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La argentinización de México

Querido Papa Francisco: 

No es que yo le quiera enseñar a rezar el Padre Nuestro; pero ¿sabe qué? no debiera preocuparse con eso que dijo de la mexicanización de Argentina. Quienes debiéramos preocuparnos somos nosotros, sobre todo los políticos, por la argentinización de México. Por el día en que salgamos a la calle a gritarles: ¡Que se vayan todos! 

La argentinización de México

Yo estuve allá en su Buenos Aires querido. En plena crisis de 2002, luego del aplastamiento de la dictadura militar y el desastre económico que les heredó Menem, cuyo nombre nadie pronunciaba porque era de pésima suerte. Y escuché ese grito incesante en las manifestaciones. Pero era también la frase que todos me decían en cualquier parte y en cada entrevista: lo mismo el taxista que la académica; igual el bell boy que el hombre elegantísimo. Y todavía repreguntaba yo: —¿Se refiere al presidente y a los ministros? —¡No, no, a todos! —¿Incluiría a los congresistas? —¡Le estoy diciendo que a todos! —¿Los generales también? —Sí, sí, pero igual los banqueros, los policías, los alcaldes, los burócratas y los elevadoristas que trabajen para el gobierno: ¡Qué se vayan todos! 

Con decirle señor obispo de Roma que —cómo estaría la cosa— que mi querida y dilecta amiga Rosario Green, entonces embajadora nuestra allá, me recomendó que contratara durante mi estancia a un distinguidísimo y desempleado arquitecto bonaerense, quien nos llevaba y traía a mí y a mi camarógrafo en su precioso Mercedes. La misma Rosario —quien no me dejará mentir— fue clave para conseguirme una entrevista con el entonces presidente Eduardo Alberto Duhalde, quien por cierto duró apenas 14 meses en el cargo. Así que en agradecimiento nos fuimos a cenar a un lugar muy lindo, donde al llegar le dije a mi amiga que ahí parecía no haber crisis porque estaba lleno; fue entonces que en su lenguaje rotundo para con los amigos, Rosario me hizo ver la torpeza de mi primera observación: no había un solo plato de carne, todos estaban a dieta; una botellita para cada diez o doce. Eran los tiempos del cierre de tintorerías porque todo el mundo planchaba en casa; los días de aquella frase lapidaria para recibir a los nuevos pobres que llegaban quebrados a vivir en los suburbios: “Bienvenidos a la realidad”. Y no se me vaya a espantar, pero esa noche de vuelta a mi exclusivísimo y baratísimo hotel, viví la experiencia más desgarradora de esa crisis: cuando el recepcionista me señaló que allá en el fondo del bar había un grupo de cuatro damas “de buenísima cuna y dispuestas a atender al caballero… discúlpeme, pero ya ve cómo está la situación por acá”. 

Así que, con el debido respeto y aprecio por estos primeros meses de pontificado, ruéguele a Dios —usted que es influyente— que este México nuestro de cada día no se nos argentinice. Y que podamos aplicar con rigor los diez mandamientos. 

Y perdón por no escribirle antes, pero andamos apurados con lo del #Latiendo por Fer. Por cierto, de esta su iglesia protectora de curas pederastas, nada hemos recibido. De cualquier modo y sin el menor asomo de ironía, mándenos al menos su bendición que tanta falta nos hace. 

P.D. Para María Juncal quien, con su danza, nos reconcilia con el mundo.