La justicia y el deber en el caso de Gregorio García, año 1851
En la tarde del día 15 de mayo de 1851, Benito González salió de la casa donde vivía, con dirección hacia el estero en la ranchería de la antigua Reynosa. Esto sucedió en lo que es actualmente la comunidad de Reynosa Díaz, cerca de 22 km al este de la actual ciudad. En su trayecto se acercó a donde había una noria y donde charlaban algunos amigos del mismo lugar. Se puso a platicar con ellos sobre asuntos del campo y otras cosas banales
Cronista Municipal de Reynosa
“Demostrando mucho acaloramiento”, García se regresó hacia el grupo con el arma lista y haciendo ademán de darle un tiro a Benito González. Este último se alejó de los que lo acompañaban cubriéndose de García. Éste enfurecido buscaba un lugar por donde descargarle su arma, que por fin logró hacerlo.
La bala del arma que disparó Gregorio García rompió el sombrero que traía puesto Benito. No contento García con lo que le había hecho se arrancó una pistola de la cintura, pero Benito González se le echó encima y abrazándole logró contenerlo hasta que los demás compañeros lo “sosegaron”. Según cuando Benito le preguntó a Gregorio García las razones para arrebatarle la vida, le contestó que tenía orden de uno de los tres alcaldes de la villa de Reynosa, sin expresar el nombre.
Durante los hechos habían estado presentes desde un principio Juan Munguía “Chico”, Luis Garza y Nabor Muñoz, quienes más tarde darían sus testimonios ante el juzgado de la villa de Reynosa. El día 16 de mayo de 1851. Estos y Gregorio fueron citados ante el alcalde 3º Constitucional y Juez de 1ª Instancia, Manuel Ballí, en la villa de Reynosa donde había puesto la queja Benito González.
El actuar de la autoridad y la desesperación de Gregorio
Cuando le leyeron íntegramente las acusaciones de Benito en el Juzgado a Gregorio García, este respondió que era cierto, menos de haberle dicho que el tiro se lo había dirigido por orden de uno de los alcaldes de este pueblo.
También explicó, que esa tarde que pasó cerca del punto de la noria, escuchó la expresión “allá van los venados”, la cual pensó la había dicho Benito González en forma de burla. Existían ciertos antecedentes recientes entre ellos, que le hicieron actuar así.
En la noche del 13 de mayo de 1851, Gregorio García narró que anduvo paseándose en la congregación de la antigua Reynosa con Benito González y otros compañeros. Como a la una de la mañana estaba entretenido platicando con los amigos en cierta casa en donde había un tendajito. Fue entonces que González les dijo “ya vuelvo, espérenme un momento” y se salió de la casa.
No habría pasado un cuarto de hora cuando vinieron a avisarle a Gregorio que, el Benito González intentaba robar en su casa. De inmediato se marchó en auxilio de su familia y cuando llegó a su hogar, su esposa le informó lo sucedido.
Ella le platicó que sintió a alguien adentro de la casa abriendo cajas y reuniendo trastos para robarlos. Cuando reconvino, el intruso se le echó encima dándole dos o tres golpes y un estrujón de los cabellos, tirándola de un empujón sobre un baúl. La mujer dio voces para que la auxiliaran, por lo que vinieron Indalecio García y Luis Garza Ramírez, reconociendo al ladrón como Benito. Cuando llegó Gregorio a su casa, Benito González acababa de salirse del jacal a la carrera y a todo escape.
Al día siguiente 14 de mayo, Gregorio expuso los hechos al Juez de Policía de la antigua Reynosa, donde habitaban tanto él como su contrincante. Le pidió, como era natural, la aprehensión y la remisión de González al juzgado de la villa de Reynosa para que fuera castigado. Pero aquel Juez de la congregación desatendió la queja, no tomando ninguna providencia.
Al no hacerle justicia en esa congregación, Gregorio García procedió por el orden legal, viajando al juzgado de la villa de Reynosa, donde hizo su reclamo ante el señor alcalde. Aunque le ofreció administrarle justicia, el alcalde no pudo verificar el caso en el mismo día por las ocupaciones que tenía. Viendo que no eran menos sus quehaceres, Gregorio se vio en la necesidad de regresar al lugar de su residencia, con cierto resentimiento porque aún no veía el hecho criminal de González castigado debidamente.
La primera villa, Nuestra Señora de Guadalupe había sido fundada en un meandro o curva del río Bravo desde 1749, quedando su población expuesta a las inundaciones anuales de su cauce. Después de 53 años, la villa y su gobierno fue trasladado en 1802 a la Loma de San Antonio, donde se encuentra actualmente el centro de esta ciudad. El antiguo asentamiento de Reynosa continuó tan sólo como un rancho y después como una congregación.
Faltaban 22 años cuando sucedió esta historia, para que se le cambiara el nombre de antigua Reynosa al de Reynosa Díaz. En 1873, el gobernador de Tamaulipas, Servando Canales, bajo el decreto No. 62 le dio ese nombre en honor a Porfirio Díaz. La jurisdicción para dicha villa nunca se emancipó de la segunda villa, por lo que el decreto se derogó al ser negado por los pobladores de las congregaciones vecinas. En la actualidad, del dicho decreto, solo perdura el nombre de la congregación, Reynosa Díaz.
El razonamiento de Gregorio García
Predisponiéndose a que sus reclamos quedarían sin efecto, reflexionaba a solas que su honor y el de su esposa quedarían sin desagraviarse y por consiguiente permanecerían expuestos a sufrir nuevas tropelías. Con tal idea regresó esa tarde del 16 de mayo de 1851 y con esas reflexiones desensilló su caballo para llevarlo a persogarlo. Fue entonces que al pasar por la noria escuchó la nueva ofensa de Benito González. Esas fueron las circunstancias en que se encontraba Gregorio y que le hicieron cegarse de soberbia y proceder violentamente contra Benito.
Gregorio se consolaba diciendo que, si bien se consideraba su proceder como un crimen, la razón que hubo para actuar violentamente disminuía su culpa, ya que la autoridad era el conducto de poner término a los motivos de la discordia entre él y Benito. Advertía que, Benito González no era la primera vez que había cometido robos. En otras ocasiones había herido a varios vecinos y perturbado la tranquilidad de la comunidad rural donde habitaban. Gregorio explicó que cuando Muñoz lo tenía abrazado y lo contuvieron, Benito González había aprovechado de la oportunidad para darle una pedrada ya cuando se hallaba indefenso.
Durante el día 18 de mayo, el juzgado presidido por don Manuel Ballí, les tomó las declaraciones a los testigos de los eventos en la antigua Reynosa. Para eso mandó traer a los personajes que estuvieron presentes el día 15 de mayo en la noria, donde Gregorio le disparó a Benito González. Al mismo tiempo se citaron testigos relacionados con el intento de robo que había hecho este último personaje en la casa de Gregorio García el día 13 de mayo. El día 20 de mayo de 1851, el expediente fue enviado para su estudio al Lic. Don Agustín Menchaca en Matamoros, con el fin de indicarle el fallo que debía pronunciar el Juez de la villa. La contestación del experto y el resultado del caso serán narrados en una próxima nota de este matutino.
Decreto No.62 donde la Congregación de la antigua Reynosa recibe el nombre de Reynosa Díaz en 1873, por el gobernador Servando Canales.
Plano de Reynosa Díaz y el río Bravo levantado en 1889, por la Comisión de Aguas y Limites entre Estados Unidos y México. Publicado en 1903.