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La verdadera figura de Cortés

Apartado de la corte española de Carlos V, prohibidos sus escritos en vida y fallecido en la pobreza, el conquistador extremeño es un personaje de polarización en México. No hay ningún monumento que se le haya levantado y su solo nombre incita a la polémica

CIUDAD DE MÉXICO .– Aunque la sola mención del nombre de Hernán Cortés siempre ha resultado polémica –así como en este año de los 500 años de la toma de México-Tenochtitlán, relegado de toda conmemoración–, su figura permanece intacta en el Hospital de Jesús, espacio que resguarda dos fieles retratos al óleo y un busto de Manuel Tolsá.

Foto: Proceso.La verdadera figura de Cortés

Según se lee en los volúmenes Breve Historia del Hospital de Jesús, Los murales del Hospital de Jesús y Hospital de Jesús. Sus principales obras de arte (1997), escritos por el médico, poeta y exgobernador de Nayarit, Julián Gascón Mercado, la imagen del guerrero español puede verse, aunque discretamente, en varios sitios del inmueble.

La más conocida, quizá, está ubicada en las escalinatas principales, en medio del jardín. Se trata de la réplica de un busto original realizado por Manuel Tolsá (1757-1816).

Acerca de él, en el libro Cortés (editorial Taurus, 2005) de Christian Duverger –cuya portada es un acercamiento del perfil de la escultura–, el historiador francés apuntó que el original fue mandado a realizar por el entonces patronato del Hospital de Jesús, que contrató al arquitecto valenciano en 1792: “El artista realizó una obra fuerte, en bronce dorado, en la que el conquistador, de rostro imaginario, luce como un emperador romano”.

En torno a la copia, Gascón Mercado (Tepic, Nayarit, 1925), exdirector y patrono emérito del Hospital de Jesús, relató vía telefónica a Proceso que fue el historiador Lucas Alamán (entonces administrador del hospital) quien escondió los restos de Cortés en 1824 en el templo adjunto, luego de una discusión en la Cámara de Dipu­tados donde se planteó su destrucción.

A sus 96 años y dueño de una memoria intacta, contó:

“Alamán, al saber lo que planeaban, se les adelantó y mandó a abrir el mausoleo para esconder los restos en el altar del Templo de Jesús Nazareno, en donde permanecen hasta hoy. El busto original que hizo Tolsá y que estaba sobre el mausoleo lo envío a los descendientes de Cortés, los Pignatelli, y se encuentra en Nápoles, Italia.

“En México no existe un lugar público o una estatua con la figura de Cortés, así que cuando hicimos la remodelación del hospital en los setenta, en el sexenio de José López Portillo, fui yo quien mandó a hacer la reproducción del busto.”

–¿No hubo polémica cuando se colocó?

–No inmediatamente. Cuando se concluyó la remodelación del hospital invité al presidente López Portillo a que lo inaugurara, aceptó y le expliqué que había colocado la réplica del busto de Cortés en la escalera principal porque me parecía injusto que el hospital que fundó no tuviera una escultura. Me dijo: “Va a ser muy polémico eso, doctor”. “Pues sí –le respondí–, pero este país es una polémica permanente”.

“Finalmente develó el busto al asistir a la inauguración. Sentí que fue la aprobación del presidente de la República y eso me hizo sentir tranquilo, aunque después surgió una organización de indígenas que querían destruir la imagen, estaban en la Catedral Metropolitana, y cerré las puertas, me quedé solo ahí esperando dialogar con ellos y hasta pensé en ofrecerles que se pusiera un busto de Moctezuma a la par, pero no alcanzaron a llegar porque la policía les interrumpió el paso. Desde entonces algunos ven al busto y lo miran con respeto, otros con indiferencia, pero ahí está el que mandó a construir el hospital, que cumplirá 500 años en 2024”.

–¿Le parece bien cómo ha tratado el gobierno federal la conmemoración por los 500 años de la toma de México-Tenochtitlán?

–Esa es la interrogante.

–Cortés, ¿héroe o villano?

