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Las noches locas de Elvis Presley en París

En el filme “Elvis” que acaba de llegar a cartelera, el “Rey del Rock & Roll” es encarnado por el energético Austin Butler, Parker está magníficamente interpretado por Tom Hanks

CIUDAD DE MÉXICO.-Como se muestra en el filme “Elvis” que acaba de llegar a cartelera, la razón por la cual Elvis Presley jamás se presentó más allá de los Estados Unidos, fue porque su representante “El coronel” Tom Parker era un migrante ilegal holandés, y al carecer de pasaporte americano creía que sería deportado si intentaba salir.

Las noches locas de Elvis Presley en París

“Mánager” que desde 1955 dirigió la carrera de Elvis hasta la muerte de éste en agosto de 1977, “El coronel” nada tenía de “coronel”; tampoco se llamaba Tom ni se apellidaba Parker, sino Andreas Cornelis van Kuijk. Cuando en 1958 el gobierno estadounidense obligó al músico a cumplir su servicio militar en Alemania, “El coronel” no quiso viajar a Europa con él, pretextando que arreglaría jugosos contratos fílmicos y promovería en Estados Unidos los discos del cantante, hasta su regreso.

Elvis volvió a su país 18 meses después, pero jamás logró realizar su sueño de presentarse en México, Europa o Japón. Cuando la cinta “Elvis” llegó al pasado Festival de Cine en Cannes, los asistentes brindaron un aplauso de pie que se prolongó por 15 minutos.

Sin embargo, Elvis Presley sí visitó París a finales de los cincuentas, como documenta Peter Guralnick en “The Unmaking of Elvis Presley: A Careless Love” (La deconstrucción de Elvis Presley: Amor descuidado), de 1999, en el prólogo “Homecoming. Memphis, March 1960” (Regreso a casa. Memphis, marzo de 1960), que ofrecemos aquí traducido para nuestros lectores.


Ocurrió en la primavera de 1959, cuando el cantante y sus amigos reclutas que cumplían su servicio militar en Friedberg, pidieron permiso para darse una escapada más allá de Alemania…

Reventones en la Ciudad Luz     

  • FUERON ELVIS Y LAMAR FIKE, Charlie Hodge y Rex Mansfield quienes hicieron el viaje.

Primero se detuvieron en Múnich, donde volvieron a visitar el Moulin Rouge, y Elvis se tomó la foto con Marianne, una nudista que acababa de efectuar su número, como alegremente reportaron los servicios de cable, llevando “nada encima a excepción de un disco de Presley tamaño natural”. Entonces, a la segunda noche partieron en un ferrocarril privado hacia París, donde los recibió el codirector de Hill & Range, Jean Aberbach, un refugiado vienés quien con su hermano, Julian, había hecho pininos en el campo de la publicación de canciones Country & Western antes de que el destino, personificado por el Coronel Parker, los presentara con Elvis Presley.    

Jean estaba preparado para encargarse de todo. Había reservado para ellos en el lujoso hotel Prince de Galles, donde ocuparían una suite en el piso más alto con vista panorámica a los Champs-Elysées y del Arc de Triomphe y podría permanecer solo en el salón de abajo a sus anchas. Además, Freddy Bienstock, primo de Aberbach e intermediario principal de las publicaciones durante las sesiones de grabación, estaba allí a su disposición, al igual que Ben Starr, el abogado de Hill & Range, a quien Elvis conocía desde que firmó su contrato original con RCA.

A cualquier lado que él y los chicos desearan ir, cualquier cosa que quisieran hacer, quien estaría dispuesto a arreglarlo todo sería Aberbach, un soltero citadino y sofisticado de 48 años que con su hermano poseía departamentos y oficinas a lo largo del mundo; él y Freddy Bienstock y Ben estaban ahí justo para hacer pasar buenos ratos a los muchachos. Les dieron los saludos del Coronel, desde luego, pues éste se sentía apenado de no poder ir personalmente, y los de parte de Hal Wallis, con quien Jean y su hermano ya estaban en tratos para la nueva película, retitulada ahora “G. I. Blues” (El blues del soldado), y quien llegaría, como Elvis lo sabía, pronto a Alemania para filmar en exteriores y las imágenes militares. Si quisieran ver las atracciones, si les gustaría hacer una visita guiada en la ciudad, únicamente tenían que pedirlo.

Rex definitivamente sentía curiosidad; pero a Elvis nada más le interesaba la actividad después del atardecer, así que se pusieron de acuerdo para ir al Lido aquella noche. Tras una breve conferencia de prensa, la cual manejó con aplomo (“Ante los focos parecía convertirse en otra persona”, destacó Rex, quien jamás había atestiguado cómo su amigo actuaba bajo este contexto), Elvis decidió probar la sofisticación de París. Aquí, le aseguraron los reporteros, no sería molestado por la masa vulgar; podría salir a la calle sin miedo a ser reconocido, lo dejarían en paz sin acosarlo. El experimento duró apenas diez minutos. Fue lo que tardó una multitud de unas doscientas personas para arremolinarse en un café al aire libre a unas cuantas cuadras del hotel. Todo acabó una hora más tarde, cuando ellos consiguieron regresar al Prince de Galles, y mientras Rex y Lamar aprovechaban la oferta de Jean para visitar los puntos de interés, Elvis se aferró a su idea original.

