Desnudos históricos
Famosos, polémicos y problemáticos que impactaron al público con su atrevimiento
Elton John y Yoko Ono, Kim Kardashian, Burt Reybnolds y Demi Moore, ejemplos de desnudos (parciales o no) que impactaron en diferentes décadas y contextos culturales.
Un desnudo puede ser una proclama, un símbolo de libertad, una trampa, una herramienta publicitaria o un arma para avergonzar y humillar a su protagonista. Lo que es indudable es que la piel hace pensar en sexo y el sexo es un reclamo infalible desde antes de que las estrellas de cine se inventaran hace más de un siglo. Entre estos ejemplos hay estampas que fueron el primer ladrillo de un imperio, pechos que se convirtieron en símbolos políticos o penes que reflejaron como nunca la rivalidad implícita en la masculinidad tóxica. Nos conmovieron, inspiraron o escandalizaron pero siempre nos invitaron a reflexionar. Pase y vea. Este artículo está ilustrado con algunas fotos que, en unos pocos casos, contienen algún culo y algún pecho, por si alguien pudiese sentirse sorprendido. ¿Pero a quién le sorprende un pecho o un culo en 2020?
DE PORTADA
Las fotografías que Marilyn se hizo desnuda antes de ser famosa se publicaron en el primer número de la revista 'Playboy'.
El desnudo. En 1949, Marilyn todavía era una desconocida aspirante a actriz que recorría la ciudad de Los Ángeles presentándose a castings en busca de una oportunidad. En sus memorias My story, recogidas por Ben Hecht, explicaba que en una ocasión la policía le retiró el coche y se encontró sin dinero para pagar la multa, así que aceptó posar desnuda para el fotógrafo Tom Kelley a cambio de 50 dólares. La llamada sesión “del terciopelo rojo” duró un par de horas, y Marilyn firmó el trato con el nombre de Mona Monroe porque no quería ser reconocida. Entonces ese tipo de escenas de desnudez eran consideradas, como poco, una vergüenza. Kelley vendió las imágenes por 900 dólares a la Western Lithograph, que las publicó como parte de un calendario de pin ups. Años después, Marilyn se haría famosa gracias a su aparición en películas como La jungla de asfalto o Niágara, y el rumor de que existían unas fotos de ella sin ropa circuló con avidez en la industria. Al final fue Hugh Hefner el que compró los derechos de reproducción por 500 dólares y las ofreció en el interior del primer número de su revista Playboy: “Por primera vez en cualquier revista, a todo color, la famosa Marilyn Monroe desnuda”, prometía la portada.
La reacción. Pocas cosas definen mejor el cambio de la sociedad norteamericana hacia el sexo que el auge de Marilyn como estrella y la aparición de la revista Playboy. El hecho de que ella fuese la primera “layboy Sweetheart, el título que recibían entonces las playmates, resulta una coincidencia redonda. Además, el posado supuso un escándalo que podría haber dado al traste con la incipiente carrera de la joven. La entonces todavía muy pacata moral estadounidense solía castigar este tipo de actos, motivo por el que la Fox, el estudio que tenía contratada a Marilyn, le pidió que negase ser ella la joven de las imágenes. Pero la actriz decidió contar la verdad a la prensa y, para sorpresa de muchos, la reacción del público fue de comprensión. Sus contemporáneos sabían bien lo que era estar desesperado y sin un céntimo, así que lo que en otras circunstancias hubiera desatado la ira conservadora, se consideró un pecadillo perdonable. Al final, la sesión del terciopelo rojo ayudaría a afianzar su estatus como el icono sexual más importante del siglo XX. La historia también define cuál era la clásica trayectoria en estos casos: una modelo posa desnuda porque necesita con urgencia dinero, recibe un pago mediocre y otros se enriquecen mucho más gracias a su imagen. Marilyn nunca llegó a percibir más que los 50 dólares que cobró en el momento de posar para la sesión; el fotógrafo y la compañía ganaron mucho más por su desnudo y, desde luego, la publicidad aupó y contribuyó a crear la leyenda de lo que acabaría siendo el imperio Playboy.
