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Enfrenta Alemania dilema chino

Berlín, Alemania.

El Presidente Xi Jinping de China y el Presidente Frank-Walter Steinmeier de Alemania con guardia de honor militar en Beijing, en diciembre.Enfrenta Alemania dilema chino

Al tiempo que continúa el impasse comercial entre Estados Unidos y China, el resto del mundo se ve reducido a espectadores ansiosos -y en ningún otro lugar tanto como en Alemania.

Durante la última década, Alemania, la economía más grande en Europa, pero todavía una potencia intermedia según los estándares globales, se ha adaptado consistentemente a las realidades del dominio económico chino. Hemos recibido con beneplácito la inversión china y exhortado a nuestras compañías a jugar bajo las reglas de Beijing para tener acceso a sus mercados. Alemania también se ha mantenido como un miembro incondicional de la alianza occidental.

La zozobra geopolítica de los últimos seis meses ha llevado a un despertar estratégico entre los líderes de Alemania respecto a los riesgos que implica jugar en dos bandos. Que si Alemania tiene o no la capacidad para estar a la altura de esos retos podría ser la mayor interrogante que enfrenta.

Hasta ahora, el comercio ha definido la política exterior de Alemania con China, su socio comercial más importante.

Los alemanes creían que el crecimiento empujaría a China a tomar un rumbo más política y económicamente liberal. Pero estas esperanzas se han hecho añicos ante las políticas cada vez más nacionalistas, expansionistas y estatistas del Presidente Xi Jinping.

De acuerdo con analistas como Mikko Huotari, subdirector del Instituto Mercator para Estudios sobre China, con sede en Berlín, la Canciller Angela Merkel ha tenido una opinión escéptica sobre el desarrollo político de China desde hace mucho tiempo. Pero no fue hasta hace más o menos dos años que el resto del Gobierno se convenció de su forma de pensar y presionó al resto del Gobierno para adoptar una estrategia nueva y multifacética hacia China.

Este nuevo enfoque inicia con la premisa de que China no sólo expande su economía, sino que busca imponer una agenda global que no sólo promueve sus intereses sino que también socava el orden multinacional basado en reglas que fue establecido tras la Segunda Guerra Mundial. Alemania necesita ser más activa, quizás incluso combativa, para defender sus intereses.

Pero no fue hasta los últimos meses que el Gobierno empezó a cambiar su postura pública, al tornarse más atrevido cuando habla de una "nueva gran lucha de poder". En un discurso en noviembre, Heiko Maas, Ministro de Relaciones Exteriores, argumentó que Europa tenía "más que perder" debido a las crecientes tensiones entre EU y China y EU y Rusia.

En un documento reciente e inusitadamente franco, la Federación de Industrias Alemanas, una de las asociaciones empresariales más poderosas del País, declaró que había "competencia de sistemas" entre China y Alemania -en otras palabras, que el comercio entre los dos países se había convertido en una batalla de suma cero. Aunque la industria alemana debería continuar "aprovechando las oportunidades ofrecidas por el intercambio económico con China", dijo la federación, los "desafíos planteados por China no pueden ser ignorados".

Y en diciembre, los líderes políticos de Alemania aceptaron reducir el umbral en que la inversión extranjera en industrias relacionadas con seguridad -entre ellas proveedores de energía, vías ferroviarias e infraestructura digital- motiva la intervención del Gobierno, un paso cuyo objetivo evidente era China. Esta política ya estaba en vigor; el año pasado, el banco estatal alemán KfW compró una participación de 20 por ciento en 50Hertz, una compañía de distribución de energía, para bloquear una oferta de la Corporación Estatal de la Red Eléctrica de China. El Ministerio de Finanzas y el de Economía citaron la seguridad como motivo para la medida inusual.

Pero ¿es todo esto suficiente?

La relación transatlántica se ha visto sacudida desde que Donald J. Trump asumió la Presidencia; Alemania se halla de pronto más en acuerdo con China en ciertos temas, como el cambio climático, que con EU, su aliado de mucho tiempo.

Los diplomáticos alemanes tienen que participar en un juego complicado: asociarse con un adversario ideológico contra su aliado cercano en algunos temas, al tiempo que apoyan a ese aliado, repentinamente difícil, contra su socio comercial más importante en otros. Y en ambos casos, tiene que cumplir con su compromiso con el orden internacional basado en reglas cuando ninguno de esos dos socios mantiene el mismo nivel de compromiso, al menos por ahora.

Está por verse cuánto tiempo más podrá Alemania navegar esta línea al tiempo que se mantiene comprometida con la antigua relación transatlántica. Huotari anticipa que Alemania se verá entre la espada y la pared tarde o temprano. "China tal vez esté satisfecha siempre y cuando Alemania no tome partido con EU", dijo. "Pero EU espera que nos posicionemos con claridad. Ya estamos en medio del juego -y la presión va a aumentar".

La mejor opción de Alemania parece ser encontrar seguridad entre la multitud, al unirse a sus aliados europeos, sobre todo porque parte de la estrategia geopolítica de China es dividir a Europa.

Sin embargo, en fechas recientes varios de esos países han quedado desencantados. En algunos, China tiene problemas para cumplir con sus promesas de inversión. Otros, como Polonia, enfrentan creciente presión de Washington para relajar sus lazos con Beijing.

Esta podría ser una oportunidad para Alemania, pero tiene que vigilar bien su jugada -y unir a Europa Occidental, Central y Oriental no es una tarea sencilla. Este es el dilemaeterno de la política exterior alemana: Alemania no puede abordar el asunto solo, pero Europa muestra demasiadas divisiones y lentitud como para aportar gran cosa.





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