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Acampan en espera de camino a EU

Ángel Mackenzie cuenta -en un casi perfecto español- que es originario de la República del Congo, que llegó a Brasil hace cuatro años, trabajó en construcción y que de allá emprendió el viaje por tierra a Estados Unidos.

Hay más de mil migrantes varados en Costa Rica, a sólo un kilómetro de llegar a la frontera con Nicaragua. Foto: Ismael LópezAcampan en espera de camino a EU

Pero se topó con fronteras cerradas.



Mackenzie es uno de los más de mil migrantes varados en el territorio costarricense de Peñas Blancas, a un kilómetro del límite con Nicaragua, desde que este país cerrara el paso en noviembre pasado.



"Nosotros sólo queremos llegar a Estados Unidos. Le pedimos al Gobierno de Nicaragua que nos deje pasar, nosotros no queremos quedarnos, que nos den ocho horas para pasar por su territorio", dice Mackenzie, quien afirma haber aprendido español en el largo recorrido por Sudamérica.



La oleada de migrantes es catalogada por organizaciones de derechos humanos de Centroamérica como una crisis.



El Gobierno de Costa Rica ha permitido el ingreso de 2 mil de ellos desde abril pasado hasta la fecha. La mitad permanece en Peñas Blancas. La otra mitad ya ha cruzado por "puntos ciegos", según Martha Cranshaw, de la red Nica Migrantes.



Al menos 10 han fallecido al intentar cruzar por el Gran Lago de Nicaragua.



En Costa Rica, mientras, los migrantes habitan en un predio de aproximadamente 7 mil metros cuadrados, donde han improvisado casas de campañas.



"Aquí estamos a punto de desatar una epidemia", dice la haitiana Jacqueline, señalando una hilera de sanitarios portátiles y basura en el albergue.



Algunos nicaragüenses y ticos se han solidarizado con los habitantes del campamento improvisado. Pero la solidaridad también puede meter en problemas a algunos.



Nilamar Alemán es una profesora que ayudó a una mujer haitiana y a su hija de tres años enferma de neumonía y las escondió en su casa después de que una madrugada golpearon a su puerta con la pequeña hirviendo de fiebre.



La Fiscalía de Nicaragua la acusa ahora de tráfico de migrantes, un delito que las leyes penales castigan en ese país con 15 años de cárcel.



"Esto es criminalizar la solidaridad", dice Gonzalo Carrión, abogado del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos.



A los migrantes, Costa Rica les entrega visas de tránsito por 28 días y aquellos que no se registran ante las autoridades o ingresan por puntos ciegos son deportados.



"No entiendo por qué Nicaragua, un país de migrantes, no les entrega visa de tránsito como hace Costa Rica", señala Carrión.



De hecho, Cranshaw, de la red Nica Migrantes, dice que cuando un país cierra sus fronteras sólo favorece a las bandas de crimen organizado que comienzan a traficar con los migrantes y que eso ya está pasando en Nicaragua.



"Yo no entiendo qué gana Nicaragua cerrando las fronteras", cuestiona Cranshaw.



Organizaciones de migrantes incluso acusan que los cadáveres de dos de los fallecidos en el Lago de Nicaragua y el Río Sapoá, fronterizo con Costa Rica, tenían orificios de balas.



También se ha desatado una polémica sobre el verdadero origen de los migrantes.



No hay manera de saber si en realidad todos son africanos. No portan documentos. El Gobierno costarricense emitió un comunicado informando que el 95 por ciento de ellos eran haitianos que, después de vivir años en Brasil, quieren llegar a Estados Unidos, y que ocultan su nacionalidad para que a las autoridades les cueste más deportarlos.



Mientras, esas mil personas siguen varadas en Peñas Blancas, en espera de alguna solución.



"Los nicaragüenses son malos. Mis familiares me enviaron 2 mil dólares y un coyote me iba a cruzar hacia Honduras y cuando le di el dinero, me dejó tirado", dice Francis Drassew, una haitiana que espera poder llegar a Estados Unidos.




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