SIN ROPA
E
l mismo John Lennon, activando el disparador automático de la cámara, sacó la foto en la que aparece junto a Yoko Ono sin ropa y que acabaría siendo la portada del disco 'Two virgins'. Foto: Getty
El desnudo. Lennon todavía estaba casado con su esposa Cynthia cuando Yoko Ono y él pasaron una tarde en la casa familiar en Montagu Square, en Londres. Tomaron LSD y con el equipo de música grabaron una serie de ruidos, chillidos y sonidos rítmicos que saldrían al mercado como el disco Two virgins, el primer disco en común de la pareja y un trabajo al margen de la música de Lennon con los Beatles. Después de terminar la grabación hicieron el amor por primera vez, de ahí el título de “dos vírgenes”. El mismo John sacó la foto de la pareja desnuda activando el disparador automático de la cámara que acabaría siendo la portada del disco, y disparó otra con su desnudo de espaldas que serviría de contraportada.
La reacción. En el año 1968, tras la eclosión del movimiento hippy, la desnudez no era algo proscrito a la prensa erótica o al cine de arte y ensayo, pero que uno de los miembros de la autoproclamada banda “más famosa que Jesucristo” apareciese enseñando los genitales junto a su amante en la portada de un disco todavía podía levantar iras y estupefacción. En Estados Unidos confiscaron 30.000 unidades del disco, tildado de pornografía, que al final fue distribuido tanto allí como en Gran Bretaña con una funda marrón en la que asomaban a través de un recorte las caras de la pareja. Él criticó así el acto de censura, en declaraciones recogidas en el libro John Lennon y Yoko Ono, de James Woodall: “La gente debe comprender de una vez por todas que eso es algo que no les incumbe y que estar desnudos no es ninguna obscenidad”. A alguno no se les escapó que muchas de las críticas venían porque los modelos de la imagen no tenían una pose sexi ni bella al modo canónico; eran dos personas con físicos corrientes y de atractivos medianos. Cuando Yoko arguyó que la portada era arte, sir Joseph Lockwood, el director de la discográfica EMI, respondió: “Entonces deberíais trabajaros unos cuerpos más vistosos”. No sería el último desnudo de la pareja. Muchos años después Annie Leibovitz les fotografiaría para la portada de Rolling Stone, el 8 de diciembre de 1980. En la imagen, un John desnudo en posición fetal besaba a su esposa Yoko. Ese mismo día fue asesinado.
HOMBRE AL DESCUBIERTO
El desnudo. En una grabación del Tonight show de Johnny Carson coincidieron como invitados Helen Gurley Brown, editora de Cosmopolitan y autora del revolucionario ensayo El sexo y la chica soltera, y Burt Reynolds, estrella de cine y televisión. Gurley Brown le propuso a Reynolds si aceptaría posar desnudo para para su revista y él aceptó. Ella esgrimía que quería demostrar que las mujeres tenían los mismos apetitos visuales que los hombres, a lo que Burt aduciría en sus memorias: “Me gustaría poder decir que quería mostrar mi apoyo a los derechos de las mujeres, pero simplemente pensé que sería divertido”. Después de beber un poco de vodka, posó para el fotógrafo Francesco Scavullo en diversas posiciones y encuadres. El resultado fue una foto a doble página del hirsuto actor desnudo sobre una piel de oso, con un cigarrillo en la boca y tapándose estratégicamente el pene con un brazo. El número de abril de 1972 de Cosmopolitan vendió millón y medio de ejemplares.
La reacción. “En aquel tiempo a los hombres les gustaba mirar a mujeres desnudas”, recordaba Hurley Brown en el libro de James Landers dedicado a la revista Cosmopolitan. “Bueno, nadie hablaba de ello, pero a las mujeres también les gustaba ver a los hombres desnudos”. En efecto, la imagen marcó un antes y un después en la consideración del deseo femenino y en la objetivación de los hombres como los deseados, y no al revés. Un año después llegaría al mercado la revista Playgirl, inspirada por la famosa foto. Sin embargo, Burt Reynolds se arrepintió de haber dicho que sí (aún antes de saber que la primera opción de Hurley Brown para el posado había sido Paul Newman). “Era muy joven y muy estúpido”, declaró, y aseguró que había perjudicado su carrera y acabado con sus opciones de ser candidato al Oscar por la su papel en Deliverance. La fotografía también catapultó su fama –aunque igual no la fama que él deseaba en ese momento- y le garantizó un lugar en la iconografía popular de nuestra era, mil veces emulada y parodiada.
