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La república marihuanera

En un puñado de municipios de esta Tierra Caliente existe una nación, Michoacán esconde una República en su interior. Miles de kilómetros cuadrados de suelo ardiente cuyos habitantes viven una realidad paralela: los policías siembran marihuana en sus parcelas, los narcos financian la siembra, los campesinos cuidan a los acaparadores de droga, las autoridades formales se llevan estupendamente bien con quienes tienen el poder real. Así es aquí, una zona en la que la economía del narco se encuentra en auge y de la que nadie escapa y quizá ni quiera escapar. En este territorio michoacano se siembra bien y de manera ordenada, con reglas que operan en una lógica de mercado, cuya mano no es invisible sino paternalista y despiadada a la vez. Así gobiernan Los Caballeros Templarios en la República Marihuanera, a donde emeequis acudió a constatar que su poder sí es de este reino.
  • Por: Por Humberto Padgett y Dalia Martínez / Emeequis
  • 12 / Agosto / 2011 -
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PRIMERO DE UNA SERIE

Tierra Caliente.

- Ni siquiera dentro de la Presidencia Municipal afloja el calor que ahoga a cualquier "extranjero", como aquí llaman a quien no haya nacido en esta franja de Michoacán, Guerrero y una muesca del Estado de México.

-¿Está el presidente? -pregunta Martín, uno de los 50 intermediarios autorizados por Los Caballeros Templarios para comprar marihuana en la región.

-No, pero si quieres vamos a la sala del Cabildo responde el funcionario público municipal presenta al narcotraficante con los periodistas.

-Vamos a su oficina -resuelve Martín con el ceño fruncido.

Avanza a una pequeña antesala y, tras un rápido saludo con la cabeza a la secretaria del alcalde, ingresa confiadamente a la oficina ocupada por un sillón, un escritorio y cuatro sillas.

Se siente a sus anchas.

Y cómo no.

Uno lo entiende casi de inmediato cuando este michoacano explica cómo funcionan las cosas en esta tierra:

-Trabajamos con todos los partidos.

Apoyamos las campañas políticas.

¡Qué caras son! Tengo un primo que quiso ser presidente municipal.

Me pidió ayuda y se la di, pero antes le advertí: "Te voy a dar dinero sólo para que te des cuenta de que la gente no te quiere y ya te quites de esa tentación".

Es un hombre delgado y afable, dedicado desde hace 30 años a entregar la "mercancía", como se refiere a la marihuana, en Texas.

Su nombre, como todos los aquí presentados, fueron cambiados a petición de los entrevistados y por razones de seguridad.

No es difícil comprender que aquí las reglas poseen una lógica distinta, que existe una nación dentro de México, que Michoacán esconde una República en su interior.

Miles de kilómetros cuadrados de suelo ardiente.

Por eso le llaman Tierra Caliente, un grupo de municipios en el que existe un gobierno paralelo al formal, hasta hace pocas semanas conocido como La Familia Michoacana y hoy refundado con el nombre de Los Caballeros Templarios.

Sus habitantes se rigen por sus propias leyes y pagan sus particulares impuestos.

Aquí, la vida, cada vez más dura, y la muerte, cada vez más fácil, orbitan alrededor de la marihuana.

Como cualquier país cuya diplomacia defiende intereses geopolíticos, la República Marihuanera hace lo propio: establece y rompe alianzas.

Ahora forma parte del eje integrado por el Cártel de Sinaloa y otros grupos criminales.

Los enemigos, con quienes disputa violentamente y palmo a palmo los cerros y las cañadas, son los Beltrán Leyva.

-¿Usted puede llevarnos a un sembradío de marihuana?

-Sí, claro que sí.

-¿Y qué hace falta para hacerlo?

-Pues nomás que nos vayamos.

Martín admite toda pregunta.

Contesta con la precisión de un experto y el lenguaje fluido de un profesionista educado y un profesional.

Y de hecho lo es.

Concluyó con éxito su licenciatura y de sus 50 años de edad, ha vivido los últimos 30 en el negocio.

Así que se ha convertido en un hombre con dominio de todas las fases de producción -cultivo, cosecha, control de calidad, empaque, logística, rentabilidad, transporte, comercialización y exportación, entre otras- de la marihuana.

De hecho, durante la última semana, Martín y tres de sus trabajadores prensaron y empacaron tres toneladas que a estas alturas del mes ya debieron entrar a Estados Unidos.

Existen tres tipos de marihuana: la comercial, la buena y la inservible, explica con la autoridad de un empresario en toda forma.

Aquí, en la Tierra Caliente, un kilo de marihuana comercial se paga al productor en 300 pesos.

Por la buena, no más de 200 pesos.

"Cuando escasea, hasta el zacate seco se vende.

Hay quien en una situación de desesperación compra la de mala calidad en 150 pesos.

