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De adicto a adicto

La nefasta escuela de un drogadicto

Para comprender los amargos estragos de esta enfermedad, la mía, hay que leer Camaleón; hay tantas historias, crudas, reales, por demás tristes como la que presento en esta ocasión que me hizo el favor de regalarme Elena, fiel lectora de mi columna, y que generosamente me permitió incluir su testimonio en Camaleón, el mensaje que a mí me deja, es la negación de un borracho, la soberbia de un drogadicto que no le importa nada más que auto destruirse, el tipo negado, como yo, que pierdes salud, el sano juicio desaparece, por supuesto, el tiempo  se va en las cantinas, en la fiesta, el dinero, lo tiras por el caño de la basura y estas, como Gabino Barrera, no entiendes razones. Diariamente, gracias a este espacio, recibo infinidad de llamadas y correos electrónicos de personas que buscan orientación, una guía y ayuda que con gusto les doy, pero me doy cuenta de que la mayoría de las personas quiere escuchar otro tipo de mensaje, por ejemplo, cuando le sugieres que eche de la casa al mariguano agresivo, que le cambies de combinación de llaves a la chapa y que si te vuelve a romper lámparas, ceniceros, vasos y lo que acostumbras, que llames a la policía, pidiendo ayuda.- La respuesta es inmediata.- Bueno, no creo que sea para tanto.- A los 6 meses, vuelven a llamar, Ernesto, qué hago, mi hijo el drogadicto y mi esposo se agarraron a golpes, se pelearon muy feo.- Qué hago? Échalo de tu casa, llama a la policía y pon límites, sin duda, el adicto llega, esposo o hijo, hasta donde tú lo permites. Este es el testimonio de Elena.

De adicto a adicto

Nuestra historia comenzó con problemas desde que tengo uso de razón, mis padres tienen 28 años de casados, tengo recuerdos desde mis 4 años en adelante, mi padre siempre fue una persona sumamente violenta y agresiva, el típico macho mexicano, que sometía a mi madre a su antojo, comenzó siendo alcohólico, mujeriego, golpeador... mi madre fue educada de forma antigua, en donde se le enseñó que el matrimonio era para toda la vida, que el esposo mandaba, que al esposo había que atenderlo y obedecerlo de todo a todo, porque era el hombre de la casa; ella aguantó, mi padre comenzó bebiendo los fines de semana, de viernes a domingo, llegaba 3, 4, 5 de la mañana, eso sí, siempre llegaba a dormir en casa y que nadie le hiciera ruido, porque amanecía crudo y con dolor de cabeza, le pedía perdón a mi madre, ella siempre lo perdonaba y todo pasaba... Llegaba el lunes y mi padre tenía que trabajar, porque tuvo un trabajo por 32 años pero lo corrieron porque dejó de trabajar por la droga, mi madre, ama de casa, decía que tenía que despachar a mi papá al trabajo, le planchaba su uniforme, le hacía hasta rayita a sus camisas, le hacía el almuerzo, llegaba la hora de la comida y tenía que estar lista, porque si no el hombre de la casa se molestaba, llegaba la noche y tenía que darle cena... si por cuestiones de salud mi madre se sentía enferma, pues me heredaba su obligación y yo tenía que hacerlo porque mi papá decía... así fueron muchos años... mi hermana y yo tuvimos una muy mala infancia. Mi papá se la pasaba borracho, había peleas, gritos, golpes... mi papá nunca quiso dejar de tomar, hubo una época hace como 4 años, que prometió dejar de tomar, llegaba a la casa y nunca se miraba borracho, lo raro era que siempre traía botes o botellas vacías, pero nunca se le notaba, decía que no eran de él.




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