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Fuga en la prisión de Reynosa, 1932

Fue a las 14 horas que el auxiliar Elizondo dio parte de que Florencio Garza Garza ya no se encontraba en el corralón y que posiblemente había escalado el muro de la prisión. Esto lo asentó en las novedades del día

Presidencia Municipal de Reynosa, a finales de la década de 1920, donde se encontraba la Comandancia de Policía.Fuga en la prisión de Reynosa, 1932

Florencio Garza Garza estaba preso en Reynosa por disposiciones de los jueces del Segundo Distrito de Nuevo Laredo y por el de Primera Instancia de Matamoros, procesado por contrabando y robo, ese diciembre de 1932. En ese fin de año, el personal de la comandancia de Reynosa lo integraban: el comandante de policía Andrés F. Vargas, el jefe de barandilla Nicanor García R. y los gendarmes municipales Juan Carrillo, Manuel Cavazos, Felipe Ramírez, Cirilo y Francisco Garza. Este último, se encontraba con licencia y era sustituido (en ese día 24 de diciembre) por el auxiliar municipal Margarito Elizondo, el más joven e inexperto del grupo de la policía de la Ciudad de Reynosa. 

La comandancia se ubicaba en el mismo solar que ha ocupado la Presidencia Municipal. Ahí tenía 130 años, desde que había sido trasladada la villa de Reynosa a las Lomas de San Antonio, en 1802. 

CÁRCEL DE REYNOSA

Se tiene noticias por documentos coloniales del Archivo Municipal de Reynosa, que los prisioneros se detenían utilizando cepos colocados en el centro de la plaza de la antigua Villa de Reynosa, en lo que es ahora Reynosa Díaz; este artefacto aprisionaba el cuello o los pies de los condenados. 

El Archivo Histórico de Reynosa cuenta con expedientes del siglo XIX y XX que narran diferentes fugas de las facilidades de detención que han existido en lo que es el actual Palacio Municipal de la Ciudad de Reynosa. Un extenso expediente a finales de la Independencia de México, narra cómo un caporal de raza negra, acusado por contrabando de tabaco, escapó de su celda. Durante la intervención norteamericana (1846-1848), los soldados del país vecino desmantelaron las rejas de puertas y ventanas de la prisión para utilizarlas como parrillas para asar carne. Todos los reos se fugaron de la prisión a excepción de dos de ellos, que se encontraban amarrados y encadenados con grilletes.

En la Sección de Inventarios del archivo municipal, documentación del siglo XIX sobre el patrimonio del municipio,2 hace referencia a todo tipo de herrajes para detener y trasladar prisioneros: grillos, grilletes, esposas, cormas, cepos, aros y cadenas.

Al tiempo del traslado de la villa de Reynosa hace 221 años, una construcción de bajareque con techo de zacate sirvió como casa consistorial o palacio municipal. La primera construcción sólida de cal y canto, fue el cuarto que servía como cárcel. El segundo cuarto construido en 1827, hacia el lado oriente del anterior, también de cal y canto, sirvió como sala de cabildo, donde el secretario del ayuntamiento guardaba el archivo municipal. En ese cuarto se ubicaron  los juzgados durante el siglo XIX.

En los años de 1830, se unieron estos dos cuartos por un zaguán o arco de medio punto, edificado con ladrillos y adobones hechos en una ladrillera administrada por el propio ayuntamiento. A mediados del siglo XIX, el terreno en la parte trasera incluía un jacalón que era utilizado como escuela pública, que contaba con un cercado de sillares. En el solar también se localizaba un cuarto de armas y municiones.

Una transformación radical de ese mismo edificio ocurrió cuando se le agregó en 1899 el segundo piso de la Presidencia Municipal, durante el período del alcalde Juan Bautista Chapa. Por la barda oriental del predio se extendió un segundo piso de madera; los planos de la edificación formaban una "L". Por debajo de este segundo piso quedaban las celdas de la cárcel (tipo jaulas) y el corralón donde salían los presos a tomar aire. En el fondo, el patio estaba cerrado por un alto y grueso muro fabricado con sillares de caliche. 

La prisión funcionó dentro del palacio municipal hasta que fue inaugurado el primer penal en la colonia Aquiles Serdán, en diciembre de 1954; la cárcel preventiva permaneció en el palacio hasta 1959, cuando la antigua obra fue derribada para dar paso a un edificio más funcional (1960-1965). La preventiva ocupó  dos locales  por la calle Colón durante los años de 1960 y parte de los años de 1970. 

