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Una mexicana en Tierra Santa

Marcela Zapata, directora del proyecto Magdala de arqueología bíblica, en Israel, y primera mexicana que encabeza una misión en el extranjero, aprovecha cuanta oportunidad se le presenta para empuñar ella misma la cucharilla y excavar

Se la obsequió su padre tras intentar, sin éxito, desalentarla de sus afanes arqueológicos, más propios de varones, pensaba él.

Una mexicana en Tierra Santa

"No importa si estoy horas y no descubro nada, o si lo que descubro es un cachito de cerámica. Me encanta, pero es lo último que hago ahora dirigiendo el proyecto arqueológico Magdala, porque tengo que estar al pendiente de que todo esté en orden.

"Cuando tengo la oportunidad, cuando hay pocos voluntarios o cuando no tenemos mucho que atender en términos administrativos, les digo: '¿me dan una hora? esto lo voy a excavar yo'", cuenta la arqueóloga de 52 años, quien está al frente del proyecto Magdala desde hace 12 con el respaldo de la Universidad Anáhuac, institución a la que está adscrita, y del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.

Desde los 8 años supo que sería arqueóloga, recuerda. Influyeron en su decisión dos libros que le regaló su mamá: .Y la Biblia tenía razón y El faraón olvidado.

"Despertaron en mí la capacidad de asombro ante la posibilidad de ver y tocar cosas que fueron hechas hace miles de años, que tuvieron una importancia tremenda para las personas, y que se conservaron", relata en entrevista la discípula de la arqueóloga Linda Manzanilla, cuya técnica de investigación interdisciplinaria aplicó en Magdala, donde se cree que nació María Magdalena.

"A los 8 años, dije: 'Quiero ser arqueóloga', sin saber qué hacía una arqueóloga, pero sabía que, si seguía de alguna manera los pasos de Howard Carter, algún día podría descubrir una tumba". 

Carter, dibujante y egiptólogo inglés, se convirtió en arqueólogo en la práctica y fue el descubridor de la tumba del faraón Tutankamón, en 1922.

Su madre fue su aliada cuando perfiló su destino como arqueóloga y también de alguna manera -porque no lo conoció- su abuelo, lector ávido y quien forjó una biblioteca provista de libros de historia antigua que, con el tiempo, heredó otra voraz lectora en la familia: Marcela Zapata, también maestra en filosofía de las religiones y doctora en filosofía de la historia.

Su padre se opuso ante la precoz elección profesional de la niña, pero reviró cuando ella le anunció que, entonces, sería corresponsal de guerra.

"Mi Papá decía: 'Está muy chica, jamás estudiará arqueología, ¿para qué me preocupo?'. Pero yo tenía mucha confianza en mí, jamás pensé en otra carrera. Cuando él me dijo que por supuesto no iba a entrar a la Escuela Nacional de Antropología e Historia busqué una opción, porque me lo pidió y, como me encanta la fotografía, le dije que estudiaría eso para ser corresponsal de guerra. Se le pararon los pelos de punta y dijo: '¡Mejor que seas arqueóloga!'".

En sus excavaciones internacionales, la cucharilla que le regaló su padre es imprescindible no solo para remover tierra: la trae siempre en el bolsillo del pantalón de mezclilla como símbolo de sus convicciones.

"Me recuerda que vale la pena todo lo que te pongan enfrente para ser feliz", contó en una conferencia en la Anáhuac, donde dirige el Centro de Investigación en Culturas de la Antigüedad, pionero en México.

Acudió a la plática, en mayo pasado, con su "cubeta de los sueños" fabricada con neumático. La trajo de Egipto y no precisamente porque le sirviera para guardar cosas, pues es flexible como una bolsa, sino porque le recuerdan a los trabajadores egipcios que exploraban tumbas y acostumbraban tener una. Es otro símbolo.

"Me recuerda lo que siempre he querido ser", dijo en aquella ocasión la también integrante de la primera Misión Mexicana en Egipto que excavó la Tumba Tebana 39 (TT39), templo funerario dedicado a Pui-Em-Ra, segundo sacerdote del dios Amón durante el gobierno de la reina Hat-Shep-Sut.

 

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