el respeto que emanaban los uniformados

- “Desde entonces yo soñaba con pertenecer al ejército”, cuenta. Dejó la carrera y consiguió entrar en un puesto como soldado raso de informática

- Después pasó algunos años por Morelia, en Michoacán, y en 2019 la enviaron a la frontera sur, a Tapachula.

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Denuncia de abuso sexual interpuesta el 24 de abril por la sargento A.F. J., en Tapachula.

UN DATO

El 11 de mayo es convocada de nuevo a un Consejo de Honor por los mismos hechos de 2021: “Mi general Miguel Ángel mandó a decir que eso lo había hecho para que se me quitaran las ganas de seguir acusando a los diplomados y que de su cuenta corría que me iban a correr del ejército. Tratan de amedrentarme moralmente. Son hostilidades para acorralarme. Pero conmigo difícilmente lo van a hacer porque yo ya estoy en este barco. Pido justicia y que el responsable pague por lo que hizo”. 



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