La realidad es apócrifa
Marguerite Duras. A diferencia de lo que es habitual entre escritores, la memoria no es para Vila-Matas un material literario de primer orden.
Los escasos elementos autobiográficos que aparecen en sus libros se presentan tan desdibujados que cuesta reconocerlos. De todas sus obras, sólo París no se acaba nunca, que es algo así como su particular retrato del joven artista, está inspirada en su propia experiencia. En 1974, un Vila-Matas de veintipocos años llegó a París con una novelita recién publicada y el propósito de iniciar una vida de escritor. La propietaria de la buhardilla de la calle Saint Benoit en la que se instaló era nada menos que la novelista Marguerite Duras, con la que compartiría numerosas conversaciones literarias (y a la que más de una vez rehuiría para evitar reclamaciones por alquileres atrasados).
Humorismo impávido. En 1985 publicó Historia abreviada de la literatura portátil, que con la perspectiva del tiempo puede considerarse su obra fundacional. Buena parte de su literatura posterior está ya anunciada en ese centenar escaso de páginas: su aversión a las formas más rancias de la tradición novelística, sus viajes de ida y vuelta entre vida y literatura, su desdén por el psicologismo de la narrativa realista, una genealogía cultural que bebe de las vanguardias, una distinguida actitud de flâneur... También su humorismo extremadamente serio estaba ya en ese libro: Vila-Matas se presentaba como un Buster Keaton de la literatura.
Clasificando lo inclasificable. Aunque ha brillado como autor de novelas, ensayos, dietarios y libros de relatos, Vila-Matas ha acertado a inventar un género propio y personal que toma prestados recursos de todos los demás. El mexicano Álvaro Enrigue ha dicho de él que “escribe ficción desde un espacio que suelen ocupar, más bien, los ensayistas y los poetas”. Nada es previsible en sus libros porque nada está construido siguiendo patrones heredados. Sería Vila-Matas el clásico escritor “inclasificable” si no fuera porque hasta esa clasificación le queda pequeña. Pero ocurre que en su epígrafe sólo hay sitio para él: quienes aspiran a seguir por el mismo camino corren el riesgo de condenarse a ser simples epígonos.
Enfermos de literatura. Uno de sus temas favoritos es el de los diferentes trastornos asociados a la literatura. Tomó prestado el nombre de un personaje de Herman Melville para escribir Bartleby y compañía y, de paso, acuñar un término que ha acabado incorporándose al léxico habitual de los amantes de los libros: un “bartleby” es un escritor que, teniéndolo todo para triunfar en la literatura, opta misteriosamente por dejar de escribir. Vila-Matas sería un buen “bartleby” si no fuera porque con cada nueva obra testimonia su voluntad de luchar contra esa tentación. Quizás por eso tiene ya publicados más de 30 libros.