–Eso lo dejo para la posteridad.

Los óleos

Hay dos óleos de Cortés plenamente identificados en el hospital y situados en la oficina de la dirección general del hospital: el Retrato de Hernán Cortés y un Hernán Cortés orante, sólo accesibles mediante visitas guiadas debido a la pandemia de covid-19.

El primero es un retrato de cuerpo entero sobre tela de 1.90 m. x 90 cm. en donde se le observa vestido de media gala, con armadura en el torso y brazos, falda de coto de malla y medias. En la mano derecha empuña un bastón de mando de capitán general, mientras la izquierda descansa sobre la empuñadura de su espada. En la parte superior izquierda, su escudo del Marquesado del Valle de Oaxaca.

Tanto Gascón Mercado como Duverger coinciden en que el óleo se realizó hacia 1529,  cuando Cortes regreso a España, y cuyo rostro está tomado de un dibujo del alemán Christopher Weiditz, quien acompañó a la corte de Carlos V entre 1529 y 1530; a Weiditz también se atribuye la única medalla conocida sobre el soldado extremeño.

Por otro lado, en el Hernán Cortés orante, una pintura anónima, se le representó hincado sobre un cojín de color rosa, las manos juntas y rostro sereno, con armadura de capitán, mientras su casco descansa en el piso.

“El estilo apunta al siglo XVII”, escribió Duvergier, y está basado en el Retrato de Hernán Cortés antes mencionado, si bien se considera realizado años después del deceso de Cortés a los 62 años, ocurrido en Castilleja de la Cuesta, en las afueras de Sevilla, España, en 1547.

En la parte superior derecha de ese óleo se lee una inscripción:

El Excelentísimo Señor Don Fernando Cortés Marqués del Valle y Justicia Mayor, Governador y Capitán General que fue de esta Nueva España y su Primer Conquistador, Patrono Fundador de este Hospital.

Un óleo más relativo a Cortés es el retrato señalado en el volumen Hospital de Jesús. Sus principales obras de arte como Martín Cortés, II Marqués del Valle de Oaxaca, asociado al segundo hijo del conquistador, llamado Martín al igual que el primero que procreó con la Malinche. En la obra aparece el escudo del Marquesado del Valle de Oaxaca en la parte inferior, y al centro el vástago con sombrero, vestimentas en tono azul, gola en el cuello, espada, y en la mano derecha su bastón de mando.

Sin embargo, este último detalle es cuestionado por Duverger, pues refiere que Martín Cortés nunca desem­peñó función alguna como para justificar la presencia del bastón, “por lo tanto, se podría considerar que esta pintura puede ser otro retrato de Cortés, con un sombrero de estilo tardío (segunda mitad del siglo XVIII)”.

El especialista –quien sacudió el medio historiográfico al sostener en su Crónica de una eternidad que el autor de La verdadera historia de la conquista de la Nueva España no fue Bernal Díaz del Castillo sino Cortés–, apuntó que en el mural que data del siglo XVI, en el pasillo sur de la planta alta del hospital, se conservan dos posibles retratos de dibujos de Cortés, uno de perfil y otro de frente, pues “en los dos, el capitán general lleva la barba y un gorro al estilo de la primera mitad del siglo XVI”.

Los murales

Además hay dos obras más en donde está plenamente identificado: en el mural Historia de la medicina en México (de la época prehispánica hasta nuestros días, la cosmogonía mexica y el encuentro entre Moctezuma y Cortés), realizado en 1993 por el pintor Antonio González Orozco a petición de Gascón Mercado (Proceso 2336).

La otra está afuera del hospital, justo en la esquina de República de El Salvador y Pino Suárez, donde se encuentra un mural de talavera colocado en 2015 –en sustitución de una placa de cemento que databa de 1984–, representación del célebre encuentro de 1519 (Proceso 1943 y 2031). El mosaico es una reproducción del biombo del artista novohispano Juan Correa, titulada Entrevista de Cortés y Moctezuma, cuyo original forma parte de la Colección del Banco Nacional de México y que puede apreciarse a unas cuadras, en el antiguo Palacio de Iturbide de la calle de Madero 17.

