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La curiosa historia de la única manada de caballos salvajes de Andalucía

Una decena de equinos pasta en libertad junto a la cumbre más alta de Málaga cuatro años después de ser abandonados

El cerro de la Majada del Arce es un pedregal salpicado de hierbas y pequeños arbustos acostumbrados al frío. A casi 1.800 metros de altitud, cuenta con vistas a la vega de Alhama de Granada al norte y al Mediterráneo al sur. Es el hábitat silencioso que han hecho suyo una decena de caballos, que miran en la distancia a los senderistas que por allí transitan hacia la cumbre de La Maroma, el pico más alto de la provincia de Málaga. Cuando se cruzan los caminos de unos y otros, la curiosidad es mutua. ¿Cómo han llegado hasta ahí? La respuesta se encuentra en una historia que se remonta cuatro años atrás. Y que ha convertido a esta manada en la única de caballos en estado salvaje existente en Andalucía.

La curiosa historia de la única manada de caballos salvajes de Andalucía

En la primera ascensión que realizaron en verano de ese año encontraron ocho caballos: cinco hembras, dos machos y un potro. Y lo primero que pudieron comprobar es que carecían de microchip. “Sus dueños se los habían quitado”, explican fuentes del Seprona. Sin embargo, gracias a la existencia de pequeños pastos en la zona, los caballos se encontraban en buen estado de salud. Había una excepción: un ejemplar que tenía una pata rota y finalmente fue sacrificado tras recomendación veterinaria. Los especialistas del Refugio del Burrito decidieron entonces que era mejor dejarlos ahí, en libertad. “Es una zona con mucha comida, hierba, agua…”, cuentan en la organización, desde la que se consideró que los caballos vivirían en ese entorno en mejores condiciones que en un establo. Además de hierba suficiente, por los alrededores arroyos y dos fuentes en las que brota el agua permanentemente. Además, el riesgo de que causaran problemas era bajo: no son animales peligrosos y las carreteras de la zona transcurren muchos metros más abajo, por lo que las posibilidades de que pudieran causar algún accidente eran prácticamente nulas. Y no lo han hecho.

De forma paralela, la Guardia Civil comenzó una investigación para intentar dar con los propietarios. No lo consiguió. El área en el que se encontraban -y se encuentran- los animales es justo el límite entre las provincias de Málaga y Granada “y fue imposible averiguar de quiénes eran”, afirman desde el Seprona. “A petición de la propia Policía Local también hicimos nuestras pesquisas y, aunque intuíamos de quiénes eran, nos decían que no eran suyos”, añade Jesús Ubiña, alcalde de Alhama de Granada. El regidor destaca igualmente que, como la parte alta de esta montaña también es territorio de los municipios malagueños de Sedella y Alcaucín, las averiguaciones fueron “complejas”.

Con esas circunstancias y ante la opinión de los expertos de El Refugio del Burrito, los caballos quedaron en libertad. Los resultados actuales corroboran la decisión. “Están en buen sitio, es su territorio. Están preparados a ese tipo de zonas porque evolucionaron en las praderas de Asia y Europa”, cuentan en la entidad animalista, donde subrayan que cuando estos animales son abandonados en otras zonas de Andalucía es “muy difícil” que sobrevivan debido al calor y la escasez de comida o agua. “En cualquier caso, los agentes forestales tienen nuestro contacto, así que, si en algún momento estos ejemplares tienen algún problema de salud, podemos subir a tratarlos”, añaden. “Y si nosotros podemos ayudar en alguna cosa, siempre estamos dispuestos a ayudar”, insiste el alcalde de Alhama de Granada.

Hoy, cuatro años después de su llegada a este territorio de altura, no han creado ningún problema. Y la manada ha crecido. De los siete ejemplares que había en 2016, ahora son diez, entre ellos un potro que mira con una mezcla de cautela y simpatía a los senderistas. Como sus congéneres, tiene el pelo largo, lanoso, pero pronto lo mudará por uno más corto para afrontar el verano. Las pisadas del grupo se pueden encontrar por las zonas más altas del parque natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, entre pequeños bosques y pastos en los que se alimentan con tranquilidad. Fueron domésticos, pero han dejado de serlos. “Se han convertido en una manada de caballos salvajes”, concluyen desde el Seprona.



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