Columnas > EL MENSAJE EN LA BOTELLA

El morralito ‘pispireto’

Mi buen amigo maderense Luis Treto Martínez tenía una frase que solía utilizar. Cuando algún amigo o alguien de su familia le decía “¿Vamos a los tacos?”, respondía “No, porque ‘tacostumbras’”.

Es cierto, hay muchas cosas a las que “tacostumbras” en la vida. Yo, por ejemplo, a raíz de mi paso por el movimiento scout “macostumbré” a cargar bastantes cosas en las bolsas del pantalón o la camisa. Y es que, andando en el campo, muchas veces tu comodidad o hasta tu seguridad o supervivencia dependen de lo que traigas a la mano. De ahí que cargáramos tantas cosas sobre nuestra pequeña humanidad: cantimplora, navaja, lámpara, hacha de mano, brújula, pastillas para purificar agua, etc. Y eso para no hablar de lo que cargábamos en la mochila.

El morralito ‘pispireto’

La cosa es que como que me quedé acostumbrado a cargar montón de enseres “por si se ofrece”. Y todavía a la fecha transportaba colgado en el cinto o en las bolsas de mi pantalón, además de la cartera, cosas como: Un monedero para la “morralla”, un paquete de toallitas sanitizantes, una caja de chicles o pastillas para el aliento, pluma, mi celular viejito, que aunque ya no sirve como celular, lo uso por el “office” que incluye (Excel, Word, Powerpoint), mi celular nuevo, que aunque no es smartphone, es muy inteligente (me mantiene a salvo del montón de “Whatsapp’s” que veo que le llegan a mi esposa todos los días),  una pelotita por si se ofrece entretener a un niño, una navaja, otra navaja (una sencilla y otra con tijeras, pinzas, etc.), un portatarjetas con todos los plásticos que la tecnología nos “endilga” (que los puntos de Soriana, que los puntos del cine, que los puntos de la gasolinera…), una pequeña lamparita, un paquetito de toallas para limpiar los lentes, así como llaveros con las llaves de mi casa, llaves de la oficina, llaves del carro y creo que hasta las llaves del corazón de mi esposa (aunque ésas no me pesan).

Total, que entre todo eso, fácilmente andaba cargando unos dos kilos de “chucherías”, y como últimamente las mortificaciones me han hecho adelgazar, pues ya parecía anuncio de película de Cantinflas, con los pantalones a media cadera de tanto peso.

Buscando poner remedio a tan pesada situación y para evitar la contingencia de alguna situación bochornosa que, ahora sí, inscribiera mi nombre con letras de oro en el salón de la fama de los osos (que la gravedad pudiera más que el “agarre” del cinturón), me fui al centro y me compré un morralito para cargar ahí todo mi arsenal. A mi esposa se le hizo que estaba como que medio “pispireto” (“¿Estás seguro que es para hombre?”), pero como yo no tengo prejuicios (y además ya lo había pagado) como quiera decidí utilizarlo.

Al día siguiente salí de mi casa estrenando morralito, y entonces, como por arte de magia, me convertí en el hombre más torpe de la galaxia. Para empezar, no hallaba si ponerme el morralito para adelante, para un lado o para atrás. Para todos lados me estorbaba. Cuando necesitaba sacar algo, además de que en un principio no recordaba en cuál compartimiento lo había puesto, una vez que me acordaba, invariablemente lo que buscaba parecía haberse ido hasta el fondo. Sacaba todo lo de arriba y luego me faltaban manos para finalmente sacar lo que necesitaba. Cuando me iba a bajar del carro varias veces reboté hacia atrás porque no me desabrochaba el cinturón de seguridad pensando que era la correa del morral lo que traía atravesado. Y en otra ocasión le invité una nieve a mi esposa y tuvo que terminar pagando ella porque yo había olvidado el morralito en la casa (no crean que fue plan con maña). Eso sí, sentía mis pantalones ligeritos, ligeritos.

Y yo me pregunto, ¿cómo le hacen las mujeres para meter la mano a la bolsa y a la primera sacar lo que necesitan? ¿Será que siglos de entrenamiento han sido guardados y transmitidos de generación en generación en su memoria genética? En fin. 

No sé quién ganará esta batalla, si el morralito o yo. No sé si finalmente “macostumbre” a usarlo o regrese a la vieja usanza scout de los pantalones recargados. Por lo pronto, si me ven con mi morralito pispireto, por favor no me chiflen, tómenlo mejor como que están ante un hombre muy liberal. Y si me ven peleándome con él, no se rían, que es cosa seria. Mejor préstenme una mano para sostenerme las cosas mientras sigo hurgando para sacar lo que necesito.

jesus_tarrega@yahoo.com.mx

Facebook: El Mensaje en la Botella