En el capítulo “En busca del retrato de Cortés”, Duverger afirma tajante sobre la figura del conquistador: “No existe ningún retrato confiable de Cortés. A lo largo de su vida siempre rechazó la idea de contratar a un pintor para que hiciera su retrato.

“Hay dos explicaciones posibles: una es de tipo europeo; quería demostrar su desdén a la gloria y al narcisismo. La otra es más mestiza; en el mundo prehispánico, el hecho de ver su propia cara se considera peligroso, pues da la posibilidad al alma de salir del cuerpo; por eso los espejos son instrumentos de brujería. El ámbito indígena ignoraba la esencia misma del retrato. Cortés pudo haber decidido adaptarse a esa costumbre…”

Pero hay más: El poeta Octavio Paz, en El laberinto de la soledad (1950), se extrañaba de que no hubiera un monumento en México sobre el conquistador. En un ensayo de 1985 publicó:

El odio por Cortés no es odio por España. Es odio por nosotros mismos. El mito nos impide vernos en nuestro pasado, y sobre todo impide la reconciliación de México con su otra mitad. El mito nació con la ideología y sólo la crítica de la ideología podrá disiparlo. Cortés debe ser restituido al sitio que pertenece, con toda su grandeza y todos sus defectos a la historia.

El historiador José Luis Martínez, en su monumental biografía de 1015 páginas Hernán Cortés (FCE; México, 1990), que completó con tres tomos de las Cartas de Relación, escogió dos citas, la primera de un mexicano, el propio Paz:

Apenas Cortés deje de ser un mito histórico y se convierta en lo que es realmente, un personaje histórico, los mexicanos podrán verse a sí mismos con una mirada más clara, generosa y serena.

La otra, del escritor español de la generación del 27, José Moreno Villa (Málaga, 1887-DF, 1985):

La historia de México está en pie. Aquí no ha muerto nadie, a pesar de los asesinatos y los fusilamientos. Están vivos Cuauhtémoc, Cortés, Maximiliano, don Porfirio y todos los conquistadores y todos los conquistados. Esto es lo original de México. Todo el pasado suyo es actualidad palpitante. No ha muerto el pasado. No ha pasado lo pasado, se ha parado.

Y para mostrar la polarización sobre el personaje, y con afán de equilibrio, el volumen tuvo como preámbulo estas otras referencias:

Cortés soy, el que venciera

Por tierra y por mar profundo

Con esta espada otro mundo,

si otro mundo entonces viera.

Di a España triunfos y palmas

Con felicísimas guerras

Al rey infinitas tierras

Y a Dios infinitas almas.

(Lope de Vega)

En su cabeza llevaba el laurel y en sus botas brillaban espuelas de oro. Y sin embargo, no era un héroe, ni tampoco un caballero. No era más que un capitán de bandoleros, que con su insolente mano inscribió en el libro de la fama su nombre insolente: ¡Cortés!

(Heinrich Heine)

Nuestra admiración para el héroe; nunca nuestro cariño para el conquistador.

(Manuel Orozco y Berra)

A Hernán Cortés, como a toda personalidad histórica, no hay que elogiarlo sin más ni más, ni insultarlo sin menos ni menos. Hay que explicarlo.

(Francisco de la Maza)

Cabe recordar que en 2010, durante el Bicentenario de la Independencia de México, la única escultura levantada a Cortés en su patria (Medellín), cuyo pie izquierdo aplasta “a ídolos de la cultura azteca y no a nativos mexicanos” –según refirió entonces su alcalde–, amaneció teñida de rojo.

El acto fue realizado por un grupo que firmó como “Ciudadanos Anónimos” y que justificó la pintura como respuesta “por la glorificación cruel y arrogante del genocidio y un insulto al pueblo de México”, según se leyó en diversos papeles arrojados al pie de la escultura. En esa ciudad se defendió la obra por ser “un homenaje a un hijo de la villa”, levantada ahí 130 años atrás.  



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