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La vida salvaje de la primera estrella de rock

El documental ´Johnny Hallyday: más allá del rock´ aborda la vida de un hombre que no inventó ningún género, pero configuró el comportamiento imprevisible y autodestructivo que luego mostraron las estrellas más indomables de la música

La boda de Johny Hallyday y Sylvie Vartan tuvo lugar el 12 de abril de 1965.La vida salvaje de la primera estrella de rock

El mismo 5 de de diciembre de 2017 en el que el mundo entero se despertó con la noticia de la muerte de Johnny Hallyday, un periodista estadounidense tuvo la idea de abrir su obituario con la frase "la estrella del rock más grande de la que nunca has oído hablar".

Podría parecer una boutade, pero tras alcanzar un estrellato absoluto en la década de los sesenta hasta en el rincón más recóndito del planeta –de Sudamérica a Irán, de África a Japón, incluso en la China comunista se publicaban sus discos; en vinilo rojo, por supuesto–, el brillo internacional de Johnny Hallyday parecía haber pasado hace ya mucho tiempo.

Claro que esto era en Estados Unidos, unu país habitualmente impasible ante cualquier cosa que suceda fuera de sus fronteras. En Francia las cosas funcionaban de otra manera: el cortejo fúnebre de Hallyday arrastró a un millón de personas en los Campos Elíseos. Desde las de Victor Hugo no se conocían exequias tan multitudinarias en la ciudad; ni tan siquiera la manifestación que celebró la Liberación en 1944 había visto tamaña cantidad de gente por las calles parisinas.

No era para menos, porque Johnny lo había sido todo para Francia desde el mismo momento en el que el país descubriera su existencia. Y lo había hecho por accidente: exactamente, el que sufrió en los ensayos un bailarín que iba a actuar esa noche en horario de máxima audiencia de la única cadena de televisión francesa que existía entonces. Pensando contrarreloj en quién podría suplirlo, alguien se acordó de un chavalito de 16 años que andaba tocando rock and roll por los bares. Una música tan ajena a la Francia de aquellos años que ni las maniobras del operador para ocultar unos movimientos de cadera que superaban cualquier límite permisible evitaron el escándalo nacional.

El país de la chanson rechazaba de plano aquel ritmo salvaje y despreciaba la actitud de aquel muchacho al que acusaba de no saber cantar. Pero cuando al día siguiente, aún abrumado por el revuelo que se había armado a su alrededor, Johnny entró al metro y vio a un grupo de chavales imitándolo entendió que había ganado su primera batalla.

Nadie había visto nada similar en Europa por aquel entonces. Conviene señalar que todo esto sucedía en 1960, cuando los Beatles todavía no habían puesto un pie en la Europa continental, cuando Mick Jagger y Keith Richards ni soñaban con montar una banda juntos y cuando solo Adriano Celentano, en Italia, apuntaba hacia algo medianamente parecido. Pero si Francia no estaba preparada para lo que se le venía encima, aceleró el paso para coger el ritmo. Convertido de la noche a la mañana en estrella, Hallyday pasaría a ser apodado El príncipe del tumulto tras dejar a sus espaldas un reguero de conciertos solo comparables a los efectos sobre la hierba del caballo de Atila.

Ni uno se saldaría sin golpes con la policía, o un pabellón destrozado, cualquier otro tipo de mobiliario urbano. Aquello había desbordado por completo el ámbito de lo musical: Hollyday se había convertido en el catalizador de unos jóvenes que intentaban cambiar radicalmente un orden social que no los tenía en cuenta y los chavales del extrarradio habían asumido que nada como la suma de rock and roll y violencia para canalizar sus frustraciones.

 

El género era él

Inventar el rock and roll en Europa conllevaba también inventar qué era ser una estrella de rock, un terreno todavía sin desbravar para el que no había modelo y en el que Johnny no defraudó. No busquen a una figura de vida más excesiva que él, porque no la van a encontrar: hablamos de un intento de suicidio en 1966 tras un mal viaje de ácido con John Lennon, de borracheras con Mick Jagger que, en un caso, terminaron con un lanzamiento de cuadros de Francis Bacon al Támesis, de noches de ruleta rusa entre montañas de cocaína, de cuerpos de seguridad con cascos nazis vigilando unos conciertos donde miles de focos antiniebla provocaban ataques epilépticos entre los espectadores y de cuatro libros autobiográficos en los que no había escrito una sola línea, uno de ellos en volumen triple y encuadernado en piel de cocodrilo.

  • Y todo ello sin perder nunca el respeto por una música que lo era todo para él, encabezando a toda una generación de músicos que se había lanzado a la conquista del mundo. No solo locales: tras verlo tocar en un garito londinense, Johnny animó a un todavía desconocido Jimi Hendrix a fundar la Experience e hizo debutar al trío como sus teloneros en una de sus multitudinarias giras por Francia.

La carrera de Hallyday se extendió durante 60 años, los suficientes como para vivir todos los altibajos posibles. Hubo caídas en el alcohol y en las drogas, bancarrotas, cientos de peleas y todos los bochornos imaginables en los que una estrella desesperada por recuperar su brillo pudiera caer durante los ochenta: discos lamentables dictados por la discográfica, regrabaciones de sus clásicos al estilo de La Década Prodigiosa y estilismos que escapan a la comprensión de cualquier ser humano por muy fan de Johnny que se sea.

¿Y Estados Unidos?

Solo una frustración pesó en Johnny durante años: la indiferencia del público norteamericano, que le impedía cumplir su sueño de actuar en Las Vegas. El día en que entró en su oficina de management diciendo que quería actuar en la inmensa sala de conciertos del Hotel Aladdin, el mismo en el que Elvis Presley se había casado con Priscilla, su gente intentó hacerle comprender la locura que suponía montar un concierto en un lugar donde nadie querría pagar una entrada por verlo. Johnny lo tenía claro: no tenía admiradores en Estados Unidos, pero tenía millones en Francia. Solo era cuestión de llevar a algunos hasta allí.

La operación supuso el mayor puente aéreo intercontinental que había conocido el planeta desde el regreso a América de las tropas estadounidenses que habían combatido en la II Guerra Mundial. En el Aladdin, aquella noche de 1996, no quedaba libre ni una sola butaca libre. También que la tensión había hecho a Johnny perder la voz y que el concierto resultará un desastre, pero a esas alturas qué importaban esas menudencias.

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El expresidente francés Nicolas Sarkozy con el cantante Johnny Hallyday en un programa de la televisión francesa en diciembre de 2004.

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Johnny Hallyday y Lenny Kravitz durante un desfile de moda masculina de Saint Laurent en junio de 2016 en París.



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