Yo no.

Prefiero pagar 100 pesos más en México por kilo que perder 100 dólares en Estados Unidos.

En Houston, cobro 800 dólares el kilo, pero de ninguna manera la diferencia es mi negocio.

Pago 120 pesos por kilo a la organización, lo que cubre el impuesto cobrado por las policías municipales, estatales, y federales".

-¿Y cómo sabe la organización usted saca lo que reporta?

-Hay checadores en el camino.

Pregunta quién dio el permiso de salida.

Entonces, ahí mismo, habla al teléfono celular del responsable y averigua si el transportista es quien dice ser y si trae lo que dice traer.

-¿Cómo?

-Pesa la mercancía.

Si es más de lo permitido, el dueño paga el impuesto faltante, los 120 pesos por kilo y admite, sin más, la incautación de la marihuana o, en su caso, de la goma de amapola.

-¿Así nomás?

-Una falta de ese tipo se permite una sola vez.

A la segunda, te vas.

Martín ha sufrido dos plagios, es padre de un niño secuestrado a los dos años y hermano de un hombre muerto como parte de la fiesta de balas en que se ha convertido la Tierra Caliente: 260 ejecuciones durante el año pasado y 165 en el primer semestre de este año.

-¿Piensa usted en su muerte? ¿En las decapitaciones?

Martín responde.

Pero antes muestra cómo se vive en la República Marihuanera.

En la oficina del presidente municipal, el teléfono celular de Martín timbra nuevamente e inunda el aire con un corrido ranchero.

No abundan los lugares en los que existe señal, pero cuando eso ocurre, todo el tiempo lo andan buscando.

Martín no deja de lado los negocios un solo instante.

-Permítanme un segundo -solicita sentado junto al escritorio del alcalde y responde la llamada.

-¿Qué paso?.

.

.

¿dónde?.

.

.

Déjame ver y te marco.

-Perdón -comenta antes de marcar a su vez y preguntar: "Oye, me dicen que desde hace rato se están balaceando acá arriba.

Chécamelo, por favor y me hablas".

El papel que Martín juega en esta zona tiene múltiples facetas.

Su posición lo obliga a estar atento a lo que ocurra, incluso si son detalles como que alguien pide ayuda económica, si es preciso reforzar la vigilancia, si hay que buscar que entreguen los apoyos al campo.

No lo dice abiertamente, pero él juega un incuestionable papel de autoridad.

Así que Martín retoma la plática.

"Los campesinos cuentan con el apoyo de mil 100 pesos por hectárea a través del Promaf, un programa del gobierno federal de apoyo al cultivo de maíz y frijol".

Pero eso no sirve de mucho.

Ni lo que la bolsa de semilla mejorada cuesta: un bulto de grano Pioner, por ejemplo, de 20 kilos, con alrededor de 60 mil semillas cuesta mil 200 pesos y sirve para cultivar una hectárea con un producto resistente al calor y la sequía.

El precio de garantía del maíz es de 2 mil 600 pesos y el costo de producción por hectárea de unos 8 mil 200 pesos, considerando sólo insumos, sin incluir el trabajo de los campesinos.

La tierra con mediano potencial en la región ofrece hasta seis toneladas por hectárea y la de bajo rendimiento, poco más de la mitad.

Las cuentas salen sólo si se obtienen más de cuatro toneladas, una suerte que sólo marca a una minoría porque grandes porciones del ejido se encuentran en laderas a donde ni la yunta de bueyes puede entrar, así que aún usan la lanza para agujerar la tierra y dejar caer las semillas.

Y al menos una parte de la siembra no se vende, sino se embodega, a veces en trojes redondas de adobe, para el consumo familiar del año.

La mayor parte de los sembradíos en la Tierra Caliente son de temporal, así que se levanta una cosecha al año.

Los pocos ejidatarios beneficiarios de un sistema de riego lo pueden hacer hasta dos veces.

Explica Martín: "Puedes ir a las comunidades y ver niños tan desnutridos que tienen los ojos saltones y la panza inflamada por las lombrices.

Muchas personas beben agua de los arroyos, y los servicios médicos, donde existen, son pésimos.

Las clínicas de un consultorio carecen de medicamentos y el trabajo social es mínimo.

Hay niños vacunados sólo por el favor de rancheros que acomodan tres o cuatro en sus cuatrimotos y los bajan a la clínica más cercana.

Y la mayoría de los dueños de esos vehículos son, de una u otra forma, parte del negocio de la yerba".

Algunas comunidades se encuentran en tal aislamiento que se requieren cuatro horas para llegar en camioneta cuando el camino no es un río por los temporales.

En la época de lluvias, como ésta, el transporte público únicamente aparece por los caseríos retirados una vez a la semana y sólo pasan vehículos de doble tracción.

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