Leyendas de Reynosa
El Mañana / Staff
La mujer fantasma de la chamarra
La gente asegura que en las noches de luna llena y en donde las sombras de la noche ocultan todo alrededor, aparece una joven mujer parada a un costado de la loma que se encuentra a la entrada del Ejido “Los Cavazos” rumbo a Estación “Arguelles”.
Más de la sección
Unos dicen que se llamó “Diana” y son varias las historias que refieren su trágica muerte, unos dicen que enloqueció al ser abandonada por el amor de su vida, otros que murió en un trágico accidente, lo que en todos coinciden es que desde hace años vaga espectralmente por los caminos del rumbo en Reynosa.
Un dia un chofer de un tráiler de una empresa comercial salió de Reynosa con destino a Nuevo Laredo, era una de esas noches especiales, fría, con cielo despejado y una luna radiante en lo alto.
Pasando por la entrada del centro recreativo “La Playita”, a lo lejos al avanzar en la pesada unidad, observó a una mujer apeada a un costado de la carretera haciendo señas de pedir un “aventón”.
De inmediato, el chofer a quien llamaremos “Mauro”, detuvo el movimiento de su camión para permitir que la mujer subiera y llevarla a cualquier que fuera su destino (claro que no lo desviara del suyo a Nuevo Laredo).
La compañía de la chica, una plática y no viajar solo, eran prometedores para Mauro, subió rápidamente la mujer y tras un saludo, apenas perceptible, le pidió llevarla.
“Tengo frío”, dijo –casi de inmediato- el chofer trailero, se quitó una chamarra que portaba, pues efectivamente enfriaba ya a esa hora de la noche.
Apenas unos kilómetros adelantes antes de llegar al poblado de “Venecia”, la mujer de pronto pidió ser bajada, iban sobre la carretera, no había casas ni nada a la vista, por lo que Mauro preguntó porque razón debía bajarse en esa área del camino abandonado y sin actividad.
La mujer insistió en bajarse: “Aquí debo quedarme”- repitió-, resignado su acompañante detuvo la marcha del camión y aun intrigado, permitió que bajara.
“Quédate con la chamarra, mañana regresare a donde me dijiste vivir y pasare a recogerla”, dijo, antes de despedirse a regañadientes.
La chica descendió y se enfiló rumbo al monte, el trailero siguió su camino, apenas unos cuantos kilómetros adelante, vio un cementerio triste y solo, que en la noche lunada parecía espectral y atemorizante.
Mauro concluyó su entrega en Nuevo Laredo y de vuelta a Reynosa, recordó llegar al punto, en donde aquella mujer le pidió pasara a recoger su chamarra.
Al llegar a la casa descrita en un poblado de la carretera a Reynosa, arribó y pregunto por “Diana”, así le había dicho se llamaba, varias y repetidas veces tocó el pórtico, hasta que salió una pareja de personas de edad avanzada.
Mauro les informó que pasaba a saludar a “Diana” y recoger su prenda que la noche anterior le prestó, cuando escucharon el nombre la pareja se miró asombrada entre sí.
¿Cuándo vio usted a Diana? - le preguntaron- anoche, anoche le di un raid, les dijo el trailero. – Eso no puede ser, Diana, nuestra hija falleció hace 30 años”, le dijeron, dejándolo helado y confundido.
Incrédulo aun, Mauro refería que tal vez era una confusión y aceptó ser llevado por los adultos mayores al cementerio, en donde descansan los restos de Diana.
Mauro aún más se intimidó, al ir rumbo al cementerio lúgubre que también vio la noche anterior a poca distancia en donde bajó a Diana, unos pasos más en el predio aquel, encontraron la tumba de Diana que efectivamente hacía muchos años había fallecido.
Al pie del sepulcro, estaba…Su chamara. La misma que le había prestado la noche anterior para mitigarle el frio. Todo fue demasiado para Mauro se dio la media vuelta y se fue lleno de miedo. Aun estos días en ciertas noches Diana sigue esperando alguien que le dé un aventón. ¿Tú la llevarías?
- Un trailero contó su experiencia con aquel fantasma en el camino.
Presencias extranas rondan al ISSSTE
En la década de los 40’s del siglo pasado, en los terrenos que hoy ocupa el Hospital del Issste en Reynosa, se encontraba el panteón de la ciudad, eran los límites de la ciudad, después se efectuó la reubicación hacia lo que hoy es el panteón “Guadalupano” en el Boulevard Hidalgo.
