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Indígenas derriban la estatua del fundador de Bogotá

La estatua del conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada fue derribada, como parte de las protestas que desde hace 10 días sacuden al país

Le ha llegado el turno a Gonzalo Jiménez de Quesada. La estatua del fundador de Bogotá ha caído este viernes en medio de arengas y reivindicaciones, tumbada por un grupo de indígenas misak. El derribo de monumentos de conquistadores españoles ha llegado por primera vez hasta el corazón de la capital de Colombia en el marco del llamado paro nacional, las masivas protestas contra el Gobierno de Iván Duque que ya cumplen más de una semana.

Indígenas derriban la estatua del fundador de Bogotá

La emblemática figura de Jiménez de Quesada (1509-1579) presidía la tradicional plazoleta de la Universidad del Rosario, en el centro de la capital, sobre la avenida Jiménez de Quesada que fue trazada sobre el río San Francisco, con vínculos muy estrechos con la fundación e historia de Bogotá. En la Plazoleta –a pocas cuadras de la plaza de Bolívar y la Casa de Nariño, el palacio de Gobierno– se ubican hitos como el Café Pasaje, el lugar donde fue fundado hace más de 70 años el club Independiente Santa Fe.

Hasta ahora, los misak no habían derribado ninguna estatua en Bogotá, como sí lo habían hecho en las ciudades de Cali –el mes pasado– y Popayán con los monumentos de Sebastián de Belalcázar, considerado el fundador de esas urbes. Ambas se ubican en el occidente de Colombia, cerca del corredor del Pacífico, y tienen una herencia afrodescendiente e indígena más marcada que la capital. La nueva oleada de movilizaciones contra el Ejecutivo de Duque detonada por una fallida reforma tributaria, y la represión policial de las protestas, ha sido nuevamente el pretexto para esos gestos simbólicos.

Como en esas ocasiones, el movimiento de Autoridades Indígenas del Sur Occidente ha defendido su acción en las redes sociales. “Seguimos nuestro mandato de desarrollar justicia histórica contra crímenes de lesa humanidad”, sostiene el movimiento en una suerte de comunicado. “Con la fuerza de la gente seguimos en paro permanente y convocamos a avanzar a una huelga general en Colombia, una huelga capaz de enseñarle a los que nos han gobernado por mas de 200 años, que los gobiernos deben tenerle respeto al pueblo colombiano que construye poder colectivo y popular”, aseguran.

“Celebramos la caída del símbolo del conquistador en nuestros espacios cotidianos”, señaló una carta de estudiantes y egresados de Antropología de la Universidad del Rosario, una de las más antiguas del país, fundada en 1653. Los firmantes, que superan ampliamente el centenar, manifiestan su total apoyo al acto de los misak y hacen un llamado a la universidad a “no restaurar la estatua, y convocar a la resignificación de los espacios públicos que coadministra con la ciudad”.

La líder indígena Martha Peralta Epieyú, una de las primeras en reaccionar al derribo, calificó como “genocida” a Jiménez de Quesada. “Hoy el genocidio continúa, durante el Gobierno Duque han asesinado más de 190 líderes indígenas. Paren la masacre, viva el paro nacional”, señaló la presidenta del Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS) en sus redes sociales junto a un video en el que se observa a un grupo de misak que ondea sus banderas subido en el pedestal vacío mientras otros interpretan ritmos indígenas con flautas y percusiones junto a la estatua caída. La Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) ha convocado a movilizarse en respaldo al pueblo mizak.

El debate sobre el derribo de estatuas y símbolos de figuras asociadas a esclavistas o acusadas de racismo también se ha producido en el marco de movilizaciones en otros países como Estados Unidos. En Colombia, desde la primera ocasión en los misak derribaron la estatua ecuestre de Belalcázar en Popayán, en septiembre del año pasado, han aparecido voces que lo celebran como un acto de dignidad histórica y cultural mientras otros lo censuran como una expresión de violencia que ayuda a caldear los ánimos en un momento difícil.

Las protestas en distintas ciudades han dejado al menos 28 muertos, según la Defensoría del Pueblo, mientras que Human Rights Watch ha recibido denuncias de 36 muertes. Colombia amaneció este viernes después de una noche relativamente tranquila luego de varias jornadas de zozobra en medio de todo tipo de marchas, disturbios y brutalidad policial. El transporte y el comercio se mantienen a media máquina y hay cortes de carreteras a lo largo y ancho del país. Las movilizaciones han trastocado todo tipo de actividades. El presidente Duque ha echado a andar un diálogo con distintos sectores y esta semana suspendió su programa diario de televisión, que se transmitía ininterrumpidamente desde hace más de un año, cuando irrumpió la pandemia. En ese marco, y como parte de una movilización diversa que incluye a centrales obreras y el movimiento estudiantil, unos 6.000 indígenas han llegado a Cali para activar la llamada  minga indígena como parte del paro nacional.



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