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Un intento por liberarse

Hacer cubrebocas o tapones para los oídos, cocinar, limpiar, tomar clases de Derecho, jugar básquetbol, amamantar a sus hijos, ir al dentista a arreglarse una muela

MONTERREY, NL

Un intento por liberarse

La base de la reinserción, para mí, y de la reconstrucción del tejido social, está en poder entender la corresponsabilidad que hay en la sociedad de tener niveles tan altos en materia de violencia y de reparar eso como sociedad", asegura Niño de Rivera. Lo dice durante la presentación del libro que, por cierto, se hizo frente a 43 menores del Centro de Internamiento y Adaptación para Adolescentes Infractores de la Comunidad Constituyente en Monterrey, Nuevo León. Y no sólo el lugar, sino el formato también se sale del molde. Las autoras hablan del texto, pero dan la voz a su público. Los testimonios pertenecen a los mismos mismos adolescentes y es una forma de la organización de reforzar el compromiso con ellos. "El día de mañana que salga, saldré a trabajar, a estudiar porque quiero ser un ejemplo para mi hijo, para mi familia, sentirme orgulloso de mi persona. Llevaré muchos recuerdos gratos de ésta que es mi segunda familia", aseguró Daniel, quien está a punto de cumplir 19 años y uno de los que tomó el micrófono. En el corazón Una bebé, que apenas y se sostiene por su propio pie, hojea unos libros en una ludoteca que tiene juguetes y materiales didácticos, entre paredes con flores y colores diversos.

En aquel colorido rincón casi es fácil olvidar que Camila juega adentro de un penal, porque su madre está presa por homicidio. La Ludoteca es parte del espacio separado para madres e hijos que fue habilitado por Reinserta, junto con autoridades locales. "En este penal no pasa, pero en otros, luego hay seis internas por celda, aquí es una interna y un niño, es algo que hemos visto que también previene mucho la violencia", dice Saskia sobre el espacio habilitado en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Escobedo, femenil. Más adelante, dentista, ginecóloga y médico general explican la atención que reciben las internas en una clínica que cuenta con todos los servicios. "Yo nunca imaginé que en un penal estuviera tan completo el equipo y se le brindara la atención inmediatamente", dice Paola Castañeda, encargada del área médica, mientras muestra la cama con equipo odontológico. A Sonia, de 45 años, le acababan de curar una muela en este lugar. "Estuve secuestrada ocho meses. El que me secuestró me golpeaba y me violaba, todo eso me llevo a cometer ese delito", asegura Sonia quien fue condenada a 25 años de prisión por haber matado a su agresor, sin haber tenido un abogado, de acuerdo con su testimonio. Ella cumple su condena en el Centro Femenil de Readaptación Social de Escobedo. Fue trasladada del penal de Topo Chico, luego de que éste cerrara hace un año. Kilómetros más adelante, en el Cereso 1 Varonil de Escobedo, los internos hacen su jornada diaria. Son las 17:00 horas y las fábricas aún no han cerrado, por lo que mientras unos arman fajas, otros las empaquetan, y otros más elaboran cubrebocas. Hay quienes toman clases de Derecho para terminar la carrera universitaria, otros juegan basquet o volibol mientras unos más pintan al óleo y tocan la guitarra, y otros lavan el piso del comedor después de haber comido. Es la realidad que se vive todos los días. Deseo de enseñar Tras las intervenciones de Reinserta, los adolescentes, principalmente, encuentran dónde colocarse para que asome el futuro menos complejo que cuando ingresaron. Algunos, incluso, ya hacen planes. Como Imelda, de 17 años, quien saldrá en dos años y sólo piensa en terminar la preparatoria para después entrar a la Universidad. "Cuando salga de acá quiero seguir estudiando, sacar adelante a mi familia, mi gran sueño es llegar a ser maestra de preescolar. Nadie ha dicho que aquí las cosas son fáciles", dice mientras frota sus dedos, sus manos sudan, baja la mirada y su rostro se le enrojece, señales inequívocas de vergüenza... y arrepentimiento.



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