El ‘Coruco’ despide a su amado hijo
Dan último adiós a Pablo Larios en el estadio del Zacatepec
El estadio Agustín “Coruco” Díaz recibió a su jugador más grande de todos los tiempos, Pablo Larios Iwasaki. Lo cobijó con el cariño de su pueblo y le rindió un homenaje póstumo en la cancha. Su féretro de madera fue colocado en ese campo que lo vio nacer como portero y a la postre lo llevó a cuidar el arco de la Selección Mexicana.
En esa cancha, el pueblo, amigos y familiares vitorearon su nombre, elevaron cánticos propios de la afición futbolera e imploraron por el descanso de su alma, mediante una misa de cuerpo presente.
El cortejo fúnebre ingresó por la fuente y, al llegar al ingenio azucarero "Emiliano Zapata", se abrieron las puertas para recibir los restos de Pablo Larios Iwasaki. El silbato de la fábrica sonó tres veces en señal de duelo y después la fila de autos y dolientes enfilaron hacia el “Coruco” Díaz.
Ignacio Rodríguez, quien fue su suplente en el Puebla, mantiene en la memoria el "detalle" de Larios. Nacho rememora que, en el Mundial 1986, una marca de guantes de portero buscó a Pablo, como titular de la Selección Nacional, y le ofreció un jugoso contrato por enfundarse sus prendas.
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Al concluir las guardias de honor, el féretro fue llevado a su casa. Más tarde, lo sepultaron en el panteón municipal.