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Así nació el cubrebocas

Se creó en el siglo XIX para que los cirujanos no infectaran con su saliva a los pacientes que operaban. Hoy en día son comunes entre la población mundial y tal vez nos acompañarán por varios meses más ante la presencia del virus SARS-COV2. Aquí una brevísima historia.
  • Por: El Universal
  • 30 / Mayo / 2020 - 10:00 a.m.
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Así nació el cubrebocas

Imaginemos que es 1890 y una pareja toma café. Él se llama Karl Wilhem Flügge, es higienista alemán y cuenta su más reciente descubrimiento “¿sabías que cuando tosemos, estornudamos o hablamos esparcimos gotitas de saliva por el aire?”

La historia es inventada, pero las cosas ciertas del asunto las dijo el Dr. Guillermo MurilloGodínez en su breve artículo Las gotitas de Flügge:

1) Las gotas alcanzan una distancia de un metro, aun si se habla en voz baja. 2) Se quedan en el aire durante media hora y después se establecen en supercies. 3) Miden hasta diez micras. O sea, diez millonésimas partes de un metro, (Brian Ley demostró en 1999 con su estudio Diameter of a Human Hair que un cabello humano, por más delgado que sea, no es menor a 17 micras). 4) Son portadoras de bacterias y virus.

Por este último punto fue que en 1897 se abogó por el uso de cubrebocas en cirugía y así proteger a la gente de morir por infecciones tras operarse.

Taparse la boca para salvar vidas

Vino la asepsia, que en pocas palabras es operar en condiciones estériles: con bata, guantes y cubrebocas. El primero en apuntarse fue el cirujano francés Paul Berger, quien según el artículo Some landmarks in surgical technique, por H. C. Lowry, publicó un paper que va así: “Por años he estado preocupado porque las gotas proyectadas de la boca del cirujano y de sus asistentes hagan brotar infecciones en pacientes, las mismas que siguen ocurriendo a pesar de las condiciones estériles del quirófano”. ¿La boca de un cirujano una fuente de enfermedades? Ridículo. “Yo nunca he usado una máscara y ciertamente nunca lo haré”, contestó a la propuesta Monsieur Terrier, según el texto Pestilentia in nummis del doctor Ludwing Pfeiffer.

Hubo otros que uyeron con la idea, el cirujano polaco Johann von Mikulicz-Radecki, por ejemplo, quien venía sospechando lo mismo de la saliva y en ese mismo año, 1897, usó un cubrebocas de una sola capa de gasa al operar para comprobar que las infecciones reducirían. W. Huebner reemplazó en 1898 ese tapabocas por uno de dos capas y recomendó usarlo a cierta distancia de la nariz para no humedecerlo y estropearlo. Siete años después fue el turno de Alice Hamilton, médica e investigadora estadounidense para asegurar que la ebre escarlata (causante de sarpullido, ebre y dolor de garganta) se transmitía por gotitas e impulsó a las enfermeras a colocarse el tapabocas sobre la nariz también para evitar contagios al tratar pacientes en 1905.

Para 1918 se reportó que el cubrebocas redujo complicaciones por difteria (infección bacteriana igualmente propagada por gotitas) en pacientes operados. En este punto otra recomendación era esterilizar los cubre tras su uso y reemplazarlos con uno seco cuando se mojaran en cirugía. Ese mismo año se creó el de tres a cuatro capas de gasa, de más o menos 12x17 centímetros y se ocupó para atender pacientes con enfermedades contagiosas en hospitales militares.

Luego se probó la ecacia de tres tipos de tapabocas: uno de gasa gruesa, uno de gasa mediana y uno de muselina, todos de 15x20 centímetros y con dobladillo. Se descubrió que la gasa na era la más eciente. Un año más tarde se recomendó usar un cubrebocas de malla con 44x40 hilos por pulgada. Dato curioso: siete años después, en 1926, se hizo obligatorio el uso del cubrebocas en quirófanos de todo el mundo, pero el doctor Luis del Río Diez mencionó en su artículo “Uso sistemático del barbijo quirúrgico” (como se le conoce en Argentina), que al buscar la cita o guía directa del asunto, sólo se encuentra con el mismo mensaje, como si estuviera copiado y pegado: con base en los descubrimientos de Berger y Mikulickz, en EU, Alemania y Francia se implementó tal ley. En la década de 1930 el médico estadounidense Herbert Mellinger puso un pedazo de goma o hule entre dos capas de gasa para crear un cubrebocas “antigérmenes”. También hubo un cubrebocas con marco de alambre de oro de 14 quilates y papel encerado por ambos lados que llegaba hasta la barbilla. Uno más fabricado con película para rayos equis lavada que funcionaba como ltro, otro con papel celofán en lugar de gasa común y otros más de materiales como celulosa con pliegues de algodón, franela, papel con clips de seguridad y dos ligas y un último de algodón entre dos gasas de malla.

Con la creación de los antibióticos, en 1940, la importancia del tapabocas pasó a segundo plano. Pero en 1961 el investigador M. Musselman retomó el tema y creó el primer tapabocas desechable, que incluía una capa plástica que se acomodaba a la forma de la cara como ltro. Todo lo anterior de acuerdo al texto History of surgical face masks de John L. Spooner.

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