El Casino Montecarlo
Durante la época de la “Ley Seca” en EU (1926-1933), Reynosa fue un bullicioso centro turístico internacional, y uno de sus centros de diversión más popular era el Montecarlo Inn, famoso por sus platillos, bebidas y espectáculos.
A finales del período de la “Ley Seca” o “Prohibición” del consumo de bebidas alcohólicas en los Estados Unidos, Reynosa despierta del letargo provincial al transformarse en un bullicioso centro turístico internacional entre 1926 y 1933. En el momento que se elevó de villa a ciudad a principios de 1927, proliferan los casinos, cabarets, casas de juego, restaurantes y todo tipo de diversión en este punto fronterizo. La industria turística no desaparece del todo con el fin de la prohibición; permanece perseverante para entrar en jauja en la década de 1940. La razón no era la misma, esta vez el escenario económico provenía del conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial. Esta nueva situación no permitía las máquinas de monedas de “nickel” ni otros juegos de azar de la época de la prohibición.
Los estadounidenses vieron, poco a poco, como el whisky se iba desapareciendo de los anaqueles de sus licorerías, pues las destilerías se enfocaron totalmente en la producción de alcohol industrial para 1944. La escasez y restricción de muchos productos, inclusive el del entretenimiento, arrastraban a un nuevo turismo hacia esta ciudad fronteriza.
LAS DOS UBICACIONES
Fue en ese contexto que surge el Montecarlo Inn, un lugar al norte de la Plaza Principal de Reynosa, en donde actualmente se localiza el edificio Bancomer. En ese entonces existían alrededor de la plaza cinco tiendas de curiosidades, otros tres bares o cafés (Meca, Tívoli y Mission) y una farmacia. Los turistas, en su mayoría anglosajones, empezaban a subir hacia la plaza desde antes de las diez de la mañana, después de cruzar el puente internacional de suspensión. En su aventura, los americanos pasaban por negocios similares, como el U.S. Bar, Sam’s o El Sevilla. El Montecarlo fue uno de los centros de diversión más populares durante la guerra por sus platillos, bebidas y espectáculos.
El 6 de junio de 1940, Rubén González Chapa inauguró el local como una terraza abierta de aproximadamente 20 x 41 metros, a mitad de cuadra por la calle Zaragoza. El terreno era propiedad de su padre, Medardo González Ochoa. La esquina noroeste de la plaza que ocupaba la familia González Ochoa desde el siglo XIX, en el génesis de la villa se la habían otorgado al vecino José Narciso Cavazos en 1802.
La estructura de madera fue techada en 1942. La ventilación del local se hacía a través de grandes abanicos de pedestal, pues en esos tiempos todavía no existían las unidades comerciales de aire acondicionado. El lugar tenía una capacidad para 200 comensales y eran atendidos por un personal de 20, entre cocineros, cantineros, meseros y músicos, todos ellos dirigidos por el joven administrador Ángel “Nene” González de los Santoscoy, primo hermano del dueño.
El bombardeo a Pearl Harbor por los japoneses de la mañana del 7 de diciembre de 1941, se anunció en Reynosa entre las 5 y 6 de la tarde por la radio. En ese momento estaba lleno de turistas americanos el Montecarlo Inn. Poco a poco en una forma ordenada el restaurante quedó solo, al enterarse que Estados Unidos entraba a la Segunda Guerra Mundial. Desde septiembre de ese año, la base área Moore Field, a 22 kilómetros de Mission, Texas, estaba entrenando pilotos en monoplanos. A partir de entonces, el uniforme caqui fue más común entre los visitantes a la ciudad, nos comenta el exgerente del Montecarlo. Fueron 6,000 pilotos los que se prepararon en esa base militar, antes que terminara la guerra en 1945.
A finales de 1947, el Montecarlo Inn cambió de razón social a Casino Montecarlo. Entonces se reubicó en las inmediaciones del antiguo puente Internacional de suspensión, por la calle Aldama en la colonia Medardo González. En sus orígenes era una terraza que tenía capacidad para más de 1,500 personas, con una barra de 60 metros de largo sin bancas. El local fue techado hasta 1949.
*Martin Salinas Rivera
Cocina clásica reynosense
Según datos recabados del antiguo administrador del Montecarlo, el “Nene” González, la cocina de la época era sencilla y clásica en todos los negocios que servían al turismo en Reynosa; ya fuera la del U.S. Bar, Sam’s, Meca, Tívoli o Montecarlo. Las carnes que se preparaban eran el filete mignon con champiñones, pollo, pavo y cabrito estofado. El filete se conseguía en las carnicerías de Reynosa y de igual forma el cabrito. El pollo y el pavo se obtenían frescos y recién cortados en una granja de Pharr, Texas. Entre las especialidades culinarias se preparaba las ancas de rana (especie pequeña) y la codorniz, ambas provenían de la región.
Los platillos eran acompañados con una ensalada de apio y tomate con salsa inglesa, frijoles refritos y arroz. Para el postre se servía, de acuerdo con la estación, mango manila con su hueso o trozos de piña. Esto se presentaba en una fuente. No existía otro tipo de postres como nieves, flanes o pasteles.
El servicio de cantina era en base a la ginebra, ron, tequila, whiskey escocés y americano (burbon) del cual se preparaban un sinnúmero de bebidas que pedía el turista. El whiskey se volvió a surtir después de la guerra. El español Pepe Doménec, el holandés Agustín Merle y Armando Anzaldúa fueron algunos de los cantineros que trabajaron en los dos lugares del Montecarlo. Otros cantineros y la mayoría de los meseros pertenecían a la Unión Sindical de Empleados de Restaurant y Similares, que se había constituido en octubre de 1929 de una sociedad mutualista, fundada desde marzo de 1927 en Reynosa, durante la época de la Ley Seca. De esos tiempos eran también los sindicatos de filarmónicos y de choferes de Reynosa.
