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Caretas de cartón en el robo de 1927

Eran como las 11:30 o medianoche del día 30 de octubre de 1927, cuando Manuel Dávila se presentó en la Comandancia de Policía de Reynosa, la cual estaba bajo el mando del comandante Tomás Peña. Dávila venía a dar parte sobre unos individuos desconocidos que habían entrado furtivamente a la casa del Sr. José Castañeda

Cronista Municipal de Reynosa

Careta de cartón.Caretas de cartón en el robo de 1927

No estando este último presente, los maleantes habían amarrado a su esposa, la Sra. Guadalupe Domínguez, robándole algunas prendas de vestir y dinero en efectivo.

     En el acto el comandante envió a los policías Nicolás Rodríguez y Santiago Anzaldúa, para que dieran cuenta sobre la realidad de los hechos declarados en lo asentado. Los policías reportaron que, efectivamente los muebles se encontraban en desorden en esa casa. Más tarde envió a los policías Jesús María Martínez y Guadalupe Peña, ordenándoles procedieran a hacer las investigaciones de los hechos, para ver si podían encontrar algunos sospechosos a esa hora y detenerlos. 

La investigación

Para las ocho de la mañana del día 31 de octubre de 1927, el Agente del Ministerio Público y Síndico primero municipal, Manuel J. de Luna, recibió el informe del comandante Tomás Peña. Por lo que el primero procedió a constituir al personal de la Agencia en la casa habitación del Sr. José Castañeda, en donde se había cometido el delito. Esto era con el fin de averiguar la responsabilidad de los que resultasen culpables en el robo, para hacer la consignación ante la autoridad judicial competente. 

Además, que continuara el proceso por sus demás trámites legales a fin de esclarecer definitivamente el delito, para que se impusiera a los culpables el castigo de la ley. 

    La casa donde vivía la familia del Sr. Castañeda era un jacal pajizo, ubicado dentro de un solar que forma una de las esquinas por el lado suroeste de las calles Ignacio Zaragoza.   Dicha construcción tenía dos puertas una en cada extremo, en la parte sur y en la parte norte, y una ventana en el costado del lado oriente.

    El Agente del Ministerio Público, acompañado del Sr. Castañeda y el comandante de la Policía Urbana, declaró haber encontrado una castaña abierta y con ropa en desorden en el suelo, en el interior de la habitación. Ahí, también había un veliz abierto.  La Sra. Guadalupe Domínguez de Castañeda manifestaba que las prendas tiradas en el suelo se encontraban, así como las habían dejado los autores del delito. 

    Éstos se habían introducido por la puerta que daba hacia el sur de la habitación, la cual era de una hoja. Para esto quitaron un palo, con el cual estaba atrancada dicha puerta por dentro. Esta operación la hicieron metiendo la mano por dentro del marco y la hoja de la puerta. Esto se podía hacer fácilmente, como se probó en la práctica. 

    Al pie de una silla de bejuco, así mismo que en el suelo, se encontraban dos medias de señora y dos pedazos de género, uno morado y otro blanco.  La Sra. Guadalupe Domínguez de Castañeda decía que con esto la habían amarrado los delincuentes. 

La declaración de la Sra. Guadalupe

Ese mismo día, el Agente del Ministerio Público le tomó la declaración a la Sra. Guadalupe Domínguez de Castañeda. Ella era una mujer de 24 años de edad, casada con el Sr. José Castañeda. Explicó que como a las 6:30 de la noche, su esposo había salido de su casa. Fue horas más tarde que ella se acostó en la única cama que tenían en el cuarto, junto a sus dos niños. 

Se quitó el vestido que traía puesto, colocándolo en el respaldo de la cama. 

    En la bolsa de éste traía cuatro pesos de plata. Los cuáles se los había dado su esposo para el gasto, algunos días antes. Serían más o menos las 10 de la noche cuando se metió en la cama. Habían pasado unos 20 minutos de estar acostada pero despierta, cuando sintió que estaban quitando la tranca de madera de la puerta que daba hacia el sur. 

    A esto no le dio la mayor atención, pues supuso que era su esposo el Sr. Castañeda, quién de costumbre llegaba a esa hora y quitaba la tranca a la puerta, metiendo la mano por fuera para introducirse a la habitación.  Ella se sorprendió al ver a dos individuos que se le presentaron con caretas de cartón. 

    Uno de ellos se dirigió al lugar donde estaba ella acostada, por lo que en ese instante se sentó sobre la misma cama, recargándose en el respaldo. No tuvo fuerzas para dejarse caer al piso debido al miedo que tenía. 

El otro individuo se dirigió a la castaña para abrirla y empezó a sacar prendas de ropa que en su interior se aseguraban, tirándolas al suelo tal como las encontró el personal del Ministerio Público.

    El primer perpetrador se dirigió a la cama donde estaba la Sra. Guadalupe y cuando ella se sentó recargándose en el respaldo, él la agarró del pelo sujetándola al mismo tiempo que la subyugaba sobre el mismo respaldo. La señora les preguntaba para qué hacían eso con ella, que no fueran tan cobardes. El que sacaba las cosas de la castaña le contestó, que no era para tanto. 

