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Lenta carrera por recursos energéticos

El bajo precio del petróleo resta atractivo a explotar la región por parte de las empresas

Quedan pocos lugares en el planeta con tanto potencial energético como el Ártico. Las estimaciones hablan de reservas de petróleo y gas descomunales, sepultadas bajo el hielo. Mientras, gracias al cambio climático y a medida que el deshielo avanza los depósitos de hidrocarburos se vuelven cada vez más accesibles para el hombre y sus máquinas. Este escenario ha dado pie a infinidad de titulares que hablan de una supuesta carrera desenfrenada por hacerse con los recursos que protagonizarían los países árticos: Noruega, Suecia, Finlandia, Rusia, EE UU, Canadá, Dinamarca (Groenlandia) e Islandia. Sobre el terreno, la realidad es otra.

Lenta carrera por recursos energéticos

La economía y no la política es la culpable de que para las compañías energéticas no resulte tan atractivo aventurarse con el Ártico. “Mientras el precio del petróleo siga tan bajo como ahora, a las empresas no les compensará perforar. La tecnología existe, pero resulta muy caro, se asumen muchos riesgos ambientales y las condiciones de trabajo son muy duras”, explica por teléfono desde Hawai David Titley, director del Centro de Soluciones para el Riesgo Climático de la Universidad Estatal de Pensilvania. Un vertido en esta zona del planeta resultaría además casi imposible de controlar.

Para este militar retirado, la clave radica en que Estados Unidos tiene grandes reservas energéticas, principalmente gas, en el resto de su territorio que se puede extraer con más facilidad y a un precio mucho menor. En 2015, apenas el 0,1% de la producción de crudo en alta mar salió del Ártico. Ni siquiera el avance del deshielo, piensa Titley, dará la vuelta a la ecuación, al menos en los próximos años. Porque “el hielo seguirá estando allí. Aquello no va a ser agua abierta de un día para otro y va a seguir siendo un lugar muy duro para trabajar. Eso no va a cambiar en los próximos 15 años”.

Por eso, el anuncio del ahora expresidente de los Estados Unidos, Barack Obama de que las compañías gaseras y petroleras no podrán explotar 115 millones de acres del Ártico estadounidense tendrá, al menos de momento, un impacto relativo. 

Las petroleras y la población local protestan y dicen que Obama ha sucumbido a la agenda de los ambientalistas. Se especula mucho además con la posibilidad de que Donald Trump revierta la decisión una vez que tome posesión de la Casa Blanca. Lo cierto en cualquier caso, es que Obama apenas ha parado nada porque los proyectos en marcha son insignificantes. Algo parecido sucede con los canadienses.

Rusia sin embargo, sí tiene una agenda política, económica y militar potente en el Ártico. “En Rusia es donde se espera que haya mayor expansión”, detalla Philip Steinberg, profesor de Geografía Política de la Universidad de Durham y autor de Contesting the Arctic: Politics and Imaginaries in the Circumpolar North. “Para las fuerzas políticas rusas, el ártico forma parte de la identidad nacional y de la agenda política”.

Explican los analistas que el Ártico le sirve a Moscú para demostrar a sus votantes que es una verdadera potencia. Kathrin Keil, investigadora del Instituto del Ártico, añade que la economía rusa es muy dependiente del gas y del petróleo y que al financiar el Estado las operaciones, la rentabilidad y el bajo precio del petróleo deja de ser el único factor. Las sanciones occidentales por el conflicto de Ucrania han torpedeado, sin embargo, parte de las ambiciones rusas en la región.

La geografía también ayuda a los inversores rusos y también a los noruegos. Las corrientes cálidas hacen que haya grandes superficies que no están cubiertas de hielo y, por lo tanto, es más sencilla y menos costosa la extracción que en Canadá o en Estados Unidos. Cuentan, además, con mejores infraestructuras —carreteras, puertos…— que en América del Norte. Es más fácil, pero aún no tanto como para poder competir con el fracking o el petróleo de Arabia Saudí. Noruega, además, prohíbe la extracción en buena parte de su territorio para proteger las pesquerías de la zona.

Por último, está China, que hace tiempo que puso la vista y toneladas de efectivo en la región ártica. Su interés se centra sobre todo en el transporte, que de momento sigue siendo caro, estacional y peligroso. Invierte también en investigación y en la extracción de recursos mineros. Trabaja con Rusia para compartir parte de su botín energético. “Los chinos están muy presentes. Aportan mucho dinero, pero no tienen la tecnología”, detalla Keil. 




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