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Por el zaguán de la Presidencia Municipal se internaban los reos a la cárcel que se encontraba en el interior.

La fuga de Florencio

El 25 de diciembre de 1932, el Síndico Municipal, Manuel A. de la Viña, en funciones de agente del Ministerio Público se presentó junto con su personal a levantar el acta concerniente a la fuga del reo Florencio Garza Garza de la cárcel donde se encuentra el palacio municipal de Reynosa. Con él se presentaron los peritos Ricardo B. Sosa y Juan Granados, el comandante de la policía Andrés F. Vargas, quien también tenía la función de alcaide de la cárcel. Entre los acompañantes se encontraban los testigos de asistencia Juan Ochoa y Roberto Hernández.

Los peritos notaron huellas de escalamiento todavía visibles en la esquina suroeste de la "tapia" que circunda el solar del Palacio Municipal. Observaron que el reo cayó en un solar donde se encontraban  varias viviendas que se comunicaban a una cantina. Debido al tráfico de entrada y salida de esa vecindad ya las huellas no eran visibles; pues los hechos habían ocurrido el día anterior. Los sucesos tomados de las declaraciones de los gendarmes que recabó el agente, habían sucedido entre las 12 de mediodía y las 4 de la tarde del día 24 de diciembre de 1932.

Al gendarme municipal Juan Carrillo le había tocado ser el encargado de la custodia de los prisioneros según el rol de ese día. Tenía 38 años y era originario de la vecindad de Reynosa; era uno de los gendarmes más confiables según el jefe de barandilla. A las 12:30, este le hizo entrega de todo lo que tenía a su cargo al gendarme Manuel Cavazos para ir a comer, regresando a la comandancia a las 1:30 de la tarde.

El gendarme Manuel Cavazos también era originario de Reynosa y tenía de 44 años. Este gendarme confirmó la previa autorización al reo Garza Garza para que fuera a la peluquería a afeitarse, custodiado por el gendarme municipal Felipe Ramírez. Estos volvieron a la media hora siendo internado el preso al corralón de la cárcel que era el patio de la presidencia municipal, para "que tomara el sol y después recluirlo en el sótano (sic celda) que le tenía designado para el efecto". A esa hora, el gendarme Cavazos entregó la guardia de la prisión al empleado auxiliar Margarito Elizondo. 

El empleado auxiliar tenía 25 años de edad y era originario del rancho El Porvenir del municipio de los Ramones, Nuevo León.  En ese momento le dijo el gendarme Manuel Cavazos en estas palabras: "aquí te encargo, voy a comer" retirándose inmediatamente. A los pocos momentos de tener la comandancia llegó el jefe de barandilla, Nicanor García y enseguida el gendarme Cirilo Garza.  

El Jefe de Barandilla Nicanor García era originario de Reynosa y tenía 45 años de edad. Como a las doce horas había salido para el rastro de la ciudad para inspeccionar los animales que se iban a sacrificar, en su carácter de encargado de la Inspección de Pieles y Ganados. Este regresó pasada la una de la tarde, encontrándose con la novedad de un robo que se había cometido en la zona de tolerancia; la queja la ponía una señora de nombre Cuca, quien había estado platicando con Margarito. Nicanor le pidió que lo esperara mientras llegaba uno de los gendarmes. El jefe de barandilla salió a comer y regresó en 20 minutos. Encontró que no había llegado ninguno de los gendarmes, pero a los pocos minutos llegó Juan Carrillo, quien venía a recibir la guardia de los reos. A este le ordenó que se trasladara a investigar del robo de la señora que estaba ahí presente.

El jefe de barandilla le ordenó al auxiliar que le fuera a traer unos cigarros a la esquina, pero que antes le entregara la guardia a Cirilo. Fue entonces que el guardia Garza le preguntó que donde estaba el reo Florencio Garza Garza. El gendarme Garza se dio a la tarea de buscarlo y al no encontrarlo en el corralón, no le recibió la guardia al no estar completo en número de presos.

Fue a las 14 horas, que el auxiliar Elizondo dio parte de que Florencio Garza Garza ya no se encontraba en el corralón y que posiblemente había escalado el muro de la prisión. Esto lo asentó en las novedades del día. Fue hasta las quince horas cuando Carrillo llegó y recibió la guardia de la cárcel, recibiendo la novedad de la fuga del reo ese 24 de diciembre.

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Juan Granados, uno de los peritos en las diligencias de 1932.



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