     Éste vino a la cama y junto con el otro, entre los dos, la bajaron parándola en el rincón del lado noreste de la habitación. Luego la sentaron en una silla de bejuco y entre los dos perpetradores la amarraron de los pies, ligándola a cada pata de la silla. 

Con un pedazo de género morado la fajaron del pecho en el respaldo de la misma silla y con una media le cruzaron los brazos y la ligaron. La Sra. Guadalupe le mostró a la autoridad la silla y las prendas que utilizaron los delincuentes para amarrarla. 

    La Sra. Guadalupe explicó que, en ese momento escuchó por la puerta norte de la habitación un silbido. Supuso que seguramente era algún individuo que se había quedado vigilando. 

Al silbido, los perpetradores se hicieron señas con los dedos. Dejando a la mujer amarrada, éstos se retiraron por la puerta que daba al lado sur de la habitación, a la cual le habían quitado la tranca. Los delincuentes se llevaron los cuatro pesos que estaban en el vestido, el cual estaba colocado en el respaldo de la cama. De su esposo se llevaron un saco que estaba colgado en la pared y una pluma fuente. 

    Describió a uno de los individuos como alto de estatura y delgado y al otro “romo” de talla. Le pareció vestían camisas azules y pantalones del mismo color y opinaba que usaban zapatos de género, debido a que no hacían ruido. Los perpetradores estimaba se habían ido como a las once de la noche, cuando llegó su esposo, quién la encontró amarrada. La mujer tuvo miedo de gritar, debido que pensaba la podían asesinar.  

    Su esposo inmediatamente la soltó de sus ataduras y enseguida llamó a don Manuel Dávila para que fuera a dar parte a la Comandancia de la Policía. Los primeros policías en llegar fueron Nicolás Rodríguez y Anzaldúa, mencionados al principio. Luego Jesús María Martínez y Guadalupe Peña empezaron las investigaciones en busca de los sospechosos. 

    Los dos individuos que amarraron a la Sra. Guadalupe traían en su cara unas caretas como de cartón, con unos agujeros que figuraban los ojos.  La señora manifestó que el primer individuo que se acercó a la cama, lo primero que hizo fue incrementar la luz de la lámpara en el cuarto para poder ver, ya que la habitación estaba opaca. 

La declaración del Sr. José Castañeda

El esposo de la Sra. Guadalupe era un hombre de 27 años de edad originario de Reynosa, la cuál había sido recién elevada a ciudad, desde el día 1º de enero de 1927. El Sr. José Castañeda era de profesión ferrocarrilero.  

Temprano en la noche anterior después de cenar, declaró ante el Agente del Ministerio Público, había salido de su casa acompañado de los señores José B. Hernández y Antonio Cienfuegos. Pues tenían la comisión de ir a “pedir la mano de la novia” a una familia de apellido González, para uno de los compañeros en el Campo Sección Reynosa.

    Después de cumplir la comisión, Castañeda acompañó al resto de los padrinos a la cantina Río Grande y de allí se fueron a “tomar un menudo” a una fondita, la cual se encontraba inmediata a la Zona de Tolerancia

De ahí se regresó para su casa y al llegar afuera escuchó que su esposa lloraba.

    José supuso que algo grave pasaba, por lo que inmediatamente se dirigió a la puerta. Esta la encontró emparejada sin tranca y al abrirla lo primero que vio fue la castaña abierta. Vio la ropa tirada en desorden en el suelo y a su esposa amarrada en una silla. En el acto procuró soltarla. Ella le explicó el robo de los dos perpetradores con las caretas de cartón.

    José Castañeda suponía que los autores del crimen conocían que no se encontraría en su casa y que tuvieran conocimiento del desempeño de su comisión esa noche. Suponía que los delincuentes provenían del Campo Sección Reynosa, donde estaba el individuo a quien le fueron a pedir la mujer. Por lo que se dictaron disposiciones a la policía para que recogieran datos sobre individuos sospechosos.

     El matrimonio de José y Guadalupe provenían de distinguidas familias, cuyos miembros contribuyeron en el desarrollo histórico de Reynosa. Los padres de José fueron Martina Castañeda y Graciano Escobar, sus hermanos fueron María, Timotea, Manuel y Josefa Escobar Castañeda. 

Manuel Escobar Castañeda fue el telegrafista particular del jefe Constitucionalista don Venustiano Carranza, a quién acompañaría hasta su muerte en Tlaxcalantongo. Su hermana Timotea (E.) Castañeda fue una importante educadora de la juventud reynosense. Los padres de Guadalupe fueron don Florencio Domínguez y doña Nazaria Sepúlveda.

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La maestra Timotea (E.) Castañeda era la hermana y cuñada de los protagonistas de esta historia, José y Guadalupe.

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Manuel Escobar Castañeda (lado derecho) fue el telegrafista particular de don Venustiano Carranza. Fue el hermano mayor de José (E.) Castañeda, personaje en esta historia.



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