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La fuga del reo Abraham Briones (1860)

La primera estructura sólida en Reynosa fue un cuarto angosto y rectangular de cal y canto. Su lado alargado se extendía del centro del solar hacia el poniente, la pared exterior de caliche iba paralela a lo que es ahora la calle Morelos. Esta estructura fue levantada en 1827 y servía como cárcel

Un poco antes de las once de la noche del 14 de noviembre de 1860, Abraham Briones se encontraba en el interior de la cárcel de Reynosa; se encontraba preso por intento de hurto de dos bestias caballares. Por su pésima reputación se encontraba con un par de grillos en sus pies, dentro de un calabozo bajo llave.

Antes que se construyera la ampliación del segundo piso de la antigua Presidencia Municipal de Reynosa en los últimos años del siglo XIX, la sección poniente del edifico (planta baja en la foto) era utilizada como Cárcel Municipal.La fuga del reo Abraham Briones (1860)

Entre los individuos que tenían la guardia y que vigilaban a Abraham se encontraban: Bartolomé Castañeda, Francisco García y Esteban Jaimes, todos originarios de esta villa. Esa mañana, el alcalde Treviño ordenó que estos individuos se mantuvieran incomunicados mientras se les recibían sus declaraciones. Otro personaje clave durante esta averiguación era Juan Navarro, el botero en el cruce del río Bravo.

El terreno para la Casa Consistorial (Palacio de Gobierno) había sido asignado desde el verano de 1802, cuando la antigua villa fue trasladada a Las Lomas de San Antonio, en las inmediaciones de la actual plaza Hidalgo en Reynosa

Por casi 160 años estuvo ahí la Cárcel Pública, dentro del complejo de cuartos que formaban el Palacio Municipal. Durante los primeros años, en ese solar de 21.5 metros de frente por 42 metros de fondo, se construyeron varios jacales que servían como Palacio de Gobierno.

La primera estructura sólida en Reynosa fue un cuarto angosto y rectangular de cal y canto. Su lado alargado se extendía del centro del solar hacia el poniente, la pared exterior de caliche iba paralela a lo que es ahora la calle Morelos. Esta estructura fue levantada en 1827 y servía como cárcel. Se edificó a unos cuantos metros hacia el oriente, un segundo cuarto como Sala de Cabildo, para resguardar el Archivo de la Secretaría del Ayuntamiento y donde estaban las mesas del Juzgado.

Estas dos estructuras de caliche, aproximadamente del mismo tamaño, quedaron separadas al centro del terreno por un pasillo que sería cerrado con un arco forrado con ladrillos cocidos de arcilla del mismo río; esta estructura servía de zaguán y de antesala para los dos cuartos, pues las puertas quedaban una frente a la otra. Era también la entrada al extenso patio en la parte trasera del solar. El predio estuvo circundado por una “tapia”, para mediados del siglo XIX. En este lugar se desarrolló la presente historia.

El cabo Bartolomé Castañeda

Bartolomé, de 26 años de edad, de oficio campesino, estupefacto no se explicaba cómo se había fugado el reo. Éste disfrutaba como una media hora dormido cuando sucedió la fuga.  Se despertó porque tenía muchas ganas de “mear”, al salir observó de reojo la pared de la cárcel, pero fue cuando regresó cuando se dio cuenta que la puerta del calabozo estaba abierta. En eso prestó atención que venía de atrás del solar Esteban Jaimes, el otro compañero de la guardia.

En ese momento, Bartolomé le comentó a Jaimes que el reo se había ido, despertando entonces al maestro carpintero Francisco García. En ese mismo instante los tres guardias buscaron a Abraham Briones rumbo a la garita del río y en todos los alrededores del poblado, sin poderlo encontrar.

Según Bartolomé, la puerta de la cárcel estaba bien cerrada con llave y ésta continuaba en su posesión. La chapa de la puerta no enseñaba ninguna clase de rotura. El prisionero se había llevado los grillos en sus pies.

Bartolomé mencionó que cuando recibió el puesto advirtió que el maestro Francisco andaba un poco ebrio, que al poco tiempo se fue a cenar y al volver encontró cuidando al reo a Julián Quintanilla, quien le manifestó que Jaimes y García habían ido también a cenar. Francisco García había estado mucho rato platicando con el preso por la ventana según el guardia Quintanilla y que después que regresó de la cena, García siguió platicando en secreto con el preso. Bartolomé sospechaba que García tuviera que ver en la fuga, pero esto no se confirmó.