En 1972, el desnudo de Marisol protagonizó la portada del primer número de 'Interviú'.
EMBARAZADA
El desnudo. Para el reportaje de portada de Demi Moore en el número de agosto de 1991 de Vanity Fair estaba previsto que la actriz luciese un vestido verde del diseñador Isaac Mizrahi. Al final de la sesión, la fotógrafa Annie Leibovitz, amiga de Demi y su entonces marido Bruce Willis, sacó algunas imágenes más de la actriz desnuda, mostrando su barriga de embarazada de siete meses de su segunda hija Scout, al estilo de otras fotos que le había sacado ya durante su primer embarazo. Estaba previsto que esas imágenes fuesen para la pareja, pero cuando Tina Brown, editora de la revista, las vio, pensó que ahí había una portada increíble. Demi y Bruce accedieron sin rechistar. Las ventas del número More Demi Moore (Más Demi Moore) ascendieron hasta el millón de ejemplares y se desató un gran escándalo.
La reacción. La pose y el motivo de la mujer desnuda y embarazada son hoy ya un lugar común, pero a principios de los noventa la estampa de Demi resultaba subversiva y asombrosa. Era una visión de una mujer embarazada y poderosa, llena de fuerza e incluso sexi en una época en la que el embarazo no se asociaba en absoluto con esos valores. En algunos quioscos la pusieron a la venta con una funda de papel, como habían hecho con el disco de Lennon y Yoko Ono y se hacía con las revistas pornográficas. También hubo quién objetó que se trataba de la comercialización de una escena muy privada solo en busca de la publicidad; lo cierto es que Bruce y Demi estaban acostumbrados a utilizar la propaganda en la proyección de sus carreras, y esa imagen fue un escalón más en el camino a convertirla en una de las mujeres más famosas del mundo y de las actrices más reclamadas. La entrevista que acompañaba la imagen, por cierto, no era muy halagüeña y pintaba a Demi como una “egocéntrica y consentida”. Casi nadie recuerda hoy el texto del artículo, pero la foto es historia de nuestro tiempo.
Las distribución de esas imágenes privadas de Scarlett Johansson hizo que gran parte de la población cobrase conciencia de la vulnerabilidad de la privacidad de un dispositivo móvil, además de iniciar un cambio en la actitud hacia este tipo de hechos
EN INTERNET
El desnudo. A principios de 2011 salió la noticia de que un grupo de hackers había logrado acceder a las cuentas de correo de hasta 50 famosas. Desde entonces, se había producido un lento goteo de fotos de famosas desnudas, sobre todo imágenes sacados por ellas mismas, pero fue en septiembre cuando dos selfis de Scarlett Johansson, uno sobre la cama en el que se le veía un pecho y otro de espaldas sacado en el baño, circularon por Phun y Reddit, de ahí a toda la Red y generaron titulares en todo tipo de medios. Algunos portales, como The NYC Independent, insinuaban que podría tratarse de una estrategia publicitaria, mientras que otros, como LA Weekly, comentaban que eran “mucho más elegantes de lo que suele encontrarse en cualquier cinta porno de una famosa”. En una entrevista a Vanity Fair dos meses después, Scarlett contaría sobre las imágenes: “Se las enviaba a mi marido”, refiriéndose a su ya exesposo Ryan Reynolds. “Sé cuáles son mis mejores ángulos. No hay nada malo en ello. No es como si estuviese filmando porno, aunque tampoco habría nada malo en ello igualmente”.
La reacción. La aparición de las fotos de Scarlett, en cuanto a su condición de símbolo sexual generacional y una de las actrices más famosas del mundo, corrió como la pólvora por Internet y fue recibida con alegría y alborozo. Pero también supuso la primera ocasión en la que gran parte de la población cobró conciencia de la vulnerabilidad de la privacidad de un dispositivo móvil, además de iniciar un cambio en la actitud hacia este tipo de hechos.