Entonces se comenzó a planificar con el tiempo una unidad médica, misma que fue inaugurada a principios de los años 60’s. Pronto comenzaron a contarse historias de presencias y fenómenos extraños en el complejo médico.
Una de las más perturbadoras y que hasta hoy se sigue contando, es la de un hombre de edad avanzada “Don Miguel”, un dia enterado que su hijo enfermó y fue internado, montó guardia alrededor del Hospital del Issste en espera de buenas noticias.
Lamentablemente los días pasaban y no había mejoría de su vástago, por las tardes se le miraba triste y en espera en el área del jardín, en ese entonces lleno de árboles y en donde ahora se encuentra un estacionamiento.
Bajo un frondoso árbol pasaba las horas Don Miguel, hasta que un dia le dieron la fatal noticia del deceso de su hijo, tanta fue su pena, que aun cuando su ser amado, partió, el seguía yendo las tardes aquel jardín del Issste, en donde lloraba su dolor.
Un dia ya no se le vio por el complejo hospitalario, después se enteraron que Don Miguel había fallecido, al cabo de un tiempo comenzaron a contarse por voz de testigos que escuchaban su llanto, o veían a un hombre añoso deambular por el área verde y de repente desaparecer, muchos aseguraron que era Don Miguel.
Su llanto y lamentos, así como su espectral presencia se asegura sigue rondado aun hasta estos días, en donde no termina de superar el plano terrenal agobiado por la pena de su perdida.
- Presencias que vagan por alrededor del Hospital del Issste en Reynosa.
Misterio y magia de El Charco
Fundado en 1846, en el auge posterior a la consumación de la Independencia de México y siendo aún tiempos revueltos, en aquel entonces el país enfrentó la invasión de Estados Unidos de America y posteriormente de Francia en 1847, en ese violento panorama nacional fue fundada la comunidad de Congregación Garza “El Charco” distante apenas de unos 40 kilómetros al sur de Reynosa.
Don José María Garza Adame y su esposa Martina Villarreal arribaron a esta inhóspita región que aun –pese a los años y olvido- conserva su orgullo de aquellos años pasados, en donde lo mismo galoparon jinetes aventureros ansiosos de conquistar la región, como militares escribiendo la historia.
Al “Charco” se llega por la Carretera a San Fernando, apenas unos 30 kilómetros de camino, se aprecia a un costado la brecha –hoy pavimentada- de 10 kilómetros que se adentra rumbo al poblado mágico.
El desarrollo moderno guía a los visitantes por un camino pavimentado, reflejo de la transformación, pero a la entrada de “El Charco” se acaba la carretera y los caminos polvorientos y empedrados saludan a quienes aquí vienen para caminar sus pocas calles silentes, que pese a su condición hablan de una época gloriosa que hoy en día abona muchas leyendas como la de Mariano Reséndez que se cuenta cayó aquí abatido por los constitucionalistas en la Revolución Mexicana.
De hecho, en el casco viejo del poblado, la calle Sendero Nacional se entrelaza con la calle Mariano Resendez que honra a uno de sus hijos pródigos.
Los caseríos hechos con arena de rio y piedra, así como cantera tallada a mano se mantienen desafiantes aun, resistiendo la inclemencia del clima, tiempo y el olvido.
El sol calienta en forma especial al caminar por las empolvadas calles, en donde nadie se aventura a salir en las escasas viviendas que rodean el paisaje que pareciera una postal estática de principios del siglo pasado.
Las viejas casas algunas-las más antiguas- han colapsado vencidas por el paso de los años, otras más han sido rescatadas, restauradas y contrastan con las ruinosas edificaciones que solamente exhiben vestigio de su grandeza.
Pareciera que el tiempo se encargó de ir moldeando un paisaje especial, entre lo rústico y conservador, la Iglesia se yergue orgullosa de su permanencia y con la alegría evidente por tener mejor suerte que las construcciones vecinas.
Mezquites, huizaches, criollos y nopaleras, así como el polvo añoso se entremezclan para dar un ambiente extremadamente rural, aquí el tiempo transcurre con lentitud y sin prisa, los caseríos están ahí dispuestos a develar sus secretos, esperando que el rescate venga a su encuentro y entonces continuar esa magia atrapada que está tan solo a minutos de la modernidad actual de Reynosa.
- El misterio aún prevalece el aura de misticidad y magia del ejido “El Charco”.