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La palmera de Reforma en el pincel de Phil Kelly

La palmera de Paseo de la Reforma en CDMX, retirada luego de un siglo, fue protagonista en varias obras sobre la Capital de Phil Kelly.

Cd. de México

La palmera de Reforma en el pincel de Phil Kelly

 "Se fue a Inglaterra en 1985 y regresó a México en 1989, porque estaba comenzando a pintar en Londres palmeras y 'vochos' amarillos que funcionaban como taxis en la capital mexicana", recuerda en entrevista Ruth Munguía, viuda del creador, sobre el apego de Kelly a esta Ciudad.

 Ausente la centenaria palma que se marchitó por un ataque de hongos, Munguía pretende mantener la memoria de la planta con una serie de reproducciones que ofrecerá al público, además prepara para junio una exhibición sobre la serie La línea desnuda en el Seminario de Cultura Mexicana, y busca un espacio que muestre el idilio de Kelly con la capital mexicana.

 Kelly recaló en la Ciudad de México con 50 libras en el bolsillo y sin hablar español; hasta aquí lo condujo su avidez de luz y color, como reseñó The Guardian en el Obituario que dedicó al autor de "vibrantes" lienzos.

 Estos, añade el diario británico, encandilaron a figuras como el también irlandés y Nobel de Literatura Seamus Heaney -para cuya esposa, la escritora y editora Marie Heaney, produjo ilustraciones de libros-, y al chef Rick Stein, a quien creó un mural para su restaurante de mariscos en Padstow, Inglaterra.

 Munguía, acompañada por su hija y también pintora, María José Kelly, evoca en entrevista las caminatas de su esposo desde la colonia Verónica Anzures, donde siempre residió la familia, hasta el Centro Histórico.

 "La palmera de Reforma era un sitio de paso, porque siempre caminaba, de aquí al Centro, y de regreso, y su camino era Paseo de la Reforma, que para mí constituye el corazón de la Ciudad, siempre he viajado por ahí, en cualquier transporte. Él me decía: 'te gusta la ruta escénica'".

 Kelly caminaba hasta desgastar la suela de los zapatos, relata Munguía, entre cuadros del pintor repartidos por toda la casa y un retrato colgado en lo alto de la pared, desde donde domina el trajín de su familia.

 En Inglaterra andaba a pie porque el transporte era costoso y en la Ciudad de México porque gozaba mirar el paisaje, cuenta la promotora cultural.

 "Le gustaba ver la Ciudad, y le gustaba el sol y cuando hablaba con sus amigos y le preguntaban '¿qué haces?', él respondía: 'tomando el sol', 'comiéndome un aguacate' o 'refrescándome con una chelita', siempre les decía cosas que ellos allá no acostumbraban hacer".

 Prolífico, Kelly también pintó otros emblemas capitalinos, como el Ángel de la Independencia, la Diana Cazadora, el Monumento a la Revolución o El Caballito, incluso en un cuadro los colocó todos, como si estuvieran en fila.

 "Él decía que esta ciudad le parecía como un sillón cómodo: se sentó, le gustó, y aquí se quiso quedar", dice Munguía.



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