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AMLO y el EZLN

En días recientes, el EZLN anunció su intención de participar abiertamente en el próximo proceso electoral en México. Así, en el marco del cierre del Quinto Congreso Nacional Indígena (CNI), los zapatistas informaron de su intención de postular a una mujer indígena como candidata independiente a la Presidencia de la República. El comunicado de los zapatistas se titula, muy apropiadamente, Que retiemble en sus centros la tierra.

Se trata, a todas luces, de un anuncio de enorme importancia y trascendencia política. La decisión de los zapatistas representa, por un lado, una señal de institucionalización de una agrupación que hace unos años le declaró la guerra al Ejército mexicano. Recordemos que, de acuerdo a la Primera Declaración de la Selva Lacandona, el EZLN había hecho en 1994 un llamado a deponer al entonces Presidente de la República: “Conforme a esta Declaración de guerra pedimos a los otros Poderes de la Nación se aboquen a restaurar la legalidad y la estabilidad de la Nación deponiendo al dictador”. También habían llamado a “Iniciar juicios sumarios contra los soldados del Ejército federal mexicano y la policía política que hayan recibido cursos y que hayan sido asesorados, entrenados, o pagados por extranjeros… acusados de traición a la Patria”. En ese sentido, el anuncio de la reconversión del EZLN en una fuerza política que pretende participar dentro del marco institucional establecido en el país no puede sino ser bienvenido. Este paso significa, sin duda, un esfuerzo de participación política que pretende responder a los intereses de un amplio sector de la población mexicana que ha estado históricamente subrepresentado.

AMLO y el EZLN

Por otro lado, es evidente que la participación política del EZLN incide en el espectro de las fuerzas políticas del país. Esto afecta, sin duda alguna, sobre todo a la izquierda, ya que contribuye a su fragmentación. Eso explica en buena medida la reacción tanto de conservadores (felices, muchos de ellos más que por la decisión en sí misma, por el efecto que esto puede tener en el voto de la izquierda), como de Morena y del propio Andrés Manuel López Obrador, quienes reaccionaron negativamente ante este anuncio y quienes acusaron al EZLN de hacerle el juego a las fuerzas conservadoras del país. No se trata del primer enfrentamiento entre AMLO y el ELZN. Recordemos que en 2006, la llamada Otra Campaña se confrontó directamente con López Obrador, al grado que el Subcomandante Marcos escribió que AMLO era un espejo de Salinas de Gortari y que pretendía continuar con su programa de liberalismo social. No es del todo improbable que el efecto de la Otra Campaña le haya quitado suficientes votos a AMLO como para impedirle haber sido electo en 2006.

En cualquier caso, si lo que les interesa a ambos es incidir realmente en la conducción política del país, es muy probable que tanto el EZLN como AMLO se estén equivocando. El EZLN y el CNI han planteado la necesidad de defender a los pueblos originarios de los múltiples episodios de despojo y agresión a los que se han visto sometidos desde hace más de 500 años. En ese sentido, no es muy claro cómo una candidatura marginal pueda hacer algo para detener y cambiar las condiciones en las que viven estas comunidades. La experiencia de Chiapas debió de haberles servido para algo. Allí, en el corazón del levantamiento zapatista de 1994, ahora gobierna el Partido Verde, lo que ha significado un enorme retroceso en lo político y que ha logrado muy pocos avances en lo económico y social para las comunidades indígenas.

Por su parte, Morena y AMLO se equivocan al descalificar el anuncio del EZLN. Los zapatistas y sus simpatizantes podrían ser sus aliados naturales. Las comunidades indígenas podrían encontrar en AMLO una voz que los represente. Nadie como él ha denunciado la entrega de los bienes de la nación mediante concesiones de explotación minera y petrolífera, las cuales han afectado directa (pérdida de tierras) e indirectamente (costos ambientales) a vastas comunidades de grupos indígenas del país. El CNI-EZLN y Morena podrían asociarse y construir una candidatura que vaya más allá de lo testimonial, que realmente pueda aspirar al poder y que pueda hacer algo por cambiar las condiciones económicas, políticas y sociales de amplios segmentos de la población. Si no dialogan, si no interactúan y si no unen esfuerzos, ambos le estarán haciendo el juego a las fuerzas reaccionarias de este país. Ya deberían de haber aprendido la lección de Chiapas y de 2006.

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(*) (Economista/El Universal)