Insurrección en 1812
Del indio José Julián Canales
Indios Carrizo, acuarela de Lino Sanches Tapia.
Antropólogo y cronista municipal de Reynosa
En los meses de abril y mayo de 1812, el pueblo de Camargo fue testigo de la insurrección y de las campañas realistas para la captura de su jefe insurgente, el indígena Julián Canales. El levantamiento en esa villa, dirigido por el indio carrizo de la Misión San Agustín de Laredo, fue el resultado de una serie de eventos entrelazados que estaban en curso desde un año antes; como ejemplo de ello fue la propaganda subversiva que circuló a lo largo del río Bravo a principios de 1811, proviniendo principalmente desde el sur de México, y en algún momento desde el pueblo de Revilla.
La gente a lo largo del río experimentó la insurgencia cuando el caudillo de la Independencia de México, Mariano Jiménez, llegó a Monterrey; aunque muchos simpatizantes tuvieron que redefinir su posición ideológica poco después de que Allende, Hidalgo, Jiménez y otros líderes fueron capturados en Acatita (Norias) de Baján, cerca de Monclova, el 21 de marzo de 1811.
Grupos insurgentes de bajo rango quedaron a la deriva en el territorio norteño después de lo de Baján; algunos rebeldes se diseminaron a lo largo del río Bravo. En octubre de ese año, tropas al mando del capitán Francisco Antonio Cao, del regimiento Fijo de Veracruz, recorrieron dicho río, mostrando su fuerza en el Nuevo Santander (actual Tamaulipas), que estaba a cargo del Coronel realista Joaquín de Arredondo y Mioño.
En Camargo, el capitán Cao despojó a José Julián Canales de su cargo como jefe de los indios Carrizo y de la Misión San Agustín de Laredo, arrebatándole su bastón de mando; un emblema de su oficio que se convertiría en un icono de descontento. El bastón estuvo guardado hasta el comienzo de la revuelta en abril de 1812 en la casa del Justicia Mayor.
Después de la llegada de la insurgencia al lugar que se convertiría por segunda vez en las Provincias Internas de Oriente, la pequeña élite gobernante mantuvo entre los años de 1811 y 1813 solamente un control parcial sobre los súbditos de la Corona. Su autoridad fue seriamente cuestionada por los indígenas de la Misión de Camargo en abril de 1812 y fue a través de su demostración de fuerza como, de alguna manera, recuperaron de nuevo su dominio.
La Insurgencia de Camargo
Cuentan en detalle dos relatos por separado del levantamiento en armas en Camargo; uno fue redactado por el Capitán Pedro López Prieto, de la Milicia Provincial de Caballería de la Villa de Reynosa, durante el sitio de Camargo que duró del 3 al 17 de abril de 1812, y el otro que provino de las declaraciones recabadas por autoridades realistas en Monterrey y en el Valle de la Mota (actual General Terán) en Nuevo León. Versiones dadas a conocer posteriormente por un criado mulato (Salvador Manuel Rodríguez), enviado circunstancialmente por su ama a Camargo para que comprara tabaco en los días 7 y 8 de abril de ese mismo año.
Junto con estos últimos documentos, en el Archivo de Monterrey, se encuentra la Proclama leída por el caudillo Julián Canales en Camargo, además de una carta enviada por este indígena al cura de Valle de la Mota, Juan Bautista Cantú, y al presidente de la Junta Gobernadora de Nuevo León, Blas Gómez. Este último negó cualquier simpatía con la insurrección, levantando un amplio informe de los acontecimientos, que envió al Virrey.
Pedro López Prieto era un veterano con rango de capitán que había servido por seis años en Texas y se había retirado a Camargo, por estar enfermo, a principios de 1812. No se había presentado a su grupo de caballería en Reynosa, quedándose en Camargo a principios del siglo XIX, donde había servido como Justicia Mayor; en Texas había estado a cargo de 100 hombres de las milicias del Nuevo Santander que resguardaban la frontera entre Texas y Luisiana. Eran parte de las tropas bajo las órdenes del ex Gobernador de Nuevo León, Simón Herrera, que cuidaban esa frontera.
El Capitán López Prieto era oficial con el rango más alto en Camargo al momento del levantamiento, pero se encontraba con muy pocos soldados de milicia, pobremente armados y con escasas municiones; no tuvo más remedio que negociar con el indígena Canales, quien llevaba 87 indios guerreros de la Misión San Agustín de Laredo y otros de las zonas vecinas a lo largo del río Bravo. Éstos andaban armados con unos mosquetes (escopetas) y muchos arcos y flechas.
A los indios Carrizo de Canales se le unieron el 8 de abril los Garzas de El Cántaro (Mier), Comosellama, Pintos y un número no definido de indios de Reynosa. Durante los días siguientes, su número aumentó entre 130 y 200 rebeldes, de acuerdo con las cifras registradas en los documentos existentes.
Razones para la rebelión
El 3 de abril, el Justicia Mayor de Camargo, José Pérez Rey, ordenó al jefe José Julián Canales que atara a un indígena de la Misión, que había secuestrado a una mujer india, y que lo trajera a su presencia. Canales se opuso, argumentando que él no tenía autoridad, pues no contaba con su bastón de mando. De acuerdo con el jefe Carrizo; el Justicia Mayor en represalia lo convocó a su lugar, donde trató de arrestarlo. Éste logró escapar y se refugió en la Misión, mientras que Pérez Rey comenzó a enviar cartas a través de cordillera a Refugio (Matamoros), Reynosa, Cántaro (Mier) y otros lugares, diciendo que los indios se habían rebelado y necesitaba ayuda para capturarlos. Al mismo tiempo, Canales había enviado en busca de indios guerreros a las rancherías vecinas para que le ayudaran. En ese mismo día, el capitán Pedro López Prieto, socorrido por Fray José Calvete de la Misión San Agustín de Laredo, logró negociar una solución pacífica, pero tensa con Canales y su facción.
