Abrió paso en Europa
La delantera fue la primera mexicana en jugar en Italia
Esther Mora tenía 17 años cuando el equipo Alaska Lecce de la Serie B de Italia la contrató para jugar en el Viejo Continente.
Desde niña practicó el futbol en la colonia Country Club, donde pasó gran parte de su vida, y su padrino, Javier Castellanos, la metió a un equipo de puros niños, el Volga, para que pudiera desarrollar un deporte que le apasionaba.
Era la séptima de nueve hermanos y a ninguno le gustaba la pelota como a ella, sin embargo, le dieron todo el apoyo para que se enfundara en un uniforme y saltara en la cancha para mostrar su fina conducción y su toque de balón.
En 1970 tenía 12 años y no fue considerada para viajar a Italia al primer Mundialito de futbol practicado por mujeres, era muy joven para enrolarse con la Selección Nacional.
Un año después, Efraín Pérez, director técnico del equipo, la llamó para el nuevo torneo que agrupó a 6 selecciones de talla internacional, y le tocó ver a 100 mil aficionados rendirse en el estadio Azteca ante la pasión que destilaba el equipo nacional.
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En ese minitorneo surgieron nombres como el de Alicia "Péle" Vargas o la "Peque" Rubio, pero ninguna logró lo que ella: brincar el charco para jugar en el futbol de Italia, luego de que fuera visorada por gente del Lecce.
Sufrió para adaptarse al idioma y a la comida, pero nada de eso la hizo mirar atrás, decidió quedarse y cumplir su sueño, porque además también le pagaban por jugar y aunque apenas le alcanzaba para rentar una modesta vivienda y pagar su transporte y alimentos, siempre vio esta oportunidad como algo único.
Durante 5 temporadas logró tres títulos de goleo individual, fue nombrada la mejor jugadora extranjera de la Serie B, y fue clave para que el Lecce ganara dos campeonatos en 1977 y 1979, además del ascenso a la Serie A.
Mientras Esther vivía sus mejores años como futbolista, en México el futbol femenil se apagaba, la idea de crear una Liga profesional desapareció en medio de las grillas generadas por jugadoras, promotores y directivos de la Federación Mexicana de Futbol.
En el Mundialito de 1971, las seleccionados amenazaron al Comité Organizador con no presentarse a jugar la Final; exigían 2 millones de pesos como pago, pues luego de hacer cuentas, entre entradas, patrocinios y televisión se ganarían poco más de 9 millones.
El regente de la Ciudad de México, Octavio Sentíes, platicó con las jugadoras y terminó de tajo con las exigencias.
La FIFA prohibió a la Federación Mexicana de Futbol organizar torneos con mujeres y el mandato le vino como anillo al dedo a los dirigentes, ya que muchos no comulgaban con la presencia femenina en este
deporte.
Esther Mora se abrió paso en Europa, para que después siguieran sus pasos jugadoras como Andrea Rodebaugh, Charlyn Corral, Kenti Robles y Pamela Tajonar, entre otras.
Esther regresó a Mexico por temas personales, se empleó como obrera para apoyar a su familia, pues el futbol no le había dejado suficiente dinero para vivir.
Veinte años después, cuando se celebraron las eliminatorias para disputar la primera Copa del Mundo avalada por FIFA, la delantera fue llamada a una Selección sin pies ni cabeza, que se armó con jugadoras del llano porque sin una Liga donde jugar, las futbolistas encontraron en las canchas de tierra un lugar para seguir sus sueños.
México no clasificó al Mundial y ahí terminó la carrera de Esther, quien hoy ve con profunda emoción la consolidación de la Liga MX Femenil y la nueva proyección del Tricolor. El martes fue investida en el Salón Internacional de la Fama, un reconocimiento que tardó varios años en llegar para una mujer que nunca pidió fama ni reflector, sólo respeto para las mujeres que practican el futbol.