Las noches fueron completamente otra onda. El Lido era como Las Vegas pero más licencioso, y tras una noche todo el contexto estaba en su lugar. Al otro día se levantaron tarde para tomar una comida abundante, un desayuno de las 8:00 P. M., preparados para alcanzar el primer espectáculo en el Carrusel o en el Folies Bergère, y de ahí lanzarse al Lido, donde se presentaba la coreografía a cargo de las estatuescas The Blue Belles, puras bailarinas inglesas listas para satisfacer a Elvis Presley. Cuando el Lido cerró, seguirán hacia Le Bantu, un club bastante nocturno que no abría sino hasta después de las 4:00 A. M., llevando con ellos a cuanta chamaca de las Blue Belles que estuviera dispuesta a unirse. Al final de la noche, Elvis seleccionaría su propia elección de entre todas, dejándoles el resto a Rex, Charlie, y Lamar para que hicieran lo mismo.

Una noche memorable, el conjunto completo de bailarinas se metió a la suite con ellos y todo mundo dormía aún a las 9:30 P. M., cuando sonó el teléfono. Era el mánager del Lido, que le avisó a Lamar que ya quería dar comienzo al primer “show”. Lamar le dijo que no se detuviera y colgó sin pensarlo dos veces. Un momento después el teléfono timbró de vuelta y el mismo mensaje fue repetido. “Lamar se enfureció”, observó un sorprendido Rex “(y) esta vez… le dijo al mánager del Lido… que dejara de molestarnos. El mánager le dijo a Lamar que no podía comenzar el ‘show’ porque tenía al elenco entero en nuestra suite del hotel. No hace falta explicar que Lamar se sintió algo apenado”, concluyó Rex, quien en vida posteriormente se avergonzaría al recordar sus propias acciones, “pero en aquellos tiempos me pareció que todo eso estaba muy bien”.

Así es como sucedió, una suerte de existencia en las noches de Arabia, donde se hallaron probando fantasías increíbles una tras otra. Una noche en el Lido, Elvis se paró y cantó “Willow Weep for Me” con la banda. Estaba aterrorizado, dijo a los reporteros más tarde. “Fue la primera vez en 15 meses que me hallaba en frente de un público. Entonces todo me comenzó a sudar, hombre, un temor repentino.” Y en cuanto a la experiencia militar:

“Yo debí acostumbrarse a determinado tipo de vida. Es duro para cualquiera adaptarse al ejército, y quizás fue más difícil para mí que para la mayoría. Pero estaba determinado a adaptarme, porque de otra manera sólo me habría hecho daño a mí mismo.”


Eran como una pandilla de colegiales, fustigándose con encendedores de butano (introducidos recientemente en el mercado) para ver quién conseguía prender la flama de mayor altura y así poder quemar a los demás… El pobre Lamar, que había perdido su pasaporte en el tren, fue blanco de burlas aún más feas luego que confesó haberse enamorado de una de las chamaconas danzantes de Le Banteu. Elvis investigó rápidamente, invitó a la chica a reunirse con Lamar afuera de su automóvil, y casi se vino de espaldas cuando Lamar descubrió que su “ella” era “él”. Elvis se regodeaba contando la historia acerca de la gran pasión de Lamar y cómo, a fin de cuentas, “¡ella lo tenía más grande que el de él!”.

Al término de su visita habían estado pasando tan buenos ratos que Elvis decidió cambiar sus reservaciones del tren para estar una noche más en París. Alquilo una limusina al día siguiente, y ellos arribaron a las barricadas de Friedberg a tiempo para que los tres soldados se reportaran a medianoche, checando entrada a dos semanas exactas de su permiso. (…)

Elvis fue a París una segunda ocasión poco tiempo después en diciembre, llevándose consigo esta vez a Joe Esposito, Cliff Gleaves, y a su profesor de karate, Jurgen Seydel, aparte de Lamar.

Las actividades nocturnas fueron más o menos las mismas, sólo que durante el día él practicó la técnica Shotokan con un maestro karateca japonés que Jurgen Seydel le presentó. Joe cuidó el dinero para ellos durante este viaje, impresionando a Elvis con sus maniobras administrativas. Una noche asistieron al Café de Paris para escuchar al Golden Gate Quartet, y Elvis fue a su camerino y cantó con ellos cánticos “spirituals” por horas, desenterrando canciones que incluso al grupo le costó trabajo recordar en aquella ocasión.   



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