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La inequidad es una elección, nuestra elección

Alrededor del mundo, millones de niños y niñas no tienen acceso a los cimientos necesarios para crecer sanos y fuertes. Vacunas, cuidado postnatal, nutrición adecuada y educación de calidad (algunas de las bases fundamentales para alcanzar una vida próspera y productiva) están fuera del alcance de muchos.

Alrededor del mundo, millones de niños y niñas no tienen acceso a los cimientos necesarios para crecer sanos y fuertes. Vacunas, cuidado postnatal, nutrición adecuada y educación de calidad (algunas de las bases fundamentales para alcanzar una vida próspera y productiva) están fuera del alcance de muchos. 

Si no llegamos a los niños y niñas más vulnerables se perpetuarán los ciclos intergeneracionales de desigualdad, poniendo en peligro su futuro, el futuro de nuestras sociedades y el futuro del mundo en el que vivimos. Por ello, tenemos dos opciones: invertir en los niños y niñas en mayor desventaja, o enfrentar las consecuencias de un mundo mucho más dividido e inequitativo hacia 2030. 

La inequidad es una elección, nuestra elección

La inequidad —las disparidades entre las comunidades y al interior de ellas mismas— no es inevitable. Es el resultado de elecciones que hacemos como sociedad y como comunidad internacional. La desigualdad es una elección. 

Reducir las brechas entre los ricos y pobres es algo que podemos lograr. Como señala el informe anual más relevante de UNICEF, el Estado mundial de la infancia 2016, existen una serie de medidas que podemos llevar a cabo para garantizar que todos los niños y niñas —incluso aquellos que nacen en los entornos más vulnerables— puedan recibir el cuidado y la educación a la que tienen derecho para sobrevivir y desarrollar su pleno potencial. Todo se reduce a las políticas que impulsamos y al enfoque que abordamos. 

Los tomadores de decisión, las agencias de cooperación y las organizaciones civiles deben comprometerse con una serie de principios para promover la equidad. Estos principios comienzan por utilizar los datos y la información existente para identificar y realizar un seguimiento a los niños y niñas que avanzan poco en su desarrollo, para luego dirigir las inversiones primero hacia ellos y ayudarles a ponerse al día. 

En tiempos de austeridad económica, como la que enfrentamos hoy, es importante centrar nuestros esfuerzos en la inversión más rentable, es decir los primeros años de la vida, colocando el interés superior del niño como un eje primordial en la toma de decisiones, y evitando que los recortes al gasto público impacten en el presente y en el futuro de esta generación. 

Es importante destacar que la búsqueda de la equidad no depende únicamente de la inversión. Depende también de abordar viejos problemas de forma innovadora, utilizando las nuevas tecnologías para llevar los recursos a aquellos que más los necesitan de manera más eficiente y oportuna. 

La equidad ha adquirido un nuevo estado de urgencia. El cambio climático está agravando los riesgos para los niños y niñas en condiciones más desfavorecidas: a nivel mundial, millones de niños y niñas viven en zonas en donde la ocurrencia de inundaciones es extremadamente alta, y millones viven en zonas en donde la gravedad de la sequía es alta o muy alta. Además, el conflicto, la violencia y la crisis actual de refugiados están poniendo cada vez a más niños y niñas en peligro extremo, privándoles de las condiciones necesarias para crecer y desarrollarse. 

Pero incluso bajo este panorama, hay que recordar que la desigualdad no es inevitable. Si elegimos enfrentar estos retos con un enfoque de equidad, los niños y las niñas en condiciones más desfavorables podrán tener la oportunidad de desarrollar su pleno potencial y mejorar sus condiciones de vida, impulsando el desarrollo de sus comunidades, de sus países y del mundo en el que todos y todas vivimos. 

(*) (Representante de UNICEF en México/Colaboración Especial-SUN)