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Muere la exministra española Carmen Alborch a los 70 años

La carismática exdirectora del IVAM y antigua diputada socialista, enferma de cáncer, permanecía sedada en su casa de Valencia

La exministra socialista Carmen Alborch ha fallecido este miércoles a los 70 años víctima del cáncer que padecía desde hace dos años. En los últimos días permanecía sedada en su casa en Valencia a la espera del irremediable desenlace. Alborch fue la musa de la modernidad de Valencia, hasta el punto de que el Gobierno de Felipe González la tomó como santo y seña de su política cultural nombrándola ministra del ramo en 1993, cargo que ocupó hasta 1996. Alborch fue la primera decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia y directora del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM). Su carácter desenfadado, vitalidad, fuerza, convicciones feministas y experiencia laboral y política la convirtieron en un referente social, sobre todo en la España de los noventa. Fue una activista de la modernidad.

Muere la exministra española Carmen Alborch a los 70 años

El pasado 9 de octubre recibió la mayor condecoración valenciana, la Alta Distinción de la Generalitat. Allí sacó fuerzas de flaqueza para defender sus ideas. Fue su último acto público, rodeada de amigos y familiares, y en presencia de los presidentes del Gobierno, Pedro Sánchez, y de la Generalitat, Ximo Puig. El feminismo "ha mejorado la calidad de vida de todos los ciudadanos" y por ello "debería ser declarado patrimonio inmaterial de la humanidad", afirmó en el gótico Palau de la Generalitat. La exministra socialista destacó que es "imprescindible la lucha" y la "esperanza" por una sociedad mejor y más igualitaria, y se mostró esperanzada de que el "efecto" contagio surgido en la sociedad tras el movimiento feminista continúe, que "se escuchen más voces diferentes" y se abran "más espacios" para las mujeres y para los hombres "cómplices".

Polifacética, vitalista y con un poderoso carisma, Alborch iluminó la sórdida Valencia que surgía de la dictadura. Lo hizo, primero, desde la Facultad de Derecho como primera mujer directora del Departamento de Derecho Mercantil y como primera decana, y luego desde la Consejería de Educación y Cultura, a la que llegó de la mano del entonces consejero Ciprià Ciscar. Tras comandar la Dirección General de Cultura de la Generalitat valenciana y poner en marcha el Instituto Valenciano de las Artes Escénicas (IVAECM), fue nombrada directora del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM). Su afición por la cultura venía de lejos. Fue cofundadora de una galería de arte y era una presencia habitual de cualquier acto cultural, primero en su ciudad, Valencia, y más tarde en Madrid.

Llegó al ministerio impulsada por la luz que irradiaba el IVAM, que dirigió desde 1989 hasta que Felipe González la llamó a su lado en La Moncloa en 1993. Con ella al frente y con el excelente equipo profesional que supo crear a su alrededor, encabezado por Vicente Todolí, exdirector de la Tate Modern, el museo valenciano se convirtió muy pronto en un modelo en el ámbito del arte moderno y contemporáneo.

Al poco de llegar al Ministerio  de Cultura fue objeto de comentarios irónicos y de apuestas por lo que duraría en el cargo. Habían dimitido por diferentes motivos los otros ministros valencianos de aquel Gobierno socialista, Antoni Asunción y Vicente Albero. Sin embargo, Alborch acabó consolidándose y se convirtió en una de las ministras más populares. El posterior éxito de su primer libro, Solas, publicado en 2001, es buena prueba de ello. Durante su mandato como ministra sacó adelante el plan de catedrales, elaboró el primer mapa nacional de infraestructuras y recursos culturales y concretó definitivamente el pago y la adquisición de la colección Thyssen, cuyo museo se había inaugurado en 1992. También lidió con la polémica construcción del Teatro Real y con la Ley de Fomento de la Cinematografía, que logró sacar adelante aunando distintas sensibilidades muy enfrentadas.

Tras dejar el ministerio, Alborch fue diputada en el Congreso en tres legislaturas por el PSOE, partido en el que militó tras muchos años como independiente. Posteriormente, fue candidata al Ayuntamiento de Valencia y senadora. Uno de los imperativos que se marcó en estos retos fue el de introducir la ética en la política y el concepto de ciudadanía.

Con “una personalidad de una enorme proyección social”, como la definió el filósofo Javier de Lucas en la laudatio con motivo de haber sido distinguida por la Universidad de Valencia por su trayectoria académica y política en 2017, Alborch había sido distinguida con distintos galardones como Officer dans l’Ordre des Arts et Lettres del Gobierno francés, la Cruz de San Raimundo Peñafort, la Gran Cruz de Carlos III o la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil.




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