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La encrucijada de la izquierda mexicana. Lucha por la presidencia en 2018

La división entre PRD y Morena aleja la posibilidad de lograr un frente común

Ciudad de México

RETOS. Andrés Manuel López Obrador y Delfina Gómez, en un acto reciente en Estado de México.La encrucijada de la izquierda mexicana. Lucha por la presidencia en 2018

México se adentra en un sinuoso laberinto político de incierta salida. De aquí a poco más de un año, los partidos emprenden un camino repleto de bifurcaciones, de peajes que muchos no estarán dispuestos a pagar. El desenlace puede suponer una sacudida al tablero político del país y de América Latina sin precedentes. 

Después de 70 años de mandato ininterrumpido del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que regresó al poder en 2012 tras dos sexenios de alternancia derechista del Partido Acción Nacional (PAN), la izquierda vislumbra un horizonte propicio para alcanzar el poder. La aritmética está de su lado. La historia -su incapacidad de llegar unida- juega en su contra.

“La izquierda mexicana pasa por una situación paradójica. Por un lado, está viviendo un auge espectacular si se compara con el siglo pasado, pero la herida por la salida de López Obrador del PRD [Partido de la Revolución Democrática] y la creación de Morena ha provocado daños muy graves, que hacen muy complicada la unión con el PRD para 2018”, opina Roger Bartra. 

Con todos los matices con los que cuentan los partidos políticos, el académico mexicano considera que la izquierda está dividida en dos corrientes, ambas “muy deterioradas”. “La deriva de la socialdemocracia, más reciente, está teñida de corrupción, de falta de audacia. La del populismo, que tiene una larga historia, hace difícil pensar a veces que se trate de un proyecto de izquierda”, apunta Bartra, quien se muestra “poco optimista” de cara a las presidenciales: “Yo no creo que la izquierda gane en 2018”

Las elecciones en el Estado de México, el más poblado del país, evidenciaron el dulce momento por el que atraviesan las fuerzas progresistas y el creciente desgaste del partido gobernante, una suerte de minotauro al que todos quieren aniquilar en este laberinto. La suma de votos del PRD y Morena hubiese dado una victoria contundente a la candidata de López Obrador, Delfina Gómez. 

Tras las elecciones en el Edomex la dirigencia del PRD tendió la mano a López Obrador para lograr un pacto en 2018, pero el líder de Morena lo rechazó y aseguró que no irá en coalición con el que antaño fuese su partido. Algunos analistas lo interpretaron como una forma de tensar la cuerda a un año de las presidenciales por el candidato que encabeza todas las encuestas, si bien el resto de partidos no han decidido a quién postularán.

“A Andrés Manuel no se le puede leer con una lógica tradicional”, asegura Agustín Basave, diputado por el PRD y expresidente del partido. “Puede dar la sensación de que se está encareciendo, dándose su taco como decimos en México. Quizás hay una dosis de eso, pero también la hay de que no es racional, de que es un hombre que tiene una pugna personal con muchos dirigentes del PRD, que va más allá de la rivalidad. No quiere nada con la dirigencia, pero sí con las bases”, añade. “López Obrador es un personaje que cuando es carismático atrae, pero que pierde mucho en los momentos críticos. Lo que quiere Morena es liquidar al PRD para lograr a su electorado, no quiere aliarse, quiere destrozarlo”, completa Bartra.

Miguel Barbosa, senador del PRD hasta dos meses antes de las elecciones del Estado de México, cuando renunció para irse con López Obrador, carga contra su anterior partido y ahonda en el discurso de su líder, que considera que Morena se vale por sí mismo para lograr a la victoria. Para ello, ante todo, necesitarán “lograr una mayor participación de la ciudadanía y consolidar una estructura sólida para impedir la manipulación electoral”.

Cerrado, al menos por el momento, la vía de una entente entre los dos partidos de izquierda, se abren otros caminos. Uno de ellos es la creación de un gran frente progresista sin Morena, como ha insinuado el jefe de gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, en quien están puestas todas las miradas como futuro candidato del PRD. 

“Hay que construir un proyecto de convocatoria amplia”, dijo recientemente, para aquellos que no se sienten “llamados por un partido en específico”. “Quién encabece ese proyecto es una cosa que después se puede resolver. Lo primero es renunciar a no ser tú la figura protagónica, y eso es lo que no se ha podido alcanzar”, añadió.

La posibilidad de que el PRD se lance en solitario a la carrera presidencial resulta en cualquier caso quimérica, a sabiendas de que no podrá optar al triunfo en solitario. Su fortaleza reside en que puede ser la llave que dé la presidencia a unos o a otros. “El PRD emergió como fuerza de poder real”, admite Barbosa, quien ve más factible que las fuerzas se unan para evitar la victoria de Morena que para sacar al PRI. “El sistema lo que quiere que es no llegue López Obrador al poder”, zanja, en referencia especialmente a la posibilidad de que el PRD y el PAN se alíen el próximo año, como ya hicieron el año pasado para obtener varias gobernaciones. 

Ello dependerá, en gran medida, de la batalla interna en el partido conservador. Ricardo Anaya, el actual presidente y quien propició las últimas alianzas con la izquierda, busca consolidarse al frente del PAN ante Margarita Zavala, esposa del expresidente Felipe Calderón y el exgobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle. “Lo único que no podemos permitir es un tipo de alianza con el PRI ni grupos que sean parte del PRI, eso es un subterfugio para salvar el pellejo”, opina Agustín Basave.

Otro factor de división pueden resultar las candidaturas independientes. Hasta ahora, la del senador Ríos Piter, la de Emilio Álvarez Icaza (Ahora) y la de María de Jesús Patricio, la aspirante indígena promovida por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) son las que cuentan con más posibilidades de lograr el cerca de millón de avales necesarios para concurrir en las elecciones. 

Ninguna tendría opciones claras de lograr un triunfo en las presidenciales. Todas contribuirían a diversificar más el voto progresista, un escenario que beneficiaría al PRI. El partido tricolor aún no ha decidido quién será el candidato a suceder a Enrique Peña Nieto, aunque las miradas se centran en el secretario de Salud, José Narro y el de Hacienda, José Antonio Meade. Las elecciones en el Estado de México, donde ganó con un 33% de los votos, son un claro ejemplo de que, acuciado por la corrupción y la mala imagen de sus dirigentes, al PRI le convendrá la máxima de fragmenta y vencerás. (EPS)




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