El 7 de abril Pedro López Prieto se enteró por una mujer que Canales y Gregorio estaban planeando tomar al día siguiente por la fuerza la Misión y el pueblo (en ese momento Gregorio era el representante de la población indígena en ese lugar). Debido a la situación, fue enviada una carta oficial a Mier y Revilla pidiendo ayuda. Esa noche, el capitán López Prieto logró colocar algunos guardias, uno de ellos sin armas, en algunas casas que podrían estar en la mira de los indígenas; al mismo tiempo, éstos habían rodeado la villa de Camargo.
Al amanecer, Julián Canales y sus indios habían tomado dos prisioneros, llevando desarmado al comandante de la guardia, el Teniente Tomás Gutiérrez, a la casa del Capitán López Prieto. Éste cuestionó a Canales sobre sus intenciones beligerantes; respondiendo que estaba armado “porque voy a capturar gachupines y quitarles el bastón de mando de don José Pérez Rey... Si se resisten voy a disparar contra él, y si corre voy a disparar contra él”. El único enfrentamiento violento ocurrió en el techo (azotea) de la casa del Justicia Mayor, Pérez Rey.
Los indígenas mataron al criollo Gaspar García y a los españoles Manuel de Oribe y Melchor Ruiz. Después de un breve enfrentamiento por el frente de la casa de Pérez Rey, los indios habían flanqueado la residencia a través de la plaza y desde atrás mataron a los guardias utilizando arcos y flechas. Esta casa se encontraba en lo que es actualmente la esquina de las calles Pedro José Méndez y Belisario Domínguez, a una cuadra al oriente de la Plaza Miguel Hidalgo, en Camargo.
El criollo Gaspar García fue el primero en disparar su mosquete y el último en morir, herido de muerte se confesó y recibió los últimos rituales religiosos. El indio Canales no permitió tomar los cuerpos del techo hasta que las autoridades de más alto rango cedieron su mando. Después de que los indios se retiraron, Juan de la Garza y ??el Capitán Pedro López Prieto les siguieron a la Misión, desde donde regresaron a la casa del Justicia Mayor, para recuperar la pólvora y el bastón de mando resguardado por Pérez Rey. Este icono se lo había confiscado a Canales por el capitán Cao el año anterior. Canales puso guardias en la Misión y cerró todos los caminos que salían de Camargo, para que no se filtraran noticias a otros lugares.
López Prieto intentó el 10 de abril enviar información a través del bloqueo, usando un carretero que llevaba una carga de maíz a su rancho. Después de destruirle la carga, los indios encontraron una carta oculta en su ropa interior, por lo cual fue juzgado y se le impusieron como castigo cincuenta latigazos. López Prieto intervino y convenció a los indios de no tomar represalias contra el arriero y los funcionarios de alto rango, convenciéndolos de que la idea era totalmente suya. El Alcalde José Pérez Rey, Juan de Estrada y Juan de la Garza fueron encerrados en prisión mientras el Capitán López Prieto y Gutiérrez fueron puestos en arresto domiciliario.
La Proclama Insurgente
Dos días después, el 12 de abril, López Prieto y Gutiérrez fueron forzados a asistir a misa para después recibir la orden de regresar a la residencia del primero, donde una multitud y los rebeldes llevaron a los tres prisioneros españoles. Ahí, Canales leyó una circular seguida por la proclama que había inspirado la revuelta. Alzando la voz dijo “viva el Rey, la religión y el país y muera el mal gobierno”. Días más tarde este extenso documento fue recuperado en Camargo por Francisco Bruno Barrera, de la Junta Gobernadora del Nuevo Reino de León.
En esta proclama Canales invitó a luchar por una causa justa bajo las leyes de la Santa Religión, para la cual; compatriotas, hermanos y héroes habían derramado su sangre. Mencionaba el insulto a la Virgen de Guadalupe causada por las acciones y procedimientos de europeos y paisanos con intereses egoístas, que perjudicaban a sus propios hermanos; pidió que tomaran las armas en el nombre del Rey, Iglesia Católica y el país, para lo cual él y sus seguidores estaban dispuestos a dar hasta la última gota de sangre. Después de regresar a los presos a la cárcel, el indio Canales seleccionó al Capitán López Prieto como el Justicia Mayor de la localidad, sin darle un bastón de mando que representaba el símbolo de autoridad. El mismo día, Canales escribió al Capitán Eusebio Solís de la etnia Garza, para que uniera sus fuerzas contra los gachupines.
El 14 de abril, el jefe insurgente forzó al Capitán de milicias, López Prieto, a escribir una carta oficial al alférez realista José Benavides, que ya estaba en Mier, diciéndole que podía venir en paz con una escolta de cuatro o cinco hombres para negociar en los mejores términos, en nombre de Dios y el Rey.
Por unos momentos los aldeanos pensaban que los indios iban a asesinar a la autoridad de alto rango; pero estos rebeldes en formación de batalla, tocando tambor y portando un estandarte, partieron para montar un campamento fuera Camargo. Las tropas realistas llegaron a la villa hasta el 17 de abril. Para entonces las acciones de Canales y sus seguidores eran imperdonables para el gobierno.
La respuesta realista será contada en el siguiente reportaje.
Proclama del indio Canales.
Arcos de la Misión San Agustín de Laredo de Camargo. La construcción más antigua inmediata al río Bravo(1757).