El soldado Francisco García

Francisco García era un viudo de 48 años de edad de oficio carpintero, “que le hacía de soldado.” Éste dijo que esa noche que cuidaban al reo Abraham, el cabo Castañeda dispuso que él y Jaimes podían recostarse. El soldado García manifestó que a la hora que se fugó el reo se encontraba totalmente dormido y no logró sentir absolutamente nada.

A Francisco, cuando se le preguntó sobre su conversación por la ventana de la prisión, explicó que el reo era su sobrino por parte de su finada esposa. Desde muy temprano, Abraham le suplicó que interviniera por él durante su estancia en la prisión, pues el alcalde Don Juan N. Treviño le había dicho que esa noche lo matarían. 

El alcalde expresó esto, muy probable para amedrentarle y corregirle su forma de vida equivocada que llevaba.

El tío lo escuchó y le dio consejos para que se portara bien, diciéndole que no lo iban a matar, que sólo lo trasladarían al juzgado en Matamoros. Francisco habló con su sobrino antes de irse a cenar y después cuando regresó, trayéndole una “cigarrera.” Ya después habló muy poco con él, sin acordarse lo que platicaron.

El soldado Esteban Jaimes

Esteban Jaimes era un zapatero de 35 años de edad, nativo de Reynosa. Éste se encontraba de guardia a la hora que se fugó Abraham, pero dijo que no se hizo el servicio por cuartos y que no estaba de centinela; pues el cabo Castañeda dispuso que todos acostados estuviesen al cuidado del reo. Este soldado expuso que estaba dormido cuando se fugó el prisionero.

Jaimes explicó que cuando el cabo Castañeda despertó y echó de menos al reo Briones, él no venía del fondo del solar; declaró que, si estaba en pie, fue porque andaba haciendo las aguas menores a un lado de la puerta de la cárcel. Cuando se le preguntó porque no había notado la puerta de la cárcel abierta, ya que estaba cuidando al reo y principalmente cuando se puso a orinar a un lado de la puerta; respondió que cuando se levantó no observó que estuviese abierta. 

El botero Juan Navarro 

Juan Navarro de 35 años de edad era originario de Cadereyta, Nuevo León, aunque su oficio era la labranza se dedicaba a cruzar el río Bravo a personas en bote, en el cruce oficial de la villa de Reynosa. A nadie había pasado ese 14 de noviembre de 1860, después de las 9 de la noche.

El remero apuntó que los botes, esa noche de la fuga del reo Abraham, durmieron en la orilla sur del río al cuidado del celador Porfirio Cantú, quién estaba de servicio en la garita de la Aduana de esta villa. 

Juan observó que tampoco faltaba ninguna de las lanchas en esta orilla del Bravo. Cuando se le preguntó si había oído decir en que vado había pasado Abraham durante la noche para la izquierda (lado de Texas) del Bravo, Juan Navarro contestó que lo ignoraba.

Éste explicó que esa mañana pasó para el lado americano y se dirigió al establecimiento comercial donde trabajaba su compadre don Francisco Tagle. Ahí vio a un americano, referido como don Manuel, que traía en la mano unos grillos y unos papeles. Adentro de la tienda le suplicó le trajese estos artículos al alcalde de Reynosa. En ese momento supo de la fuga de Briones.

Esta no sería la primera ni la última evasión que ocurriría en esta Cárcel Pública. De acuerdo con los documentos del Archivo Histórico de Reynosa, una de las primeras fugas de ese lugar ocurrió durante los años de la Independencia de México, cuando la prisión era un simple jacal de leños enjarrados con lodo. Pero esa historia será narrada en otra ocasión.

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Así lució el cruce internacional entre Hidalgo y Reynosa desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la toma de esta fotografía en marzo de 1926. Chalanes y esquifes (lanchas) eran utilizados para cruzar personas, mercancía, carretas, animales, etc. A unos meses que se inaugurara el Puente Internacional, una de las lanchas ya estaba motorizada, mientras que el chalan transportaba un automóvil desde Hidalgo, Texas. 



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