Algunos señalaron la hipocresía de un mundo que adora ver a una mujer joven y atractiva desnuda, pero no ve ninguna contradicción en señalar que si esa persona no quiere que las imágenes no vean la luz pública, no se las haga. Cuando el culpable del robo de las fotos, Christopher Chane, fue condenado a 10 años de prisión, muchos fueron conscientes de que aquello que habían contemplado sin ningún remordimiento ni conciencia de estar participando de algo punible era un delito.
ARDEN
LAS REDES
El desnudo. Podría pensarse que por su práctica de exhibir distintos grados de desnudez en su Instagram día sí y día no, una portada de revista con un desnudo de Kim Kardashian no levantaría mucho revuelo, pero a finales de 2014 Paper mag la sacó (y ella por supuesto publicó también en su Instagram) enseñando el culo con el titular “rompe Internet” y, desde luego, estuvieron cerca de conseguirlo. La sesión de fotos corrió a cargo del fotógrafo francés Jean Paul Goude que recreó con Kim la icónica fotografía de disformia corporal que tomó a la aspirante a actriz Carolina Beaumont en 1976.
La reacción. La llamativa fisicidad de la imagen despertó cientos de miles de comentarios, la mayoría críticos, en los que aparecían agrupados todo el tipo de reacciones que generan estos gestos; desde avergonzarla con el “qué pensarían sus hijos”, con el “qué pensaría su padre”, o con el “ese culo no es real, es cirugía estética/Photoshop” a avergonzarla por haberse quejado de haber salido en el celebgate y luego aparecer desnuda por decisión propia.
Otras críticas más elaboradas la acusaban de racismo por emular en una de las fotos –en la que abría una botella de champán mientras sostenía una copa sobre el trasero- un cliché asociado a las mujeres negras, grupo étnico al que además no pertenece, por lo que también la acusaron de apropiación cultural.
Además de las diatribas sobre género, raza y clase social que suelen acompañar a los movimientos de las Kardashian, las fotos ratificaban un tendencia insólita para las generaciones anteriores: que un montón de personas fotografiaban y publicaban imágenes de sus cuerpos desnudos a cambio de nada a priori tangible, solo para recibir elogios, invitaciones a ligar o capital social –que luego tal vez monetizarían de alguna manera–.
Al fin y al cabo Kim Kardashian era la prueba de que en un delito, como era la filtración de una cinta pornográfica casera, ella –o su madre– habían visto la oportunidad para levantar un imperio.
MUY DESEADOS
El desnudo. En agosto de 2016 aparecieron, con pocos días de diferencia, las fotografías de varios de los hombres más deseados completamente desnudos. Primero fue el actor español Quim Gutiérrez, fotografiado por la revista Cuore en Formentera con su pareja Paula Willems (segunda vez que se ofrecía su desnudo integral); luego el New York Daily News sacó al actor norteamericano Orlando Bloom de vacaciones en Cerdeña junto a su novia Katy Perry, y pocos días después el mismo medio publicó unas imágenes del cantante canadiense Justin Bieber (que ya había sido inmortalizado desnudo en Bora Bora un año atrás) con su novia de aquel momento, Sahara Ray, en Hawaii.
La reacción. Como se trataba de imágenes en lugares públicos –playas– y por tanto, legales, el público pudo disfrutarlas sin un ápice de culpabilidad, y en el caso de las fotos de Bloom y Bieber acabaron constituyendo un ejemplo de la llamada cultura de las celebridades: poder seguir, analizar y debatir cada acto de los famosos casi a tiempo real gracias a la cantidad de medios que se dedican a cubrir su existencias y que, en una inesperada vuelta del destino, muchos de ellos publican en redes cada uno de sus movimientos. Las fotos de Bloom y Bieber, como ambos tenían un historial de enemistad y peleas por la misma mujer –Miranda Kerr–, se consideró una muestra muda de rivalidad reducida a su más básica y elemental expresión: un demostrar quién la tiene más grande literal. Páginas de Internet crearon encuestas para comparar ambos penes y hasta Seth Rogen dio su veredicto en televisión.





